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Entrevista a Gustavo Fontán: “Juan José Saer fue una inflexión en mi vida”

Por Diego Batlle
-El director de El árbol, Elegía de abril, La madre, La casa y El rostro habla de su transposición de El limonero real, que esta semana se estrena en Argentina.
-Sorteamos entradas para ver la película en el MALBA.

Publicada el 29/08/2016


-¿De dónde viene tu interés por llevar obras literarias al cine?

-Antes de estudiar y empezar a hacer películas hice la carrera de Letras en la UBA. Fui un voraz lector antes que un cinéfilo. En las marcas que me dejaron aquellos textos, tal vez. En los modos en que la poesía me permitió pensar el mundo y el hombre hay algo que reconozco como constitutivo.


-¿Cómo surgió la idea de la transposición de El limonero real?

-En mis años de estudiante de Letras Juan José Saer no estaba en los programas de estudio. Pero me acuerdo que un profesor nos dijo que teníamos que leerlo y fui obediente. Y es indescriptible lo que me pasó. Saer es para mí, como para tantos, una inflexión en mi experiencia como lector y en la vida. El limonero real es una novela que me atravesó a partir de ese borramiento entre narración y poesía. Eso dice Saer, que en un momento de su vida decidió borrar las fronteras entre narración y poesía. En El limonero real, la narración pone en cuestión, como lo hace la poesía, cualquier discurso cerrado sobre el mundo. Siento una profunda empatía con esa idea. En principio entonces, esa marca. Pero muchos años después conocí el río Paraná. Esa otra experiencia, la de la visión inquietante de ese cauce y las orillas, la experiencia de la luz sobre un paisaje, el contacto con los isleños y los pescadores, fue de nuevo impactante. Me acuerdo que íbamos en silencio en un pequeño bote, por los canales, por el río abierto, y apareció en mí un sentimiento nuevo: sentí que eso ya lo había visto alguna vez. Aquellas lecturas se abismaron y cobraron un nuevo sentido. En ese encuentro de la lectura y el mundo está el germen de las tres películas que componen El ciclo del río: La orilla que se abisma, El rostro y El limonero real.


-¿Cuáles eran los principales desafíos y dificultades a la hora de filmar un texto de Saer? 

-Trabajar con un texto literario es un proceso siempre de una enorme complejidad. La palabra adaptar, que usamos habitualmente, es tramposa. Parece definir un procedimiento ligado a la transposición de un lenguaje a otro de un argumento. La relación entre un texto y una película siempre es más compleja: recrear, reflejar, aproximarse, rozar, asir, soltar, y podría seguir en una enumeración de procedimientos para pensar en esa relación. Es a partir del texto, sí, pero con un recorte posible y con la convicción de llevar adelante una creación nueva que se apoye en sus propias decisiones. Si uno quisiera reproducir la variedad de voces, o el arco temporal, por ejemplo, de la novela, cometería un acto demencial. La película, para ser, debe olvidarse del texto del que ha nacido.


-¿Cuáles fueron las ideas esenciales a nivel visual y sonoro, ya que ante la escasez de diálogos eran aspectos fundamentales para la narración?

-Por un lado, aunque partíamos de un guión bastante cerrado, no queríamos abandonar como principio de trabajo algo que ya habíamos desarrollado: dejar ciertos intersticios que nos permitan interactuar con lo real; en este caso, el espacio, el tiempo y la luz de ese espacio, el río, los rostros. Una idea si se quiere materialista: robarle al mundo los fragmentos que construyan una visión. Por otro, entiendo que las decisiones de puesta en escena deben ser orgánicas y suelo usar un principio rector que llamo principio poético. No hay una explicación parcializada para cada elemento de la puesta en escena. Todas las decisiones se hacen cargo, sin ostentación, de la emotividad que intentamos construir; en este caso la emotividad de Wenceslao (Germán de Silva). En una tensión signada por las dos ausencias, la de su mujer, y la de su hijo muerto, ocurre cada acto de ese día para Wenceslao. Una duda (¿ella podrá perdonarle alguna vez el hecho de estar vivo?), atraviesa cada acto de Wenceslao. La vida es la de siempre, los actos son los cotidianos, hacer mate, remar, comer, pero el tironeo entre la vida y la muerte es permanente. La percepción del mundo, por lo tanto, tiene una continuidad aparente. Por eso no hay sutura definitiva entre la imagen visual y la imagen sonora.




-¿Cómo elegiste el elenco y cómo fue trabajar tanto con actores profesionales como con no-actores?

-Creo profundamente que cada actor aporta algo único, su cuerpo, su rostro fundamentalmente, su energía. Algo que les pertenece además de su capacidad técnica. Para representar a los distintos personajes de El limonero real trabajamos con una mezcla de actores y no actores. Germán de Silva y Eva Bianco son actores con mucha experiencia, Patricia Sánchez tiene experiencia en teatro, Rocío Acosta tiene formación actoral. Y luego el resto de los personajes no son actores, incluido Rosendo Ruiz que es director de cine y es su debut como intérprete. Los chicos y algunos adultos de la película surgieron de una búsqueda entre los habitantes de la zona donde íbamos a filmar, en las afueras de Santa Fe: Colastiné, Rincón y La Guardia. El trabajo central estuvo en amalgamar la representación de todos ellos. Y estoy feliz con lo que cada uno le aporta a la película.


-¿Cómo fue la producción y el rodaje a orillas del río en Santa Fe?

-Queríamos filmar en la zona donde ocurre la novela y una gran parte de la obra de Saer. No encontramos los ranchos necesarios para rodar y decidimos construirlos. A orillas del río, en Colastiné, construimos los tres ranchos de la película. Lo agreste de la zona, la presencia del río, la luz y el calor, están en El limonero real. Meses después de terminar de filmar me mandaron unas fotos: los ranchos, por la crecida, estaban bajo el agua. Era una imagen muy triste. Creo que rodamos todo el tiempo con la conciencia de ese riesgo, de ese sentido de intemperie.


-¿Por qué la película no tuvo un recorrido previo en festivales?

-Lo intentamos con dos o tres festivales que en principio la querían y después no. Perdimos mucho tiempo en ese movimiento y decidimos que era hora de que la película se encontrara con el público. Se había generado una enorme expectativa ya y no queríamos demorarlo. Posteriormente al lanzamiento local irá a festivales a los que ya está invitada.


-¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

-Hay un documental, El día nuevo, que filmé entre El rostro y El limonero real, que se lo conocerá pronto. Por otro lado, estoy trabajando desde 2013 con un conjunto de películas, una trilogía para ser preciso, que surgen de una inquietud: filmar el mundo de manera más inmediata, mirar lo contiguo sin mayor intervención que una cámara. Espero que a las tres, que dialogan entre sí, se las conozca el año próximo. Y además preparo un guión, para filmar a fin de 2017, a partir de la novela Miramar, de Gloria Peirano.


Sorteo: Tenemos cinco pares de entradas para ver el film en la primera proyección a realizarse en el MALBA (Figueroa Alcorta 3415) este viernes 2, a las 20. Sólo tienen que dejar su nombre y apellidos reales y una dirección de correo electrónico (no será publicada) en los comentarios de aquí abajo hasta el miércoles 31 inclusive.

Actualización. Los cinco ganadores del sorteo son:

-Graciana Iriel Gallese
-Ramiro Buitron
-Ivan Basso
-Miguel Savransky
-Malena Gigli








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