Festivales
Entrevista a Emiliano Torres, director de “El invierno” (Competencia Oficial)
-El único representante argentino en la disputa por la Concha de Oro y el resto de los premios oficiales que otorgará el jurado presidido por el cineasta danés Bille August es esta notable ópera prima de Torres, un profesional de larga trayectoria como asistente de realizadores como Marco Bechis, Daniel Burman, Enrique Piñeyro, Albertina Carri y Emanuele Crialese.
-Invierno está ambientada en una estancia dedicada a la esquila de ovejas en un desolado paraje de Santa Cruz y tiene como eje un enfrentamiento generacional entre los capataces. El chileno Alejandro Sieveking (El Club) y Cristian Salguero son los protagonistas de este film en el que también actúan Adrián Fondari, Pablo Cedrón y Mara Bestelli.
-La fotografía de Ramiro Civita es otro de los hallazgos de una película que remite a la estética del western.
-Su exhibición en el País Vasco será entre el 21 y el 24 de septiembre y su estreno comercial en Argentina está programado para el 6 de octubre.
-El guión tuvo un largo recorrido por talleres, laboratorios y fondos de ayuda de festivales ¿Cómo fue el proceso, en qué ayudó y en qué fue cambiando?
-El recorrido previo sobre todo en los talleres de guión fue fundamental, en el caso de la beca del Programa Ibermedia pude reescribir la primera versión en Madrid durante dos meses, con asesorías de gran nivel como las de David Muñoz y Jorge Goldenberg. El guión mantuvo desde el principio su forma original, pero la reescritura potenció los elementos que ya estaban presentes. Volví de España con un guión mucho más sólido y personalmente enriquecido por el intercambio con otros directores y guionistas de toda Iberoamérica que atravesaban por el mismo proceso. A partir de allí los premios al guión se fueron sumando (Argentores, Opera Prima, Gleyzer, Cuba, etc.) y, por supuesto, eso le daba mayor solidez al proyecto. Pero aun así los fondos no eran suficientes como para llevar adelante la película y la financiación definitiva tardó en completarse. La coproducción con Francia sin contar con fondos de ayuda europeos y sólo basada en el interés de los coproductores franceses por el guión, además de inédita, fue determinante a la hora de poder llevar adelante la producción de la película. El guión siguió sufriendo cambios durante la preproducción, por cuestiones de producción tuve que eliminar casi veinte paginas a sólo un mes de comenzar a filmar, pero el trabajo previo en los talleres me ayudó a entender que el relato podía sobrevivir inclusive a esos recortes.
-Tenés una larga experiencia en la industria, sobre todo como asistente de dirección durante más de dos décadas. Imagino que ese background te ayudó mucho para animarte a una ópera prima ambiciosa (en el buen sentido) como El invierno.
-Creo que hay un punto en el que la experiencia acumulada va más allá de lo estrictamente cinematográfico: lo que finalmente aprendí en todos estos años es a encontrar mi propia manera de llevar adelante una película, de convivir con mis dudas cuando aparecen y de entregarme al proceso asumiendo los riesgos que implica. Vi muchas cosas en un set, trabajé en los lugares más inhóspitos del mundo y en las condiciones más anómalas posibles. Lo que el oficio te enseña sirve para saber que siempre hay alternativas y que los límites de lo factible a veces son relativos y pueden correrse. La experiencia como asistente me permitió ir un poco más allá, arriesgarme a encontrar un lugar mejor para hacer una escena sabiendo que esa distancia implicará luego menos tiempo para filmar o para pensar y ensayar la escena, o dejar de lado el guión y la planificación e ir en busca de algo nuevo y quizás completamente distinto a lo que había escrito.
-¿Por qué te interesó filmar en locaciones tan desoladas e inhóspitas de la Patagonia y puntualmente en una estancia dedicada sobre todo a la esquila de ovejas?
-Por azar. Conocí esa zona de la Patagonia hace unos diez años mientras trabajaba en un documental. Recorría el sur de la Ruta 40 cuando una tormenta de nieve bloqueó completamente el camino y busqué refugio en la primera tranquera que encontré abierta. Ese lugar y ese capataz de gestos adustos y pocas palabras fueron el punto de partida para un guión que comenzaría a escribir mucho tiempo después. La parte occidental del sur de Santa Cruz es única, mesetas áridas e infinitas que dan la impresión de estar en medio del desierto. Como en ninguna otra parte se siente esa extraña sensación de ser un punto en el paisaje. Las pequeñas tragedias humanas adquieren allí un carácter enorme. Todo es difícil, las distancias son eternas y la supervivencia es tarea de todos los días. Todo se vuelve violento, cruel pero también esencial en ese contexto. Era el escenario ideal para describir el enfrentamiento entre estos dos hombres marcados por la soledad y el desarraigo. El trabajo rural es además el aspecto menos conocido de la Patagonia, historias de hombres que viven y mueren aislados del mundo, hombres que defienden como propio un territorio delimitado por los alambrados de un propietario que a veces ni siquiera conocen.
-¿Por qué optaste por un actor chileno de vasta experiencia como Alejandro Sieveking y por uno con no tantos antecedentes como Cristian Salguero como protagonistas? ¿Cómo fue el trabajo y la interrelación entre intérpretes profesionales y otros que no lo son?
-Alejandro Sieveking es uno de los actores y dramaturgos más importantes de Chile. Desde su colaboración con Víctor Jara y hasta las toneladas de textos teatrales que ha escrito, su figura impone un enorme respeto. Sin embargo sus experiencias en cine, más allá de su maravillosa interpretación en El Club, de Pablo Larrain, no han sido muchas. Por mera intuición viajé a Santiago de Chile para entrevistar actores que pudieran interpretar el rol del viejo capataz de la estancia. Alejandro fue el último actor que vi, no necesité hacer ninguna prueba, en cuanto nos dimos la manos luego de una extensa charla en un bar supe que había encontrado a Evans. Alejandro estaba fascinado con el guión, su mirada como dramaturgo era más fuerte que su acercamiento como actor. Tenía por delante un desafío no menor, su formación es estrictamente teatral, y yo necesitaba una actuación absolutamente cinematográfica. Se entregó al proceso como sólo lo hacen los grandes, con enorme confianza y compromiso. A Cristian lo entrevisté en un casting regional en Misiones; en ese caso, me encontré con un verdadero animal cinematográfico, maravillosa naturalidad y manejo del tiempo. Era como si hubiese hecho cine toda su vida. Esa tensión entre generaciones y estilos completamente distintos de actuación era a la vez funcional al enfrentamiento entre los personajes del guión. El realismo extremo de Cristian y la técnica depurada de Alejandro se enfrentaban como lo hacen los personajes en el relato. Sucedió lo que suele suceder en estos casos, la interpretación de Alejandro se volvió tan despojada como realista y la de Cristian creció en técnica y fuerza expresiva.
-¿Cuáles fueron los principales riesgos y desafíos de trabajar con un clima tan extremo? ¿Fue muy dura la producción y el esfuerzo físico del equipo?
-No fue nada fácil. Primero que nada tuvimos que desdoblar el rodaje en dos etapas para poder cubrir los cambios en el clima y en el paisaje. Algo que en términos de producción implica unas cuantas complicaciones y riesgos. Filmamos en zonas inhóspitas y aisladas en donde la comunicación es nula y los únicos proveedores posibles son la gente del lugar. El frío y el viento por momentos lo condicionan todo y en jornadas en donde la gente de campo no sale ni para darle de comer a los perros nosotros pasábamos el día entero filmando. Creo que esas circunstancias nos obligaron a rodar de una manera muy austera y esencial. Las limitaciones te obligan a un ejercicio de adaptación permanente, la realización de la película se transforma en una aventura en sí y en ese punto creo que resulta enormemente enriquecedor como experiencia y que algo de todo eso finalmente se manifiesta en las imágenes.
-Imagino que a Ramiro Civita lo conocés desde Garage Olimpo ¿Cómo fue el trabajo conjunto en el terreno visual?
-Sí, nos conocimos en 1998 trabajando en la película de Marco Bechis y a partir de allí, además de ser buenos amigos, trabajamos en varios films juntos. Compartimos gustos estéticos y una mirada muy similar acerca del cine. Deposito mucha confianza en él y trabajamos casi a la antigua, la mayoría de las veces intento ver la escena desde el eje de cámara y uso poco el video assist. Casi nunca veo una toma nuevamente, lo que me interesa es su gesto después del corte. Nos entendemos con pocas palabras y eso es fundamental cuando la construcción de una escena es algo que se va desarrollando in situ. Afrontamos la película con espíritu documental, pero con rigor casi pictórico. Acordamos que debíamos rodar con los ojos bien abiertos y que la película develaría su estilo sobre la marcha, teníamos que interpretarla antes que plasmarla. Pero aun así había algunas intenciones previas claras. Privilegiamos la luz natural, los lentes normales, el aprovechamiento máximo de la profundidad de campo y los planos fijos; la película ocurría delante del lente, en términos ópticos la intervención sería casi nula, el encuadre sería el único gesto claro a nivel formal. Creo que esta manera de aproximarnos nos permitió darle a la imagen de la película una estructura sólida y cohesionada.
-La película tiene -sobre todo en su segunda mitad- algunos elementos hasta de western. Me gustaría preguntarte por tus referentes cinéfilos, qué directores te gustan, etc.
-Soy un admirador del western, por supuesto de los clásicos, pero mi preferido es Sergio Leone. El tratamiento visual, los movimientos de cámara y el trabajo con el movimiento interno dentro del cuadro llevan en Leone al western a una nueva dimensión. A pesar de mi admiración por este genero, en El invierno intenté mantener lejos estas influencias; sin embargo, tu pregunta me confirma que no lo logré del todo y que mi admiración por ese género se me escapa por los poros. Me resulta difícil definir mis influencias, veo mucho cine de todo tipo y género, disfruto de igual manera de los trabajos más comerciales, de esos verdaderos artesanos que construyen el cine de Hollywood, como de los autores más herméticos del cine arte. Entre los directores contemporáneos sigo especialmente al ruso Andréi Zviáguintsev y al francés Jacques Audiard, creo que combinan relatos contundentes con tratamientos formales muy interesantes.
-¿Qué expectativas tenés con esa premiere mundial en la competencia de un festival grande como San Sebastián y luego con el estreno comercial en Argentina casi pegado?
-Mis expectativas se cumplieron hace rato, cuando terminé el primer corte y vi que el resultado era decente, sentí alivio y supe que la misión estaba cumplida. No pensaba llegar tan lejos, así que todo esto es como un regalo. Espero que la repercusión de que El invierno sea la única película latinoamericana en la Competencia Oficial ayude a darle impulso al estreno en Argentina. Mi mayor expectativa es que la película encuentre su propio público.
Aquí la crítica del film
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