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Crítica de “La última fiesta”, de Nicolás Silbert y Leandro Mark, con Nicolás Vázquez, Alan Sabbagh y Benjamín Amadeo
El cine argentino apuesta a la fórmula de la comedia guarra y descontrolada con resultados más que aceptables.
La última fiesta (Argentina/2016). Dirección: Nicolás Silbert y Leandro Mark. Elenco: Nicolás Vázquez, Alan Sabbagh, Benjamín Amadeo, Eva de Dominici, Julián Kartún, César Bordón, Fabián Arenillas y Roberto Carnaghi. Guión: Lucas Bucci, Nicolás Silbert, Tomás Sposato y Agustina Tracey. Fotografía: Mauricio Riccio. Música: Gustavo Pomeranec. Edición: Nicolás Goldbart. Dirección de arte: Yamila Fontán. Distribuidora: Energía. Duración: 105 minutos. Apta para mayores de 16 años. Salas: 158.
El cine argentino ha explotado poco un subgénero muy popular en todo el mundo como la comedia juvenil. Tras la propuesta infantil de Caídos del mapa, la dupla Nicolás Silbert y Leandro Mark construye con más aciertos que carencias una película con ciertas búsquedas que ya aparecían de forma más tímida en films de Ariel Winograd (Mi primera boda, Vino para robar, Permitidos), pero que remiten todavía más al desenfreno de los españoles Alex de la Iglesia y Santiago Segura y, sobre todo, a modelos hollywoodenses como Proyecto X, la trilogía de ¿Qué pasó ayer?, la saga de Harold & Kumar, el Judd Apatow de Ligeramente embarazada o el Greg Mottola de Super cool.
La película tiene un prólogo ambientado un par de décadas atrás con tres preadolescentes que sufren la desilusión de una celebración a la que no concurre prácticamente nadie. A la hora de pedir los deseos antes de soplar las velitas de la torta, uno de ellos dice: “Yo quiero hacer fiestas increíbles”. Ya en la actualidad, la situación de los ahora treintañeros es muy disímil: Alan (Nico Vázquez) es un arrogante vendedor inmobiliario; Dante (Alan Sabbagh) es un dibujante frustrado que trabaja como guardia de seguridad en un museo; y Pedro (Benjamín Amadeo) es el típico freak que sostiene cierta normalidad con la ayuda de una amplia gama de medicación.
Cuando Dante es abandonado por su novia “de siempre”, Alan no tiene mejor idea que organizar la fiesta del título para levantarle el ánimo en una mansión que está a punto de vender. El multitudinario evento tiene todo lo imaginable (sexo, drogas y... música tecno), muchos excesos (escatología de vómitos y excrementos incluida), un grupo de patéticos raperos y la aparición de una bella y seductora joven (Eva de Dominici, sex-symbol del año) que parece ser la ladrona de una valiosa pintura que el poderoso y “pesado” dueño de casa (Fabián Arenillas) no querrá resignar fácilmente.
Tras ese arranque, lo que sigue es una típica estructura de enredos cómicos y pasajes de suspenso con el trío tratando de recuperar el cuadro, mientras tiene que lidiar con mafiosos, narcotraficantes y asesinos a sueldo en secuencias que transcurren desde en un enorme buque hasta en el set de filmación de una película porno “con argumento”.
Si bien la acumulación de subtramas, la adrenalina, el bombardeo permanente de estímulos primarios y cierto déjà vu en la aplicación de fórmulas de la comedia guarra limitan los logros de La última fiesta, hay que indicar que la película está bien narrada, tiene un amplio despliegue de recursos de producción, un impecable acabado técnico y actuaciones convincentes dentro del espíritu lúdico y absurdo de la propuesta general. En el actual contexto del cine argentino, al menos, no se tratan de méritos menores.
(Esta crítica se publicó en el diario La Nación del 6/10/2016)
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Excelente sintesis de los valores de esta peli. Un buen camino para un cine bien argentino!!!
La peor pelicula que vi en mi vida.. a quien le robaron la plata para hacerla?.. no hay forma de encontrarle algo positivo
La peor pelicula que vi en mi vida! Un desastre. Y Vazquez que me parece impresentable, sobreactuando todas las situaciones.
Muy acertado en sus comentarios Dufo, como siempre. Coincido plenamente en sus apuntes. Como apostilla, señalo el pésimo papel de Benjamín Amadeo, tanto en su actuación como en el diseño de personaje por parte de los guionistas. Un espanto mayúsculo. Sabbagh se esfuerza bastante y Vázquez aprueba raspando... Se agradecen las apariciones (breves) de César Bordón... Y poco más... Lo peor de la película es sin duda la fiesta del título, que llega de golpe en la trama y en donde la escatología está subrayada sin ningún tacto humorístico y, como dijo antes Dufo, las escenas eróticas dan vergünza ajena. Esperaba más.
Tuve la mejor intención de balancear sensaciones internas luego de la oscuridad virtuosa de El invierno, de elegir una pelicula de este estilo. Error. Es notable como pueden convivir en esta obra algunos momentos realmente ingeniosos y divertidos, con otros, la mayoria, que acumulan ingenuidades, escatologías, supuestas escenas eróticas- más pateticas que sensuales- y una grosería al paso que pretende transgresión de personajes descocados de la noche. Las interpretaciones son muy irregulares y creo que se salva unicamente Sabagh. De todos modos Nico Vázquez, a quien conozco por actuaciones polirubro de conducción y actuacion, plagadas de alegrias y simpatias fingidas y movimientos de su cuerpo francamente maníacos, aqui logra un cierto equilibrio que se le agradece. De todos modos hay una interesante intención de un humorismo más jugado que coquetee con traspasar los límites de lo aconsejado por los espiritus más obedientes.