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Crítica de “Después de nosotros”, de Joachim Lafosse, con Bérénice Bejo
El director belga de Propiedad privada, Élève libre, Perder la razón y Los caballeros blancos contó con Bérénice Bejo y Cédric Kahn para un valioso film sobre un tema muchas veces abordado por el cine: la ruptura de un matrimonio.
Después de nosotros (L'économie du couple, Francia-Bélgica/2016). Dirección: Joachim Lafosse. Elenco: Bérénice Bejo, Cédric Kahn y Marthe Keller. Guión: Mazarine Pingeot, Fanny Burdino y Joachim Lafosse. Fotografía: Jean-François Hensgens. Edición: Yann Dedet. Diseño de producción: Olivier Radot. Duración: 100 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas: 23.
El belga Lafosse, quien venía de presentar Les chevaliers blancs / Los caballeros blancos en el Festival de San Sebastián 2015 estrenó en Cannes un nuevo film que no pretende destacar por su originalidad temática (la ruptura de un matrimonio), pero sí sobresale por la seriedad de su retrato.
Marie (Bérénice Bejo) y Boris (Cédric Kahn) ya no están juntos anímicamente, pero debido a lo reciente de la separación y a su situación económica (él es de origen humilde, y ella una burguesa con la cuenta en números rojos), todavía comparten la casa que él construyó y que ella pagó. El domicilio, aislado de la ciudad por un muro y la vegetación, se convierte, como en la rumana Sieranevada, en casi el único espacio de la película; un terreno a dividir mediante estrategias y acuerdos que casi siempre giran en torno a sus dos hijas pequeñas.
Lafosse evita tomar partido por un bando u otro, y no explica las causas que han llevado el matrimonio a su final (quizá porque no las haya), ateniéndose a aquellos detalles tangibles y específicos –quién ha pagado qué, cómo deben repartirse los bienes– que describen los términos a los que queda reducida una relación extinta: brotes de resentimiento, tristes coletazos de deseo, y un montón de cifras y documentos de pensiones, hipotecas y papeles de divorcio.
A pesar de su enfrentamiento, Marie y Boris tratan de conservar el respeto, manteniendo una tensión civilizada en sus disputas que, incluso cuando estallan en discusiones, no llegan a convertirse en momentos catárticos. Y aunque efectivamente hemos visto y veremos mil veces más esta historia de desintegración, Después de nosotros vuelve a confirmar a Lafosse como un director fiable y atento a los detalles, que deja que las secuencias sigan su curso sin apenas cortes y encontrando la distancia justa para no asfixiar a los personajes ni helar en exceso el relato, y que comprende en qué momento el antirromanticismo de la propuesta debe dar un paso hacia atrás para que un simple baile de la mano de sus hijas saque a relucir toda la pena de dos amantes que han perdido el afecto.
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CONTIENE SPOILERS DESPUÉS DE NOSOTROS (L´ECONOMIE DU COUPLE) de Joachim Lafosse DESPUÉS DEL INFIERNO? Estamos en Francia, en la actualidad. Posiblemente en una ciudad de provincia. Los protagonistas de esta historia son una pareja casada con 10 años de convivencia y dos hijas mellizas en edad escolar fruto de ese matrimonio. En la pareja hay un desgaste obvio y están ante la necesidad de una separación. La situación económica es ajustada. El marido no tiene empleo y vive de changas. Su esposa paga la comida y el colegio de las niñas. Ella le ha hecho un bloqueo doméstico y culinario. Él sigue imposibilitado de mudarse a vivir solo porque carece de independencia económica. La vida familiar se vuelve un infierno. Después del infierno, sobrevive la separación. Esta es una película que narra en forma directa, casi cruel, la fricción y el desgaste que provoca ese proceso. Muchos recordarán en ese aspecto películas que han descrito distintas partes de ese proceso. En esta misma página comentábamos en diciembre pasado ?El Divorcio de Viviane Amsalem?, que narraba la difícil y tortuosa separación religiosa de un matrimonio judío. Unos años atrás, en 2011, el notable film de Asghar Farhadi titulado ?La Separación?, donde se ponían al desnudo las falencias de ese proceso burocrático en Irán. Pero tal vez la película que sirva como mayor antecedente de ésta sea la americana ?Kramer vs. Kramer?, de 1979 con Dustin Hoffman y Merryl Streep, donde ese difícil proceso se enfocaba desde la discusión por la tenencia del pequeño hijo de ese matrimonio. Aquí vivimos la estancia previa de la separación. Las principales testigos de la destrucción de ese matrimonio son sus dos pequeñas hijas. Ellas son las que observan y sufren los diarios encontronazos de sus padres. Y desde su visión, que es el de la inocencia y la perplejidad que genera la falta de entendimiento del mundo de los mayores, va quedando en descubierto algunas fallas de una sociedad que necesita asimilar un cambio que no solo está relacionado con lo tecnológico sino también con los roles de la pareja, ello es la mayor participación de la mujer en el mundo laboral, los cambios familiares que eso implica, y hasta el nuevo rol de sostén familiar que debe asumir la mujer. Estos cambios se han producido a una velocidad material más rápida que la mera evolución que desarrolla la costumbre. Es el fin de la sociedad industrial y el comienzo de una sociedad de servicios la que determina el nuevo rol protagónico de la mujer. La consecuencia no es la fácil adaptación a un cambio sino el estallido de conflictos, entre ellos, los sociales, en particular, el matrimonial y luego, obviamente, el familiar. Es de difícil asimilación el enroque matrimonial donde el hombre debe hacerse cargo de las tareas domésticas y la mujer debe salir de su casa a trabajar y generar un sustento. A ello, cabe agregar la diferente situación económica-social de sus componentes. Y también, y no en forma menor, la nivelación hacia abajo de una sociedad más igualitaria pero con mayores falencias en la distribución de los ingresos. Se trata de un film encerrado. Transcurre casi en su totalidad en la casa del matrimonio. Estamos al borde de una obra teatral. Sin embargo, la pericia de la puesta en escena del director Joachim Lafosse es notable porque logra darle un ritmo cinematográfico. Este encierro no se percibe como un desarrollo teatral sino como el propio encierro de la posición de los protagonistas ante la situación que están viviendo. Cada uno de ellos se va cerrando en su propio devenir y ninguno encuentra la apertura hacia el otro. Se trata de un proceso de difícil aceptación, de una realidad que se vuelve áspera, pesada, pero que finalmente es asimilada. La cámara no se distrae en ningún momento. Siempre sigue las acciones en la distancia correcta. Los primeros planos están donde deben estar, como así también los planos generales. El equilibrio que logra el film es notable. Igualmente cabe elogiar el guión. Cada pequeña escena que va conformando el film se desarrolla de menor a mayor, y a cada estallido le corresponde un remanso de paz que indica una tregua hasta el próximo estallido. Un sube y baja que sabemos no conducirá más que a un solo lugar. No es un film fácil de ver, sin embargo, logra atraer al espectador hasta involucrarlo en el conflicto. Esa participación pasiva implica una incomodidad: La imposibilidad de tomar parte. A estos dos grandes méritos de una buena dirección y un buen guión, se le agrega un nivel extraordinario de actuación. Berenice Bejó es Marí. La mujer dolida que se hace cargo de la situación. Cedric Kahn es Boris, el marido económicamente humillado que no encuentra su lugar. Marthe Keller es la madre de Mari, la que aconseja con la voz de la experiencia, la que pone paños fríos, pero que sabe que la situación no tiene remedio. En pocas palabras, un film redondo, sin fisuras.
Una buena película. Quizá el defecto que le encontré sea que el continuo enfrentamiento de la pareja puede provocar cierto cansancio en el espectador.-