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Críticas de “El cielo del centauro”, de Hugo Santiago; y “El teorema de Santiago”, de Estanislao Buisel e Ignacio Masllorens

En una suerte de “doble programa” se estrenan de manera conjunta el más reciente trabajo del mítico director de Invasión y el notable “making of” que sobre ese rodaje hicieron Buisel y Masllorens. Esta vez los "alumnos" superaron al maestro.

Estreno 02/03/2017
Publicada el 01/03/2017



-El cielo del centauro (Argentina-Francia/2015). Dirección: Hugo Santiago. Elenco: Malik Zidi, Romina Paula, Carlos Perciavalle, Roly Serrano, Gustavo Pardi y Mustafá Sene. Guión: Hugo Santiago y Mariano Llinás. Fotografía: Gustavo Biazzi. Música: Edgardo Cantón. Edición: Alejo Moguillansky. Dirección de arte: Juan José Cambre. Sonido: Francis Wargnier. Duración: 93 minutos. ★★★✩✩  

Reseña 1, por Diego Batlle

Que Hugo Santiago haya vuelto a filmar, casi 50 años después, en Buenos Aires es todo un acontecimiento cinéfilo. Por eso, más allá de los valores de la película (está claro que los tiene), su selección para la apertura del BAFICI es no sólo una decisión irreprochable sino un acto de absoluta justicia.

Y también lo es porque, antes que cualquier cosa, El cielo del Centauro es una oda, una carta de amor a Buenos Aires, al menos a aquellos elementos y aspectos más míticos y tradicionales de la ciudad. Si bien queda claro que la historia que narra es actual, tanto las locaciones elegidas como la omnipresente música tanguera nos remiten a una urbe que ya casi se ha extinguido, como si el presente conviviera siempre con el pasado, como si nos remontáramos a un cuento fantástico de Macedonio, Borges o Bioy.

Un ingeniero naval francés (Malik Zidi) llega (en barco, claro) y al poco tiempo será el eje de una doble persecución (él trata de encontrar a alguien y al mismo tiempo es buscado por algo que supuestamiento posee). Hay un McGuffin (llamado El Fénix) y una suerte de búsqueda del tesoro que dura algo más de un día con un mapa porteño como especie de tablero de juego y varios personajes secundarios (desde el veterano Carlos Perciavalle hasta el propio coguionista Mariano Llinás) y subtramas que aparecen y desaparecen con absoluta arbitrariedad.

Si bien tiene sus pasajes de quietud y solemnidad (como el largo recitado de Romina Paula en el segmento dedicado a la pintura de Cándido López y su historia durante la Guerra del Paraguay), en general El cielo del Centauro resulta bastante lúdica, fluida y celebratoria, al punto que por momentos remite a Castro, de Alejo Moguillansky (no por casualidad editor del film).

¿Que la película no tiene demasiada lógica? ¿Que apuesta a una deriva, a una acumulación, a unas desventuras y a unos enredos que no siempre fascinan ni convencen? Es cierto. Pero al mismo tiempo El cielo del Centauro, con su fuerte veta literaria, con la belleza de cada uno de sus planos en blanco y negro con inspirados detalles en color (la fotografía es del talentoso Gustavo Biazzi) nos deja todo el tiempo la sensación de estar ante un cine de otra época, en vías de extinción, una de esas películas que ya no se filman. El esperado (y más allá de sus desniveles) bienvenido regreso de un viejo maestro a la ciudad de la furia.


Reseña 2, por Josefina Sartora

Más de 43 años después Hugo Santiago vuelve a filmar una Buenos Aires mítica, soñada, amada. Que ya fue, pero que permanece. Y vuelve con sus mismas obsesiones, actualizadas, pasadas por el tamiz del Nuevo Cine Argentino. Se produce un cruce entre la temática de Santiago y la de las huestes de la FUC, con Mariano Llinás a la cabeza, como coguionista y coproductor. Pero no es el único. No podemos decir con seguridad si Santiago toma de los jóvenes o estos se montan en su aura para decir lo suyo. Lo cierto es que allí están los tópicos de Invasión: la ciudad y su mapa imprescindible, el complot, el objetivo último -aquí la búsqueda de un desaparecido y una cierta ave Fénix, Halcón Maltés redivivo pero también un McGuffin que empuja la acción hacia adelante-, los personajes misteriosos, el extranjero (Malik Zidi), el idioma, que vira del castellano al francés inadvertidamente.

Todos esos elementos se combinan de manera algo azarosa, enigmática, no causal, en una peripecia que circula a toda velocidad, en persecuciones recíprocas, por los distintos barrios porteños, creando un mapa ideal, que ha de completarse progresivamente. En una Buenos Aires fotografiada en blanco y negro por Gustavo Biazzi, con ciertas explosiones de color en las copas de los jacarandás, en algunos cuadros exultantes y en algún papel amarillo que trae claves para esta búsqueda del tesoro tan cara a Llinás, y que muestra su mano creativa (pero Llinás no es Borges, claro).

Es como si Santiago hubiera tomados sus propios tópicos ya emblemáticos y decidiera hacer una broma con ellos. Porque este film hay que tomarlo con humor, de lo contrario podría odiárselo. Cada elemento está parodiado, banalizado, porque Santiago quiere reírse de sí mismo. Y también de Carlos Perciavalle, por ejemplo, o de Roly Serrano, o del mismo Llinás, en algunos chistes (no todos buenos). La música tampoco quedó fuera de la parodia, con una banda de sonido ampulosamente tanguera, un obstinado bandoneón y temas que ya constituyen clichés, como en la secuencia de los títulos finales.

Hay aquí varias películas en una, con forma de laberinto. En medio del delirio, muy peculiar es el episodio que domina Romina Paula, quien da una lección actoral y de historia argentina y de su arte, con esa clase magistral sobre  Cándido López, en el momento más luminoso del film.









-El teorema de Santiago (Argentina/2015). Guión y Dirección: Estanislao Buisel e Ignacio Masllorens. Texto: David Oubiña. Narrador: Ignacio Rodríguez de Anca. Con la participación de Mariano Llinás, Agustina Llambí Campbell, Laura Citarella,Gustavo Biazzi, Felipe Solari, Juanjo Cambre, Alejo Moguillansky, David Oubiña,Estanislao Buisel, Ignacio Masllorens, Hugo Santiago. Fotografía: Ignacio Masllorens, Estanislao Buisel, Agustín Mendilaharzu, Agustín Godoy, Juan Herrera y Sofía Sarasola. Música: Claude Debussy, Pierre Máx Dubois, Georg Phillipp Telemann. Edición: Estanislao Buisel e Ignacio Masllorens. Dirección de arte: Jordi Cuerell. Sonido directo: Agustín Godoy. Edición de sonido: Marcos Canosa. ★★★★✩

¿Puede una película SOBRE Hugo Santiago ser mejor que una DE Hugo Santiago? Si este no es el caso, está muy cerca de serlo.

Es que El teorema de Santiago es mucho más que un making of de El cielo del centauro. Es una película sobre comó piensa el cine este realizador notable e influyente pese a su escasa obra, sobre cómo es su brillante e indescifrable método de trabajo y, sí, sobre cómo se gestó, se realizó, se editó y se estrenó (en la apertura del BAFICI 2015) el más reciente trabajo del creador de Invasión y Las veredas de Saturno.

Los recursos que utilizan Masllorens y Buisel son múltiples, variados y en su mayoría atendibles: desde “poéticos” intercambios de e-mails, hasta charlas con Santiago en París y Buenos Aires (muy buenos los planos filmados en ambas ciudades), un pormenorizado registro del rodaje y testimonios de quienes trabajaron en el proyecto, como la productora ejecutiva Agustina Llambi-Campbell, el coguionista y jefe de producción Mariano Llinás, el fotógrafo Gustavo Biazzi, la asistenta de dirección Laura Citarella y varios más que profesan una genuina admiración y devoción por él.

La película es una oda al maestro (muy emotiva la escena en que le festejan el cumpleaños), un documento sobre una forma de hacer cine ya en vías de extinción (discípulo, heredero de Bresson, coguionista con Borges, Bioy Casares y Saer) y de pensar un film como un torema geométrico.

Obsesivo, metódico, perfeccionista, obstinado y, por lo tanto, un poco dictador, Hugo Santiago es un torbellino arrasador en el set pese a su avanzada edad. Verlo en acción y escucharlo constituye una clase magistral que debería exhibirse en todas las escuelas de cine.

El teorema de Santiago es, en sí, una muy buena película (con valores artísticos que exceden por mucho la mera exposición de un rodaje), pero también una reivindicación de un viaje único como el de Hugo Santiago, que puede ser incluso más interesante que el destino, que el resultado final. Al maestro con cariño. DIEGO BATLLE


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