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Crítica de “La academia de las musas”, de José Luis Guerín
Perdido en una sección paralela de la muestra suiza de Locarno, este extraño y fascinante film del realizador catalán fue ganando adeptos hasta convertirse -con su apuesta inicial por un registro observacional que progresivamente va dejándole lugar a lo ficcional- en uno de los títulos más elogiados de los últimos dos años. El director de En construcción y Tren de sombras consigue, así, una película que crece a medida que avanza para transformarse en una absoluta sopresa. Su demorado (pero bienvenido) estreno comercial en cinco salas de Argentina constituye entonces un evento cinéfilo para celebrar.
La academia de las musas (España/2015). Guión, edición, fotografía y dirección: José Luis Guerín. Distribuidora: Zeta Films. Duración: 92 minutos. Salas: 5 (Arte Multiplex, Village Recoleta, Multiplex Belgrano, BAMA Cine Arte y Cines del Centro de Rosario).
Los primeros minutos de La academia de las musas hacen pensar lo peor. Guerín filma de manera casi amateur (feos planos, fea luz) unas clases del filólogo italiano Rafaelle Pinto en la Universidad de Barcelona y el intercambio con sus alumnos (mayoría de mujeres) resulta medianamente interesante para quienes no son expertos en la evolución de la lengua y los escritos, en los mitos y las musas.
Pero cuando parecía que Guerin iba a hacer un documental “de taquito”, la película comienza a derivar hacia algo muy diferente. La ficción le va ganando terreno y termina desplazando al supuesto “registro puro”; la intimidad de los personajes arrasa con las poses intelectuales y la comedia cede terreno y el tono se torna bastante más melodramático, denso y desgarrador.
Es que Pinto, un seductor con las palabras, que está casado con una veterana mujer con la que discute a puro cinismo (hilarantes escenas), mantiene de forma paralela intensas relaciones con cada una de sus alumnas/musas. En algunos casos, incluso, realiza con ellas viajes “de estudio” (a Cerdeña, a Nápoles) donde el lenguaje se mixtura con el puro deseo.
Guerin, Pinto y las musas van construyendo un universo cada vez más tenso y contradictorio, lleno de matices, de miserias, de pequeñas rivalidades y celos, de secretos y mentiras, de sueños, fantasías y frustraciones.
Así, lo que parecía un film menor e intrascendente del creador de Innisfree y En la ciudad de Sylvia termina convirtiéndose en una experiencia fascinante, con toques morbosos, cual culebrón televisivo, pero en el ámbito académico. Perdida en la sección Signs of Life del Festival de Locarno de 2015, La academia de las musas se convirtió en una de las auténticas y raras perlas de los últimos tiempos.
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Es el primer film de este realizador catalán que veo. Me atrapó desde lo sensorial, paradójicamente sin mayor despliegue escénico, mis sentidos fueron estimulados permanentemente: sonidos, imágenes cotidianas desplegadas en mínimos detalles visuales, el lenguaje y su cadencia en la articulación y expresión de cada frase; protagonista e hipnótico por sí mismo.
Como soy un gran fan de "En construcción" y "En la ciudad de Silvya" no podía dejar de ver, en el BAFICI anterior esta pelicula. Es increíble lo que logra ese realizador con sus peliculas....y esta es de una gran atracción intelectual y al mismo tiempo, cuando el melodrama domina el escenario, retrocede -por asi decirlo- hasta los límites más pedrestes de los celos, rivalidades, envidias y las trampas como cualquier historieta de barrio. Mientras tanto asistimos a una verba que se va haciendo apasionante por la presencia y poder de las palabras. En el mismo BAFICI vi "La noche" de Castro, donde las imágenes puras eran el eje de la narración, inversamente en "La academia..." es el lenguaje, proferido por estudiosos de la filolog{ia,el que subyuga por su dialécitca del cinismo. Película singular que se disfruta precisamente por ello.