Festivales

Críticas de las secciones Familias, Hacerse Grande, Pasiones y BAFICITO (5 películas)

Recorrido por algunas perlas de distintas muestras paralelas de esta 19ª edición.

Publicada el 04/04/2017


-BARRAGE 
(Luxemburgo-Bélgica-Francia, 2017, 109'), de Laura Schroeder. Sección Familias ★★★✩✩

Isabelle Huppert como tutora de una niñita a la que obsesivamente pretende entrenar para competir jugando al tenis es un buen inicio para una película. Más allá de los detalles en cada interpretación, hay una cualidad entre fría y despojada que siempre inquieta en la protagonista de Elle. También es cierto que a veces parece manejarse en otro ritmo, en otra sintonía con relación a sus colegas, y eso basta para que, incluso en una película en la que no ocupa el centro de su acción, su personaje termine siendo el que se lleva todas las miradas. No es que esto suceda completamente así en este caso, pero los momentos en que Huppert está en escena (o su ausencia, su fuera de campo se percibe) son los más logrados en esta historia que vincula a tres generaciones de mujeres (abuela-madre-hija). Sabremos que aquella niña está al cuidado de su abuela por los problemas que ha tenido su madre, lo que ha llevado a una larga separación. Historia finalmente de reencuentro (o de posible reencuentro, o de su búsqueda), los lugares comunes de familias disfuncionales no agotan por las muy ajustadas actuaciones y porque -como se dijo- allí está Huppert. FERNANDO E. JUAN LIMA





-LA VIDA DE CALABACÍN / Ma vie de courgette (Francia-Suiza, 2016, 66'), de Claude Barras. Sección BAFICITO ★★★★½

Extraña casualidad que, tras ver El buen amigo gigante, de Steven Spielberg (basado en el relato de Roald Dahl), me tocara ver pegada en Cannes esta pequeña y encantadora ópera prima del suizo (formado en Francia) Barras, ya que las historias son bastante similares: huérfanos de unos 10 años que deben superar las diferencias y el dolor para encontrar su lugar en el mundo. En este caso, el guión de la reconocida Céline Sciamma tiene a un niño, Courgette, como protagonista y luego sumará a otros personajes (Simon, Ahmed, Jujube, Alice y Béatrice) para esta suerte de homenaje a El club de los cinco y Cuenta conmigo. La película es de una belleza sencilla (hay más creatividad en la animación artesanal que recursos económicos) y de una dulzura apabullante. Hasta el chico malo (ese que arranca como líder del bullying en el orfanato) se redime y un policía puede ser un buen padre sustituto. Hay una historia de amor y una mirada a la infancia que no es concesiva ni banal. Una pequeña gema de la sección Quincena de Realizadores y que luego llegó a competir por el Oscar. DIEGO BATLLE



-PARK (Grecia-Polonia, 2016, 100'), de Sofia Exarchou. Sección Hacerse Grande ★★★★✩

El debut de Sofia Exarchou logra escapar de la tendencia dominante en el cine griego de autor contemporáneo (muy influido por Yorgos Lanthimos) y ofrece una vía alternativa, menos rígida y más empática, para acercarse a quienes habitan un país en crisis. El protagonismo recae aquí en un puñado de jóvenes, que bien podrían ser primos lejanos (con una situacion económica peor) de los de Larry Clark. Su espacio no es una pista de skate, sino unas instalaciones deportivas en estado de degradación que en 2004 formaban parte de la Villa Olímpica de Atenas. La metáfora es evidente, pero Exarchou no cae en los subrayados ni en los golpes bajos; prefiere observar los cuerpos y los ritos de esos adolescentes en un espacio del que se han apropiado. Aunque se intuyen los hilos de un relato dramático, uno de los grandes aciertos de Park es su suspensión narrativa, su vagabundeo acorde a las vidas de sus personajes.

La directora, Exarchou, que sitúa la cámara cerca de sus criaturas, consigue que estas hablen a través del contacto físico y no tanto mediante palabras. El grupo de chicos (en el que una chica, pareja de uno de ellos, impone su personalidad alejada de los clichés de lo femenino) funciona como un colectivo al borde de la marginalidad al que no se somete a juicio. No hay condescendencia ni truculencia en Park, solo un retrato del aquí y el ahora. La posibilidad de la violencia y la precariedad económica forman parte de ese presente (y dan lugar a alguna escena obvia, como la de unos congresistas que lanzan billetes a uno de los jóvenes), pero Exarchou tensa la cuerda sin romperla y ello da lugar a una película abierta, sin moralejas, en la que el espectador puede completar el cuadro. CARLES MATAMOROS





-LADY MACBETH
(Reino Unido, 2016, 89'), de William Oldroyd. Sección Familias ★★★★✩

Este muy buen film del realizador inglés proveniente del teatro no se basa en el texto de William Shakespeare sino en la novela rusa Lady Macbeth en Mtsensk y cuenta la historia de una mujer oprimida que toma las riendas de su vida en el siglo XIX. Oscura, seca y violenta, es una gran combinación de drama psicológico con película de suspenso que no cae jamás en las trampas del falsamente prestigioso “cine de época”. 

Lo primero que recordé al comenzar Lady Macbeth no fue ninguna de las tragedias shakespeareanas sino la versión de Cumbres borrascosas que hace unos años dirigió Andrea Arnold. Si bien la película de William Oldroyd no tiene el radical y casi excesivo control audiovisual que tenía aquella propuesta, hay en la puesta en escena –seca, austera, realista, nunca teñida de falso prestigio académico o literario– muchas conexiones. De hecho, si uno entra sin saber que no se trata de una adaptación del Macbeth de Shakespeare sino de la novela rusa de 1865 Lady Macbeth en Mtsensk tal vez suponga que se equivocó de proyección.

Pero no. La “Macbeth” que inspira a esta otra está presente en espíritu, aunque la historia, trama y circunstancias sean muy diferentes. Aquí se narran los cambios de Katherine (Florence Pugh), una mujer que, al iniciar el film, se casa forzadamente con Alexander (Paul Hilton) un heredero un tanto excéntrico, distante y agresivo que la ignora sexualmente, la maltrata y la desprecia, lo mismo que hace su suegro. Entre ambos la tienen casi como prisionera en la casa, con una dama de compañía a su cuidado y encorsetada hasta para ir al baño. Es evidente que Katherine no tardará mucho en rebelarse. Al principio, su única manera de hacerlo es quedarse dormida en cualquier circunstancia, una manifestación física clara de su malestar y desinterés por la vida en esa casona. Pero poco a poco empezará a soltar otro lado suyo, oculto hasta entonces.

Todo empezará cuando su marido y su suegro se ausenten por un tiempo y Katherine empiece un affaire fogoso con uno de los empleados de la casa, Sebastian (Cosmo Jarvis), con quien encuentra la satisfacción sexual que no tiene con su marido. En ese período Katherine se irá soltando cada vez más y convirtiéndose en la verdadera dueña de la casa, en la voz de mando a cargo de todo, permitiéndose liberarse de tanto tiempo reprimida. Pero ellos en algún momento volverán y allí las cosas tomarán un cariz violento, a mitad de camino entre la película de suspenso y el drama psicológico.

Oldroyd, que viene del teatro, logra que sus escenas jamás se sientan como puestas sobre un escenario. Sus decisiones estéticas, la paleta de colores, las actuaciones de los protagonistas y la austeridad del vestuario, la casa, los objetos y hasta el paisaje hablan de un realizador que tomó los mejores referentes del llamado “cine de época” evitando en todo momento el lustrado falso de la adaptación de prestigio. Aquí todo es un poco oscuro, desangelado, chato: la vida en un caserón de campo en el siglo XIX vista sin ningún romanticismo ni nostalgia. Y es a partir de esa situación y esos lugares que la transformación psicológica y hasta moral de Katherine, que pasa de timorata a dominante, es totalmente creíble.

La película no tiene un score musical y las actuaciones son excelentes porque se ajustan siempre al tono asordinado dominante de la puesta en escena. Aún cuando, sobre el final, la tensión se vuelva casi hitchockiana, la película jamás perderá esa suerte de modestia formal. Lo cual hace más efectiva la propuesta. Es la historia de una mujer que, en su lucha por liberarse de la opresión masculina, termina volviéndose también una opresora. Y los cadáveres que quedan en su lucha por el poder son los testigos (mudos) de ese giro histórico y dramático. Es como una especie de timorata Cenicienta que, a lo largo de intensos 90 minutos, termina convirtiéndose en una pariente cercana de Cersei Lannister. Los fans de Game of Thrones entenderán lo ajustado de las similitudes. DIEGO LERER





-The Happiest Day in the Life of Olli Mäki (Hymyilevä Mies) (Finlandia, 2016, 92'), de Juho Kuosmanen. Sección Pasiones ★★★★✩

Esta pequeña y encantadora tragicomedia rodada en blanco y negro y en 16 milímetros ganó con justicia  la competencia Un Certain Regard de Cannes 2016. La ópera prima del Juho Kuosmanen narra la historia del Olli Mäki del título (Jarkko Lahti, muy convincente en su primer trabajo para el cine), un boxeador de pueblo al que le surge la enorme posibilidad de enfrentar en Helsinki al campeón del mundo estadounidense. Estamos en el verano de 1962 y el tono melancólico será una de las constantes de este trabajo.

El pobre de Olli sufre todo tipo de presiones: de su entrenador (el gran Eero Milonoff), de los organizadores, de los auspiciantes (que sacan provecho sin que él se entere), de las autoridades (que ven el eventual triunfo deportivo como una posibilidad de exaltación patriotera), mientras él sufre un problema extra: debe bajar varios kilos en el entrenamiento de las semanas previas para dar una categoría más baja que la de su contrincante.

Las penurias de nuestro querible antihéroe, la relación con su novia (él es un auténtico romántico), las pequeñas rebeldías y, claro, todo lo que rodea a la pelea (hay un buen retrato del espíritu de época) son algunos de los elementos que el director va desarrollando con paciencia, criterio y solidez. DIEGO BATLLE


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