Festivales
Entrevista a Francisco Bouzas, director de “La cuarta dimensión” (Competencia Latinoamericana) - #BAFICI
Licenciado en Montaje de la UNA, Bouzas filmó los cortometrajes Los locos no se ocultan y La noche de San Juan. Está filmando Desaparecer, su nuevo proyecto.
Sinopsis: La murga Los locos no se ocultan tuvo en César, un joven de 19 años, a su cantante y motor creativo. Ahora debe volver a su pueblo natal en Bolivia, y allí buscará encauzar su impulso creativo en la formación de la primera murga porteña en su tierra, con la ayuda de antiguos y nuevos compañeros de Carnaval.
La cuarta dimensión constituye una rareza absoluta en el panorama del cine argentino reciente, aunque esta aseveración podría extenderse más allá de nuestras fronteras con pasmosa facilidad. La película transita el tema de la creación artística omitiendo con olímpica indiferencia sus protocolos afines, su “deber ser”, su plantilla de supuestos y usos más transitados, para mirar el devenir de sus jóvenes aunque curtidos protagonistas desde un ángulo de intransigente curiosidad y empatía: para el director de este relato cercano acerca de artistas en las sombras, la idea principal es de algún modo la de fundirse con su objeto de estudio; hacer una película en pie de igualdad con sus retratados y lograr que cada escena respire junto a ellos con una vitalidad tan genuina como asombrosa. (David Obarrio en el catálogo del festival)
-¿Cómo definirías la película?
-La cuarta dimensión es un berretín mayúsculo. Lo es en todo el espectro de la palabra ya que está inundada de deseo y de ilusión, es obsesión y capricho. Mi película realiza un movimiento crítico sobre las distancias, las fronteras, la identidad y el arte popular, señalando la nostalgia y combatiéndola en un intento quijotesco de mantenerse en el presente. La cuarta dimensión es también un berretín minúsculo, un aleph del más acá. Y lo es en tanto traza desde una perspectiva tan intimista como emocional el derrotero de César, un artista de 19 años que regresa a su tierra natal y sufre un profundo desencuentro con ella.
-¿Cuáles fueron los principales desafíos?
-Hubieron diversos desafíos que nunca se comprobaron como dificultades. En primer lugar, el intenso rodaje que desarrollamos en Bolivia implicó una logística temeraria y una confianza ciega en nuestro objetivo sin los cuales la película no sería lo que es. La propuesta intimista de la película fue también uno de los aspectos centrales que debimos cuidar llevando adelante un rodaje minimalista y contundente. Quizás el mayor desafío haya sido hacer la película con el subsidio del INCAA. Si bien el Instituto fue por momentos de gran ayuda e, incluso, indispensable para la producción, también es cierto que a lo largo de estos años sufrimos muchos cambios que nos perjudicaron y nos obligaron a ser creativos para que los tiempos del Instituto no se vuelvan un problema. Es una espada de doble filo que hay que saber utilizar.
-¿Cómo fue el proceso de producción y con qué apoyos contaron?
-Esta película comenzó a filmarse, de forma inconsciente, en 2012 y atravesó en su proceso dos cortometrajes de cierta ligazón temática. Desde el principio estuvo claro el potencial cinematográfico que tenía delante de mí, y los dos cortometrajes realizados en estos años (Los locos no se ocultan y La noche de San Juan) fueron reveladores para elegir ciertos procedimientos que luego utilicé en La cuarta dimensión. El hecho de tener un tiempo de trabajo tan extenso no fue sencillo en términos productivos. Aquí fue fundamental el trabajo de Maru Buslemen (la productora ejecutiva de la película y de los cortos) para encauzar la película dentro de las vías de fomento del INCAA. La película se hizo en parte con aportes privados de mi productora NNMcine y en parte con un subsidio del INCAA. En lo que respecta a Bolivia, allí recibimos el apoyo del Gobierno de Santa Cruz, el cual que fue muy importante a la hora de abordar nuestro rodaje allá.
-¿Qué expectativas tenés ante esta presentación en BAFICI? ¿Cómo seguirá la carrera de la película?
-Estoy en estado de alerta más que expectante. La experiencia de estrenar mi primera película en el BAFICI es sublime, crecí y me formé con este festival, y ser parte de él desde este lugar es muy emocionante. Con respecto al futuro de la película, aún es todo incierto, estamos enfocados en nuestro estreno en BAFICI y no queremos dispersarnos pensando en futuras pantallas. Tengo una especie de tradición por la que estreno mis películas en la tierra donde fueron filmadas, por lo que las únicas pantallas aseguradas que tenemos son en Ciudad Oculta y en Santa Cruz, Bolivia.
-¿Cómo ves la situación del cine independiente a nivel de calidad y diversidad artística, en el terreno del fomento público (relación con el INCAA) y respecto de sus posibilidades (dificultades) de acceso al circuito comercial?
-Descreo un poco de la categoría de cine independiente en la Argentina, me parece que es una etiqueta que puede funcionar en otras industrias pero que aquí no parecería tener mucho sentido salvo en contadas excepciones. De hecho, creo que uno de los principales problemas que estamos atravesando actualmente en el cine es la sobre-dependencia de financiación pública, algo que quizás no se mostraba como un inconveniente hace algunos años, cuando la industria estaba respaldada por un estado que sostenía cierta política cultural, pero que hoy es verdaderamente un dolor de cabeza. No hay duda que un Estado que no invierte en la producción cultural, directa o indirectamente, está condenado a perder capital y terreno simbólico que suele ser extremadamente subestimado.
La Argentina mantiene una reputación excepcional en el ámbito cultural internacional que se debe en gran medida al talento que tenemos pero también al apoyo recibido. El talento no es una cualidad innata, hay que formarlo y potenciarlo. Ahora vivimos tiempos en los que el Estado busca reducirse y, erróneamente, suele comenzar por la cultura, dejando a gran parte de la industria cinematográfica (principalmente las generaciones que deben renovar el cine argentino) en un limbo. No existe el sector privado en el cine argentino, no al menos en términos competitivos para el nivel de producción que estamos acostumbrados. Tenemos una ley de cine excepcionalmente progresiva, gracias a ella el cine argentino ha colmado las pantallas del mundo, pero no puede suceder que ante un estado ausente dejemos de producir. Nos debemos como industria un sector privado competente y plural que esté a la altura de la excelente calidad de nuestro cine. Con respecto a la distribución, pasa algo similar, deberíamos tener un mayor control estatal sobre las multisalas para asegurar pantallas al cine nacional pero sucede todo lo contrario, cada vez hay menos espacios. Quizás en Capital Federal sea más fácil encontrar salas alternativas, pero esto tampoco es del todo cierto ya que se encuentran sólo en un puñado de barrios. En Lugano no hay cines, y eso habla mucho de qué tipo de cine estamos construyendo. Creo que hay que luchar para revertir estas falencias, pero no podemos quedarnos quietos mientras tanto, debemos ser creativos y construir nuestros propios espacios.
COMENTARIOS
-
SIN COMENTARIOS
DEJÁ TU COMENTARIO



FESTIVALES ANTERIORES
Críticas breves de tres valiosos films distinguidos por los jurados de sus respectivas secciones.
-Este sábado 12 de abril se entregaron en La Usina del Arte las distinciones de la vigésima sexta edición del festival porteño.
-LS83 obtuvo el Premio Ciudad de Buenos Aires al mejor largometraje nacional en todas las competencias.
-La virgen de la Tosquera logró el Gran Premio del Jurado de la Competencia Internacional; y Bajo las banderas, el sol, el de la Competencia Internacional.
Cierre de la trilogía iniciada con 36 horas (2021) y Cuando oscurece (2022).
El nuevo film de Seles ganó el Premio Especial del Jurado de la competencia dedicada a lo nuevo del cine nacional.