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Crítica de El botón de nácar, didáctico film de Patricio Guzmán sobre los diversos exterminios chilenos

Desde las matanzas de los pueblos originarios hasta “los vuelos de la muerte” durante la dictadura pinochetista, este documental presentado en la Competencia Oficial por el mítico director de La batalla de Chile está a mitad de camino entre una propuesta de National Geographic y un especial de un canal educativo con un discurso solemne y pomposo, forzado y redundante.

Publicada el 30/11/-0001

Publicado el 11/2/2015

En El botón de nácar, el realizador chileno Patricio Guzmán realiza una forzada y metafórica comparación entre distintos sucesos de la historia chilena ligadas a la relación del país, y de sus habitantes, con el mar. El film intenta abarcar desde el maltrato a varios pueblos originarios del sur del país que vivían en armonía con el océano –y quienes fueron despojados de sus medios, sus costumbres culturales y su idioma– hasta la versión trasandina de “los vuelos de la muerte”, mostrando los terribles usos del mar que hizo la dictadura pinochetista tirando allí centenares de cuerpos.

Las analogías son forzadas, sí, pero pueden comprenderse como parte de un discurso político y una postura ideológica que Guzmán viene sosteniendo hace décadas y que consiste, básicamente, en enfrentar al pueblo chileno con su propia historia, en especial con sus episodios más terribles, los que muchas veces se ignoran, olvidan o hasta niegan allí. En ese sentido, la película es consistente y orgánica a su obra. Pero, en otros, carga con muchísimos problemas.

Entre lo mejor que tiene el film para ofrecer están muchas imágenes del extremo sur del país, los mares y zonas heladas, glaciares y fiordos, imágenes que recuerdan a las de Nostalgia de la luz en su impactante belleza. También aporta material fotográfico de las distintas tribus que sorprenden por su calidad y por lo que permiten adivinar de los llamativos hábitos de esas culturas que fueron extinguidas.

Más allá de eso, El botón de nácar se enfrenta con una serie de problemas estrictamente cinematográficos. Por un lado, el tono del documental es excesivamente pedagógico, casi didáctico, con la voz en off del realizador separando las palabras casi una por una como si le hablara a un grupo de niños, explicando incluso los hechos más básicos. Algo similar sucede con la relación que establece con los pocos sobrevivientes de esas culturas, con los que utiliza un tono entre condescendiente y paternalista.




Otras zonas aún más complicadas de la película tienen que ver con las innecesarias y desagradables reconstrucciones y explicaciones gráficas de cómo fueron esos “vuelos de la muerte”, con helicópteros lanzando muñecos al agua e imágenes igualmente atroces. Tampoco la estructura formal es demasiado interesante, con entrevistas en un estilo “talking head” clásico y una serie de intentos de combinar las historias contadas con artistas visuales creando imágenes ad hoc o poetas haciendo analogías un poco redundantes.

Hay algo viejo en la realización de El botón de nácar, algo que convierte a la película de Guzmán en un objeto que parece salido de una época en la que los documentales se hacían con un concepto muy simplista de lo “educativo”. En este caso, está a mitad de camino entre un film de National Geographic y un especial sobre los pueblos originarios de algún canal tipo Encuentro, aunque para ser honestos los documentales de Encuentro hoy se hacen con criterios formales más interesantes.

Solemne y pomposo, forzado y redundante, El botón de nácar acaso sea el film más flojo de la carrera de Guzmán. Más allá de lo correctas de muchas de sus apreciaciones histórico-políticas (nadie puede negar lo atroz del exterminio de esos pueblos, algo que encuentra su mejor puesta en escena en el caso de Jimmy Button, un indígena que fue llevado a Gran Bretaña y que luego volvió a Chile), la película en sí no encuentra demasiados recursos formales interesantes para narrar algunas de las tragedias históricas del país vecino. Y cuando intenta ponerse original –como en sus intentos por hacer una metáfora cósmica de la situación–, el film bordea lo risible, coqueteando peligrosamente con la autoparodia.


Más de la cobertura de la Berlinale por Diego Lerer en nuestro blog Micropsia

COMENTARIOS

  • 11/02/2015 18:42

    <p>Me parece que Guzm&aacute;n y/o Larra&iacute;n se llevan un premio grande de Berl&iacute;n. Chile este a&ntilde;o no se va con las manos vac&iacute;as.</p>

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