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“Atlanta” y “Barry”, el delirio y la sorpresa en media hora
Las comedias negras de Donald Glover y Bill Hader ya se ubican entre lo mejor del año.
Son ácidas, despiadadas, políticamente incorrectas, inclasificables, desconcertantes, oscuras e hilarantes a la vez. Se tratan de Atlanta (Fox Premium) y Barry (HBO), dos series que en media hora pueden conducirnos a (sumergirnos en) un universo lleno de desafíos, provocaciones y fascinación.
Atlanta, la creación de Donald Glover, no es un descubrimiento. Ya a principios de 2017 ubicábamos a la primera temporada como una de las revelaciones y mejores series de 2016. Y, lo que parecía imposible, se hizo realidad: que el segundo año fuese todavía mejor que el debut.
En la primera temporada el multifacético Glover (recuérdese que es desde un exitoso rapero bajo el seudónimo Childish Gambino hasta actor en populares sagas como las de Star Wars y El Hombre Araña) participó en el guión de los diez episodios, dirigió dos (siete fueron filmados por su amigo Hiro Murai) y aparecía en pantalla en casi todas las historias.
En esta segunda temporada (ya se exhibieron 9 de los 11 capítulos), Glover también se reservó la dirección de un par de historias, le cedió otros dos a Amy Seimetz y el resto quedaron bajo la supervisión de Murai (quien -vaya coincidencia- también dirigió el episodio 5 de Barry).
Si bien el eje principal sigue siendo el mismo (las desventuras de Earnest 'Earn' Marks de Glover como representante de su primo, el ascendente cantante de hip hop Alfred 'Paper Boi' Miles que interpreta Brian Tyree Henry), en la segunda temporada se nota una mayor libertad, una apuesta por el absurdo y la desmesura, una búsqueda de incursionar en los distintos géneros (desde la comedia hasta el thriller) que no abundaban tanto en la inicial.
Glover puede no estar ya en pantalla durante un episodio completo y, en cambio, que el protagonista excluyente sea Paper Boi (como en los episodios 5 y 8); Van, la ex pareja de Earn con la que tiene un hijo y siempre está latente la posibilidad de una reconciliación (como en el 7); o incluso un personaje habitualmente secundario Darius (como en el 6).
En Atlanta nunca importaron demasiado los cliffhangers, nunca quedan situaciones importantes para resolver en el capítulo siguiente, por lo que Glover y compañía pueden ramificarse libremente hacia caminos insospechados, historias tan absurdas como la pareja protagónica en un viaje al seno de una patética comunidad alemana (Helen), Darius yendo a buscar un piano a una misteriosa mansión (Teddy Perkins), Van y sus amigas participando de una fiesta supuestamente organizada por el astro Drake (Champagne Papi) y Paper Boi tratando de que su peluquero le corte de una vez por todas el pelo (Barbershop) o de que no lo maten mientras camina por un oscuro bosque (Woods). Los enredos son cada vez más delirantes, la narración más vertiginosa, pero la capacidad de sorprender jamás decae.
Algo similar -aunque con una estructura un poco más clásica- ocurre con Barry, la nueva serie de HBO co-creada y co-escrita por Bill Hader (también protagonista y director de los primeros tres capítulos) y Alec Berg (figura clave en, nada menos, que Seinfeld, Curb Your Enthusiasm y Silicon Valley y realizador de los dos últimos episodios). Una auténtica pareja explosiva.
Aunque recién se dieron cinco de sus ocho episodios (ya está confirmada una segunda temporada), podemos decir sin dudas que es una de las revelaciones de 2018. Hader (figura clave del Saturday Night Live y de la Nueva Comedia Americana) es el Barry Bergman del título, un ex marine devenido asesino a sueldo que, de manera fortuita y casual, queda en medio de unas clases de actuación en Los Angeles que dirige un veterano maestro llamado Gene (Henry Winkler, extraordinario). Barry, que trabaja con la supervisión de Monroe Fuches (Stephen Root), terminará pendulando entre conflictos con la mafia chechena (todos sus integrantes son hilarantes) y otros con sus compañeros de teatro, especialmente con la inestable Sally (Sarah Goldberg), con quien mantiene una relación íntima y un tanto confusa.
Barry es una serie deliciosa porque nos lleva de un extremo a otro: del gag propio de la comedia más pura a situaciones no exentas de sadismo cuando nuestro atribulado killer debe lidiar con sus encargos o lograr que los gánsteres chechenos no terminen con su vida o con la de Monroe. Lo que queda claro viendo esta serie de la dupla Hader-Berg es que, en la mayoría de los casos, los actores (o aspirantes a serlos) muchas veces están tan locos como el peor de los mafiosos.
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Ambas son muy buenas, pero Atlanta es otra cosa, tiene momentos sencillamente geniales
En el rubro "ácidas, despiadadas, políticamente incorrectas, inclasificables, desconcertantes, oscuras e hilarantes a la vez", también deberíamos mencionar a Killing Eve y Wild Wild Country. En esta última, la realidad supera al guionista más perverso y retorcido. Super-recomendadas!