Debates

LA PRODUCCIÓN: Una ecuación cada vez más difícil de cerrar

Publicada el 30/11/-0001

Desde que comencé a estudiar cine en la ENERC allá por 1984 (en aquella época CERC), noté que tenía una pulsión natural por producir. Había entrado a la escuela pensando en dirigir (como casi todos los que se anotan en las escuelas), pero rápidamente me di cuenta que mi lugar estaba en otro lado.

Lo primero que entendí es algo que aún hoy me cuesta creer que mucha gente no entienda y es que producir significa crear: hacer que algo imaginado se haga posible. Por eso decidí dedicarme a la producción, porque si quería hacer cine tenía que aprender a producirlo.

La ecuación es más compleja de lo que cuesta enunciarla, pero de lo que se trata es de encontrar el diseño que hace posible que lo que uno quiere hacer se pueda realizar.

Sí, ya sé que el sentido de esta colaboración no es el explicar algo como si se tratara de una escuela. Pero estoy convencido que en la falta de entendimiento de esta premisa tan sencilla se basa la mayor parte de los malentendidos del cine argentino actual y de las grandes trincheras que se han cavado en los últimos años.

La segunda premisa es más sencilla aún: el cine es una industria. Disculpen que retome este viejo tema, pero no se trata de gustos o pareceres: el cine como actividad se instituye en lo que se define como un hecho industrial. Cualquier tipo de cine, el que quieran, producido en el formato que quieran, distribuido de la forma que quieran y exhibido en la forma que se les ocurra, implica un proceso industrial.

La tercera afirmación es de forma, en el subsector de la producción el cine es de carácter proyectual. No se trata de una actividad continua sino que se trata de proyectos. Cada uno tiene su particularidad y define su propio diseño que, más allá de las generales de la ley, implica decisiones que solo servirán para ese proyecto. Y, como todo proyecto, esta atravesado por tres grandes variables: el plazo, el costo y la calidad (un pequeño paréntesis aquí para aclarar que calidad no es en esta enunciación un valor abstracto, cuando hablamos de calidad hablamos de los parámetros que le dan identidad a un proyecto y lo hacen uno y no otro). Cada vez que se toca una variable se modifican las otras. Si aumento el tiempo y quiero mantener la calidad, sube el costo. Si quiero mantener el costo y me excedo en los plazos, baja la calidad. Y así sucesivamente.

De eso se trata producir, de definir el futuro al que se quiere arribar, establecer los pasos y elementos necesarios para hacerlo, encontrar, como en cualquier actividad industrial, cual es el diseño de producción que hace una ecuación económica viable y llevarlo adelante hasta el final.

Eso hacen las grandes productoras, las pymes, los directores-productores y todo el que encara un proyecto. Eso se hace cuando se encara un producto masivo, uno de riesgo artístico o uno documental.

Si analizamos lo que ha pasado en nuestro mercado cinematográfico en los últimos años veremos que esta sencilla enunciación es cada vez más difícil de cerrar.

Desde el fin de la paridad cambiaria en diciembre de 2001, el cine no ha sido ajeno a la realidad general en lo que hace a la constante modificación de sus parámetros económicos y financieros. Al inmediato efecto inflacionario de los costos que significo en 2002 la triplicación de los valores dolarizados de la producción, se sumaron en estos últimos cinco años, los aumentos permanentes de los costos locales empujados por la inflación real y, como si esto no fuera suficiente, por la explosión de publicidades extranjeras y servicios de producción generados por una capacidad instalada moderna, excelentes profesionales y moneda local blanda. El resultado es que hemos vuelto a los valores previos a la devaluación y hoy una película cuesta tres veces más en pesos que en 2001, o sea que ha alcanzado el mismo valor de producción en dólares.

El mercado no ha evolucionado en igual forma en lo que hace a los valores de recuperación de la inversión. El valor de la entrada de cine está alcanzando niveles similares en dólares a los del 2001, pero la cantidad de promociones y entradas de distintos valores, hacen que el promedio real de la entrada se encuentre bastante por debajo de ese guarismo. El INCAA, una de las fuentes principales de recuperación de la inversión a través de los subsidios que fomentan la actividad, recién ahora esta ajustando los valores de fomento y lo hace en un promedio general que ronda el 20%. Las ventas al exterior han decrecido en relación a lo que fue la primavera del 2000 y las ventas de Video y DVD son inexistentes a partir del crecimiento incesante de la piratería.

A esto debemos sumarle dos problemas más que graves: la exhibición en salas de cine es cada vez de carácter más oligopólico y la televisión no participa de la financiación del cine.

La presión de los títulos norteamericanos a través de las distribuidoras internacionales sumados a las decisiones de programación de las cadenas de exhibición van dejado un espacio cada vez más inexistente para el cine nacional.

La televisión sigue siendo la gran ausente en el concierto del cine argentino. Solo produce a través de sus propias compañías y cobra subsidios del Estado a la par de los productores independientes. Como si esto fuera poco, nunca se ha reglamentado el artículo de Ley que se modificó en 1994 y que permite la regulación de la cuota de pantalla en TV.

Mientras tratamos de que se ajusten estas dos viejas variables de ingreso (salas y TV) se nos escapan de las manos las nuevas ventanas de comercialización como el pay per view, la TV digital e internet.

En este contexto, las posibilidades de producir cine se empujan cada vez más hacia los extremos: o se buscan proyectos muy masivos que puedan interesar al público general y tentar a alguna compañía importante de distribución y vayan de la mano de una emisora de TV, o se opta por desarrollar proyectos que puedan encontrar apoyo en los fondos internacionales o posibles coproducciones y/o sean de muy bajo presupuesto. Como lo masivo es decididamente minoritario en todas las cinematografías, gran parte de la producción local se ha convertido en un cine de nicho: sea porque está destinado a festivales o porque se trata de películas experimentales y alto riesgo artístico o de una suma de voluntades que, en la mayoría de los casos, no pueden superar las carencias de la escasez de recursos que define el propio modelo de producción al que obligadamente adscriben.

En esta realidad de producción la franja intermedia es casi imposible de encarar. El cine conocido como “quality comercial” (del que Quién dice que es fácil, Nacido y criado, El aura, Derecho de familia o Las manos son claros exponentes), es de un riesgo altísimo y se limita a dos o tres producciones anuales que se sustentan en complicadas ingenierías financieras o en directores que pueden conseguir apoyo en tanto y en cuanto mantienen con todas y cada una de sus películas un buen resultado comercial.

En líneas generales nos esta pasando lo mismo que al resto de las actividades del país, nos aumentan los costos y nuestros ingresos van muy rezagados en relación a esos aumentos.

En este marco se espera que seamos exitosos y que generemos tres o cuatro grandes películas por año, además de éxitos comerciales y algún que otro director inigualable. Más allá de estas expectativas, sostengo que en las condiciones que tenemos, seguimos produciendo, en todos los niveles de producción, muy buenas películas y tenemos una cinematografía competitiva.

Este es un momento muy difícil para producir cine en la Argentina, pero no es el peor que yo he conocido ni es la primera vez que estamos en un momento crítico. De hecho, soy un convencido de que es en estos momentos en los que se encuentran las mejores oportunidades para barajar y dar de nuevo. En esa carrera, me van a encontrar produciendo.

COMENTARIOS

  • 12/05/2013 17:46

    <p>&iquest;De que fecha es esta entrevista? Muchas gracias.</p>

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