El adiós a dos maestros

Con diferencia de horas, como una cruel ironía del destino, murieron dos de los últimos grandes mitos entre los directores europeos e íconos de la cinefilia de los '60. A los 89 años, falleció el sueco Ingmar Bergman y, a los 94, el italiano Michelangelo Antonioni.

Fueron, sin dudas, dos de los más grandes directores de la historia e íconos insoslayables para toda una generación de cinéfilos argentinos (y del resto del mundo, claro) que veneró aquí sus películas, especialmente durante los años 50, 60 y 70, en salas como el Lorraine y, más tarde, en el Loire, en el Cosmos o en la Lugones. Y lo hicieron no sólo con cada uno de sus estrenos sino llenando también las oportunas retrospectivas de sus filmografías.

En el mismo día (el fatídico lunes 30), con escasas horas de diferencia, como para dejar claro que se trató de una ironía demasiado cruel del destino, murieron dos de los últimos grandes mitos del cine europeo: por la mañana, el sueco Ingmar Bergman, que acababa de cumplir 89 años; por la noche, el italiano Michelangelo Antonioni, que estaba próximo a celebrar los 95.

Queda, mientras se pueda, el triste consuelo de seguir disfrutando de los Eric Rohmer, de los Alain Resnais, de los Manoel de Oliveira. Los sobrevivientes de una generación de oro que, inexorablemente, está empezando a desaparecer.

Ingmar Bergman

Su relación con la Argentina fue muy intensa y -suele repetirse con insistencia, como muletilla sin fundamento- los críticos locales habrían sido de los primeros en el mundo en reconocerlo en toda su dimensión cuando le otorgaron el máximo galardón de la edición 1959 del Festival de Mar del Plata por Cuando huye el día. Sin embargo, ya antes había sido galardonado en las tres principales muestras del mundo: Cannes, Venecia y Berlín. En realidad la "paternidad" sobre Ingmar Bergman por estas latitudes corresponde a los uruguayos, ya que Homero Alsina Thevenet, Emir Rodríguez Monegal y Antonio Larreta, integrantes de un jurado de la crítica, lo premiaron en 1952, durante el Festival de Punta del Este realizado en el Cantegril Country Club, por Juventud divino tesoro (1950).

Fue muy intensa también la vida y la obra de Ingmar Bergman en sus 89 años de vida (los había cumplido el 14 de julio pasado). Tuvo cinco matrimonios, nueve hijos, decenas de amantes (muchas de ellas, las actrices de sus películas) y una filmografía y una carrera teatral inigualables.

Música en la noche (1947), Puerto (1948), El demonio nos gobierna (1948), La sed (1949), Un verano con Mónica (1952), Noche de circo (1953), Sonrisas de una noche de verano (1955), El séptimo sello (1956), Tres almas desnudas (1957), El mago (1959), La fuente de la doncella (1959), El ojo del diablo (1960), Detrás de un vidrio oscuro (1961), Luz de invierno (1962), El silencio (1963), Persona (1965), Vergüenza (1967), El toque (1971), Gritos y susurros (1972), Escenas de la vida conyugal (1974), Cara a cara (1976), El huevo de la serpiente (1977), Sonata otoñal (1978), De la vida de las marionetas (1980), Fanny y Alexander (1982), que le valió cuatro premios Oscar, y su despedida a lo grande con el telefilm Saraband (2003) fueron algunos de los 46 largometrajes , aclamados en todo el mundo, que rodó durante sus más de seis décadas de trabajo.

En el teatro, dirigió más de 130 puestas, en especial clásicos de Shakespeare, adaptaciones de su gran ídolo de la juventud, August Strindberg o versiones de Eugene O'Neill y Henrik Ibsen.

En Bergman confluyeron la experimentación formal y dramática, la exploración profunda, íntima del alma humana, con el énfasis puesto en las relaciones de pareja. Su mirada existencialista, impiadosa, certera, incisiva lo llevaron a ser una enorme influencia para todos aquellos realizadores que incursionaron en la vertiente conocida como cine de autor. Algunos, como Woody Allen, lo homenajearon incluso en varias de sus películas.

Bergman fue, también, un genial director de actores y muchas de las figuras que trabajaron para él (y que en muchos casos fueron grandes amigos) luego se consagraron a nivel internacional, como Maj Britt Nilsson, Harriett Andersson, Anita Björk, Mai Zetterling, Gunnar Björnstrand, Eva Dahlbeck, Ulla Jacobsson, Liv Ullmann. Bibi Andersson, Erland Josephson, Ingrid Thulin,y Max Von Sydow, entre otros.

Michelangelo Antonioni

El 29 de septiembre próximo hubiera cumplido 95 años, pero su cuerpo -duramente castigado desde que en 1985 sufrió un ataque que lo dejó prácticamente postrado- dijo basta. Se mantuvo, como pudo, con la ayuda de su esposa Enrica Fico y de colegas más jóvenes que lo admiraban como Wim Wenders o Steven Soderbergh, en actividad hasta hace poco tiempo. El cine italiano y los cinéfilos del mundo ya lo están extrañando.

Nacido en Ferrara (donde será enterrado pasado mañana), Antonioni se inició lejos del ambiente artístico, ya que estudió economía y comercio en Bologna, aunque ya de jóven comenzó a mostrar inclinación primero por la pintura, luego por la crítica de cine y más tarde por la realización. Heredero del neorrealismo, después de rodar una docena de cortos y documentales inspirados en esa escuela y de trabajar para Luchino Visconti, Roberto Rossellini y Federico Fellini, debutó en el largometraje en 1950 con Crónica de un amor, con Lucía Bosé y Massimo Girotti, en el que exploraba sus orígenes burgueses.

Su filmografía posterior se reduce a unos 20 títulos, incluidos algunos documentales y participaciones en varios proyectos colectivos. También en los años 50 dirigió varios grandes films como Las amigas (1955), basada en una novela de Cesare Pavese, pero su consagración internacional llegó a comienzos de la década siguiente con la trilogía compuesta por La noche (1961), El eclipse (1962) y El desierto rojo (1964), que le permitieron incluso rodar luego en Gran Bretaña Blowup (1966), film con Vanessa Redgrave, Sarah Miles, Jane Birkin y David Hemming que le valió dos nominaciones al Oscar como director y guionista; Zabriskie Point (1970) en la mítica California estadounidense; y El pasajero (1975), con Jack Nicholson y Maria Schneider, en locaciones de España, Argelia y varios otros países.

Tras Identificación de una mujer (1982), su carrera se vio prácticamente interrumpida, por los apuntados problemas de salud de 1985 y recién una década después fue Wim Wenders quien lo convocó para codirigir Más allá de las nubes. Su última participación fue en uno de los tres cortos de Eros (los otros dos estuvieron a cargo de Wong Kar-wai y de Steven Soderbergh), episodios sobre el erotismo y el amor que sirvieron como excusa para homenajearlo en vida.

En 1995, Antonioni -uno de los directores más influyentes a ambos márgenes del Atlántico- recibió un merecido premio Oscar a su trayectoria. Fue uno de los pocos maestros que ganó, además, los máximos galardones en los tres grandes festivales del mundo con apenas seis años de diferencia: el Oso de Oro en Berlín 1961 por La noche, el León de Oro en Venecia 1964 por El desierto rojo, y la Palma de Oro en Cannes 1967 por Blowup.

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