Festivales

Críticas de la sección Hora Cero

Violencia, sexo y desparpajo en la clásica muestra de las medianoches.

Publicada el 16/11/2017

-Brawl in Cell Block 99 / Prisionero 99, de S. Craig Zahler (Estados Unidos, 132’) ★★★★✩

El nuevo fenómeno del cine de género es S. Craig Zahler. Después de este western de culto que fue Bone Tomahawk (2015) llega este thriller carcelario (¿ya de culto?) sobre el descenso a los infiernos (no es un eufemismo) de un hombre que pierde su trabajo, se dedica al narcotráfico, es encarcelado y, para salvar a su esposa y a su bebé por nacer, debe asesinar a un hombre por encargo. Para eso debe lograr que lo manden a una cárcel de máxima seguridad ¿Cómo? Quebrando cabezas (otra vez, no es un eufemismo). Se trata de un verdadero unipersonal de Vince Vaughn con su cabeza rapada, su mirada impertérrita y su macizo cuerpo que arrasa con todo y con todos. Mucho gore, algo de humor negro, una estilización que no abruma y una potencia narrativa (en la línea de Quentin Tarantino, Park Chan-wook y Nicolas Winding Refn) que hacen de este viaje tan sórdido como sangriento una experiencia fascinante... para quienes no tienen el estómago flojo. DIEGO BATLLE



-Laissez bronzer les cadavres, de Hélène Cattet y Bruno Forzani (Francia, Bélgica, 92’).

La proyección de cualquier película de Hélène Cattet y Bruno Forzani en la gran pantalla es el equivalente a asistir a un espectáculo pirotécnico. Su filmografía se compone de orgías de luces y colores, donde la sangre (siempre presente en sus neo-giallos) deja de ser roja, y los primerísimos planos de labios, ojos y cabellos se convierten en bombas que estallan en nuestra retina al tintarse de azul, verde, morado o dorado. La pareja de directores belgas, que ya compitieron en la sección oficial del Festival de Locarno con su segundo largometraje, L’étrange couleur des larmes de ton corps, regresaron al certamen suizo para estrenar su tercera obra. Como decíamos, si ver sus películas en el cine es un deleite para todos los sentidos, la proyección de Laissez bronzer les cadavres! sobre la pantalla gigante de la Piazza Grande, bajo la luz de una luna casi llena, será, probablemente, uno de los acontecimientos más memorables de la presente edición. Sin embargo, aunque el show fue inolvidable, su nueva película es, en realidad, su obra más menor.

En esta ocasión los cineastas han adaptado la novela de culto homónima de Jean-Patrick Manchette. Tras haber dado un golpe maestro, llevándose un botín de una veintena de lingotes de oro, una banda de ladrones se instala en un fuerte regido por una especie de sacerdotisa maléfica que les somete a toda clase de ritos sexuales. Sin embargo, la vida paradisíaca en la ciudadela devendrá la peor de sus pesadillas cuando una serie de intrusos (desde esposas abandonadas hasta policías que les siguen la pista) penetren en el lugar mágico. Los cacos, siempre en alerta, desenfundarán sus armas y abrirán fuego durante hora y media de metraje. Así, el primer neo-western de los directores de Amer es una especie de duelo de pistoleros de Sergio Leone que jamás termina. Los vaqueros de Cattet y Forzani son incapaces de eliminar a sus combatientes puesto que todos son los más rápidos del Oeste.

Los belgas han substituido los cuchillos y las tijeras con los que se defendían o atacaban los personajes de sus anteriores films por otro instrumento igualmente fálico: las pistolas. Pero, advertimos, la representación de la sexualidad reprimida –el fascinante epicentro de sus giallos– ha desaparecido en Laissez bronzer les cadavres! Su nueva película funciona como una ostentación de sus fuegos de artificio sensoriales mucho más accesible que laberíntica. En este sentido, se trata de la primera película que los cineastas han narrado en estricto orden cronológico, e incluso han incluido un reloj digital que marca la hora y los minutos en todo momento. Sin ser una película mediocre, Laissez bronzer les cadavres! revela otra faceta domesticada y cautelosa de su obra. Ya no se nos permite perdernos en el laberinto, tan sólo podemos disfrutar del espectáculo. CARLOTA MOSEGUÍ






-The Disaster Artist: Obra maestra, de James Franco (Estados Unidos, 103’) ★★★★✩

Tommy Wiseau podría ser un personaje creado para ser interpretado por James Franco en una comedia. Pero no lo es, es una persona real, un hombre excéntrico y millonario que tenía un sueño: hacer una película. The Disaster Artist es la historia de cómo llegó a concretarlo y se convirtió en el realizador de The Room, un film tan malo que se convirtió en objeto de culto.

James Franco encarna a Wiseau imitando el extraño acento que escondía una procedencia mantenida en secreto, mientras que su hermano Dave Franco se hace cargo del rol de Greg Sestero, su amigo cercano y actor de la película. A ellos se le suma un elenco de caras y nombres famosos que van desde Melanie Griffith y Sharon Stone hasta Seth Rogen y Zac Efron.

El film dirigido por el propio Franco es una comedia en la que es difícil parar de reírse. Podría verse como la Ed Wood para la generación Millennial si no fuera porque no deja demasiado espacio para la reflexión sobre lo que significa fracasar en un sueño profesional o ver cómo ese sueño se transforma en algo distinto. The Disaster Artist tiene algunos momentos en los que deja traslucir la tragedia detrás de la historia de Wiseau, pero no se detiene demasiado en ellos y apuesta por la seguidilla de chistes sobre el delirio que rodeó a la creación de una película mala que muchos aman. MARÍA FERNANDA MUGICA



También se exhiben en esta sección:

-Matar a Dios, de Caye Casas y Albert Pintó (España, 90')

-Housewife, de Can Evrenol (Turquía, 82')

-How to Talk to Girls at Parties, de John Cameron Mitchell (Reino Unido, 102')

-Les Affamés / The Ravenous, de Robin Aubert (Canadá - 2017 - 96')

-Lowlife, de Ryan Prows (Estados Unidos, 96')

-Tokyo Vampire Hotel, de Sion Sono (Japón, 142')


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