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Crítica de “Mimic: No sigas las voces”, de Jung Huh
En su momento fue el j-horror (terror japonés) el que invadió el mundo con sus films fantásticos marcados por las perversiones y lo sobrenatural. Pero el k-horror (terror coreano) no se quedó atrás y también comenzó a exportar cada vez más sus producciones. Tras el estreno local en 2017 de En presencia del diablo, ahora es el turno del segundo trabajo del director de la elogiada Las escondidas / Hide and Seek (2013). El resultado -sin ser del todo brillante o sorprendente- se ubica muy por encima de la media del género que nos llega semana tras semana sobre todo desde Estados Unidos.
Mimic: No sigas las voces (Jang-san-beom, Corea del Sur/2017). Guión y dirección: Jung Huh. Elenco: Yum Jung-ah, Park Hyuk-kwon y Shin Rin-Ah. Distribuidora: BF París. Duración: 100 minutos. Apta para mayores de 16 años. Copias: 72.
Salvo los muy contados casos en los que se descubren películas de terror realmente innovadoras, este género suele trabajar sobre todo con el reciclaje y el remix de elementos ya trabajados en propuestas previas. Eso es lo que hace -con criterio, inteligencia y una vistosa narración marcada por la hiperestilización- el guionista y director Jung Huh con Mimic: No sigas las voces.
Drama familiar sobre la ausencia y el dolor (un matrimonio todavía no logra hacer el duelo tras la desaparición de su pequeño hijo hace ya cinco años) con trasfondo policial (los detectives que investigan los hechos), Mimic: No sigas las voces termina definiéndose por el terror con un eficaz despliegue de efectos visuales, elementos sobrenaturales, apelaciones a las leyendas urbanas, bosques tenebrosos y niños-actores que inquietan en cada plano.
Mamá (Yum Jung-ah, vista en A Tale of Two Sisters) y papá (Park Hyuk-kwon) se mudan a una casa en medio de la naturaleza con su pequeña hija y la abuela senil, pero la falta del hijo desaparecido (el caso nunca ha sido resuelto) se nota a cada instante. Cuando en las cercanías del lugar descubren a una misteriosa huérfana de ocho años (impresionante trabajo de Shin Rin-a) la llevan a vivir a la casa. Ella parece llenar ese vacío incorporándose pronto a la dinámica hogareña y recuperando así cierta alegría familiar. Por un tiempo, claro.
En el film habrá cadáveres (humanos y de perros), ataques inesperados, secretos que se esconden detrás de las paredes y las puertas, locos que no están tan locos, tormentas, flashbacks para reflejar traumas del pasado y muchas vueltas de tuerca que no siempre se resuelven de forma del todo convincente. De todas formas, Mimic: No sigas las voces es un producto sumamente profesional, vistoso y por momentos atrapante. Con el sello del buen cine de género coreano.
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