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Crítica de “Teatro de guerra”, de Lola Arias (Competencia Argentina) - #BAFICI
Escritora, compositora, música, actriz, curadora, performer, directora de teatro y ahora también de cine, Lola Arias es una artista que abarca y (entre)cruza múltiples disciplinas. En ese sentido, Teatro de guerra es fiel a ese espíritu inquieto, experimental e inclasificable del que hace gala desde hace ya muchos años.
Documental, ficción, ensayo, diario íntimo, apuesta performática, psicodrama... Todo eso y mucho más cabe en este híbrido que pendula entre lo lúdico y lo desgarrador. Así de amplio, desconcertante, fascinante y perturbador es Teatro de guerra, experimento que consistió en juntar durante varias semanas a seis veteranos de Malvinas (tres que lucharon del bando británico, incluido un gran personaje como un mercenario originario de Nepal, y tres del argentino) para que compartieran anécdotas, recuerdos e intentaran revisar y volver a actuar algunos de los momentos más traumáticos vividos en 1982.
Con la colaboración y fotografía de Manuel Abramovich (Soldado) y con su pareja Alan Pauls, Alejo Moguillansky y Graciela Speranza como consultores del proyecto, Arias les propone a los ex combatientes distintas situaciones y consignas que van desde recitar y actuar como si fuera una obra de teatro hasta hacer movimientos típicos de ejercicios bélicos o de enfrentamientos en el campo de batalla.
Lou Armour, David Jackson, Rubén Otero, Sukrim Rai, Gabriel Sagastume y Marcelo Vallejo andan por los 50 o 60 y pico. Hoy son jardineros, pintores (de paredes), agentes de policías, actores, escritores o carpinteros, pero las atrocidades de la guerra y el stress postraumático los han marcado para siempre.
Entre ellos se vislumbra por momentos camaradería, solidaridad y comprensión y en otros indiferencia o incluso desconfianza y tensiones internas. También (sobre todos los ingleses) se preguntan en varios pasajes qué están haciendo en esta “película” rodada en la Argentina.
Arias los filma con objetos personales (íntimos) de gran valor afectivo (una bandera, una camiseta de Malvinas, una foto en una computadora con nubes que tienen la forma de las islas, mantas, borceguíes, etc.) e incluye en este auténtico patchwork desde materiales de archivo e imágenes de refugios y trincheras tomadas en la isla hasta maquetas a escala, soldaditos, muñecos, mapas, tapas de revistas de la época.
Habrá discusiones apasionadas, lecturas de cuadernos de memorias, recuerdos del crucero General Belgrano, pasos de comedia absurda (uno con careta de Thatcher le da un beso en la boca a otro con careta de Galtieri) y hasta momentos musicales cuando conforman una improvisada banda de rock. Todo vale (por más chocante, patético, ridículo o incómodo que pueda resultar) en esta película -o como quiera llamársele- hecha desde la audacia, la provocación y la falta absoluta de prejuicios y convenciones. Teatro de guerra es teatro y es guerra, es artificio y es lo más genuino e íntimo que pueden ofrecer estos hombres que coquetearon con la muerte y la locura. Más allá de las distintas sensibilidades de los espectadores, se trata de un film que seguramente no dejará a nadie indiferente.
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