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Crítica de “Dear Son (Weldi)”, de Mohamed Ben Attia (Quincena de Realizadores) - #Cannes2018
El director tunecino de la aclamada Hedi (2016) -que se estrenó comercialmente en la Argentina como La amante- presentó en esta sección paralela del festival su segundo largometraje coproducido por los hermanos Dardenne.
Puede que Dear Son sea un poco menos interesante que Hedi, pero sigue siendo una película sólida y con la que Mohamed Ben Attia va construyendo un estilo propio y reconocible. Tanto en su ópera prima como en este segundo largometraje, el eje es la rebeldía de los jóvenes contra los mandatos familiares tradicionales y los choques generacionales.
Si Hedi estaba narrada desde la óptica de un veinteañero que se negaba a aceptar un matrimonio arreglado, en este caso el punto de vista es el opuesto, ya que el protagonista es Riadh (Mohamed Dhrif), un hombre que está a punto de jubilarse de su trabajo como operario de grúas en el puerto. Tanto él como su esposa Nazli (Mouna Mejri) están obsesionados por la suerte de su hijo Sami (Zakaria Ben Ayed), de 19 años, que está en plena etapa de exámenes decisivos para poder ingresar en la universidad y sufre de constantes y fortísimas migrañas. Tras varios estudios, el muchacho parece recuperarse, pero de forma sorpresiva una noche abandona el hogar familiar y desaparece sin dejar rastros. El padre -entre indignado, desesperado y resentido- irá a buscarlo hasta la candente Siria y las sorpresas serán mayúsculas (no conviene adelantar nada más).
Mohamed Ben Attia vueve a demostrar su solidez narrativa, su profundidad psicológica y su capacidad para la dirección de actores en un film duro (por momentos demoledor) que, más allá de algunos subrayados, propone una mirada impiadosa y reveladora sobre el estado de las cosas en una sociedad llena de contrastes y contradicciones en todos los terrenos como la tunecina.
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