Festivales
Crítica de “Beginning”, de Dea Kulumbegashvili (Competencia Oficial) - #68SSIFF
Estamos, sin dudas, frente a una de las revelaciones del castigado circuito de festivales de 2020. Una ópera prima destinada a la más intensa de las controversias cinéfilas.
Beginning (Dasatskisi, Georgia-Francia/2020). Dirección: Dea Kulumbegashvili. Duración: 125 minutos.
Debe haber pocas películas que este año generaron tanto interés entre los festivales de primera línea como Beginning. En principio, integró la selección oficial de Cannes (que no se hizo), luego pasó por Toronto (donde ganó el premio FIPRESCI de la crítica internacional), ahora compite en San Sebastián (donde me juego que recibirá más de un reconocimiento) y en pocos días más se verá en otra prestigiosa muestra como la de Nueva York.
Hay que decir que Beginning llena todos los casilleros que gustan a los programadores top: es una ópera prima, tiene a una joven mujer en la dirección, a una sufrida protagonista también femenina y proviene de una geografía no demasiado habitual como la de Georgia.
Pero -sí, aquí empiezan los “peros”- creo que lo que más gusta de Beginning es que adscribe a un cine de la crueldad (del regodeo en el sadismo) frente al que caen rendidos buena parte de los programadores. En ese sentido, ya podemos sumar a Dea Kulumbegashvili a esa estirpe de autores que integran -con matices, diferencias de talento y distintos grados de explicitud- desde Michael Haneke hasta Gaspar Noé, pasando por Ulrich Seidl o los mexicanos Alejandro González Iñárritu, Amat Escalante, Michel Franco y Carlos Reygadas, quien no casualmente es uno de los coproductores de Beginning. En todos ellos suele haber un tema rector (la culpa) y una forma de abordar a sus atribuladas criaturas (el castigo). Y todos ellos suelen hacer gala, además, de un virtuosismo estético incuestionable.
Construida en su gran mayoría con sofisticados, deslumbrantes y larguísimos planos fijos (la coreografía dentro del cuadro es prodigiosa), Beginning comienza con uno de ocho minutos en el que se desarrolla un encuentro de un grupo de Testigos de Jehová. En medio del discurso del pastor, un grupo extremista lanza una bomba incendiaria y el templo termina envuelto por las llamas. Es solo el inicio de una acumulación de penurias y violencia que ofrecen una mirada impiadosa y desencantada del estado de la sociedad.
La protagonista del film es Yana (Ia Sukhitashvili, notable en su estoicismo frente al martirio), la atractiva y sufrida esposa del líder de la comunidad y madre de un niño. Está claro que ella ha relegado todos los aspectos de su vida para acompañarlo y el atentado no hace más que ahondar su resignación. Mientras manejan la idea de abandonar ese pueblo cercano a la capital Tbilisi, él debe ausentarse por una semana para asistir a un encuentro de la congregación.
No conviene adelantar mucho más, salvo una escena (larguísima, con una hermosa luz y sonido de arroyo de fondo) en la que es violada. Algunos podrán argumentar que la cámara está lo suficiente lejos, pero lo cierto es que el esteticismo molesta. Y el sadismo también. Tras ser abusada (y no es la primera vez que ello ocurre) el agresor le llena una y otra vez la cara de barro y hasta amenaza desfigurarle el rostro con una piedra. Y no solo eso: en la escena siguiente el marido descubre el hecho y vuelve a humillarla.
Está claro que Dea Kulumbegashvili quiere denunciar la violencia machista, la descontención absoluta de esa mujer abnegada (además del fanatismo religioso), pero mientras uno admira la composición de cada excelso plano se nos somete a un crescendo de bajezas y miserias humanas. Todo se cierra con un final de "impacto", entre lo fantástico, lo alegórico y lo moralista. Sí, ha nacido una estrella del cine de festivales.
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-En este espacio iremos actualizando las películas reseñadas.
-Se publicaron 53 críticas.
Tras Las altas presiones (2014) y A estación violenta (2017), Santos estrenó en el FIXC este largometraje que le valió el premio a Mejor Dirección en la sección principal.
-Los bobos, de Basovih Marinaro y Sofía Jallinsky, ganó la competencia FIXC Premiere, mientras que The bewilderment of chile, de Lucía Seles, obtuvo el Premio del Público en la sección Tierres en trance.
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De tanto esconder el dolor, no sabemos donde estamos. Pagamos un precio: clausuramos lo que pueda haber de bondad y salud en nosotros y compramos la mercancía de la tibieza, o sea, la de la maldad más homologada. ¡Viva el cine!.
Me meto en la discusión para decir que no es cuestión de "acertar" o "pifiar". Uno puede amar la película más maltratada del mundo o cuestionar la que termina ganando premios y siendo adorada por la cinefilia. Esto no es una ciencia exacta, es cuestión de escribir con la mayor nobleza, rigor y sensibilidad posibles, y tratar de explicar (argumentar) lo que uno piensa y siente. Ebert no es mejor ni peor crítico por haber elogiado o cuestionado determinada película. Lo que importa es una carrera, una trayectoria. Saludos
Roger Ebert la pifió bastante con esa crítica, ¿no? La película sigue hablando por si misma solita.
En esa lista del cine de la crueldad + virtuosismo, sumo a Lars Von Trier, que cumple todos los casilleros. Yo no condeno este tipo de películas, aunque tampoco soy un fan de las mismas. De hecho, decido no ver algunas películas de estos autores. Pero estamos en un mundo que sabemos es cruel, injusto y cargado de violencia, y me parece necesario que existan artistas que exploren sin anestesia, esa dimensión. Aunque incomode, moleste y enoje. Por que enoja? Por la estetización de la violencia? Por el sufrimiento excesivo de los personajes? Como lo contamos entonces? Leía recién la furiosa crítica que hace Roger Ebert en 1972, sobre La naranja mecánica. ¨Alex es violento porque es necesario que sea violento para que esta película entretenga de la manera que pretende Kubrick. Alex no ha sido convertido en un violador sádico por la sociedad, ni por sus padres, ni por el estado policial, ni por la centralización ni por el fascismo rastrero, sino por el productor, director y guionista de esta película, Stanley Kubrick.¨ Todo un tema, desde hace mucho.
Un decálogo de lo que hay que hacer para ir a festivales. Un poco triste también.
Brillante texto. Más que una crítica de una película (que la es), se trata de un ensayo sobre cómo funcionan hoy los grandes festivales de cine (y no solo los grandes). Felicitaciones.