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Crítica de “Parakultural: 1986-1990”, de Natalia Villegas y Rucu Zárate (sección Artistas en acción) - #BAFICI2021

Rigurosa y merecida reconstrucción de la historia del centro más importante del under porteño a 35 años de su cierre.

Publicada el 19/03/2021


Parakultural: 1986-1990 (Argentina/2021). Dirección, guion, fotografía, edición, sonido y producción: Natalia Villegas y Rucu Zárate. Música: Rubén Zárate. Duración 105 minutos.


Así como Cemento y Stud Free Pub ya habían tenido sus documentales, ahora es el turno del exponente más importante del underground porteño de la segunda mitad de la década de 1980 y germen de toda una generación de artistas que comenzaron (o pasaron por) allí y luego se convirtieron en referencia en numerosos ámbitos.

Casi 45 testimonios y un valioso trabajo de archivo (no siempre conservado en las mejores condiciones) permiten reconstruir la historia del mítico tugurio de Venezuela 336 (luego de su cierre en junio de 1990 hubo una segunda etapa en la calle Chacabuco hasta 1995 pero ya nunca fue lo mismo), que antes había sido el Teatro de la Cortada.

Uno podría sostener que a Parakultural: 1986-1990 no le falta prácticamente nada (bueno, no hablan Humberto Tortonese ni Vivi Tellas, por ejemplo), pero sí algo más de audacia, riesgo y delirio, características que sobraban en ese sótano lleno de humedad (se tiraba aserrín en el piso para aplacar el olor), nula ventilación, precaria instalación eléctrica y unos baños que daban miedo. Todo luce demasiado prolijo, clásico y por momentos hasta tan convencional que se extraña algo más de desparpajo.

Por ese antro de tres escenarios pasaron los intérpretes más revulsivos y provocadores que -siendo en casi todos los casos apenas unos veinteañeros- surgieron en plena primavera alfonsinista (muchos provenían de la Compañía Argentina dé Mimo de Ángel Elizondo), así como muchas de las bandas que luego pasaron a la fama (o al olvido).

Entre imágenes de la época prestan sus testimonios a cámara los dos fundadores del Centro Parakultural (esos seres generosos, motivadores y entusiastas que fueron Omar Viola y Horacio Gabin), así como Carlos Belloso y Damián Dreizik (Los Melli), Veronica Llinás, María José Gabin y Alejandra Flechner (Gambas al Ajillo), Luis Aranosky (Triciclosclos), Gabriel Chame, Guillermo Angelelli y Cristina Martí (El Clu del Claun), Geniol, Karina K, Fernando Noy y hasta la encantadora boletera paraguaya Elisa Quiroz (todo un hallazgo).



Cada uno tendrá su segmento destacado en el documental, que también dedica una parte significativa al terreno musical (allí tocaron desde Los Redondos hasta Divididos, pasando por Don Cornelio y la Zona, Todos Tus Muertos, Los Pillos, Attaque 77, La Forma, Massacre Palestina, Amor Indio, Flema y un largo etcétera). De algunos conciertos, como los de Los Redondos y de TTM, han quedado valiosos registros; otros, en cambio, solo permanecen en el recuerdo de los protagonistas (yo pasé buena parte de mi juventud allí) o en crónicas de, por ejemplo, la revista Cerdos & Peces de Enrique Symms.

Sergio Rotman y Palo Pandolfo son solo algunos de los músicos que remarcan el valor de sus experiencias en el Parakultural, mientras que Villegas y Zárate recurren también a imágenes de películas anteriores como Esta me la vas a pagar, de Claudio Caldini; y La peli de Batato, de Goyo Anchou y Peter Pank (todos coinciden en que Barea fue el alma, el ángel, el referente máximo de aquella generación); o al videoclip con Luca Prodan y Luis Ziembrowski filmado en aquellas instalaciones por Rodrigo Espina y José Luis García.

“Éramos jóvenes, pobres y desconocidos, y teníamos un sótano para hacer lo que nos gustaba”, dice a modo de definición (perfecta) la Negra Flechner. Es que “El Para” fue mucho más que un centro cultural. Fue el ámbito de encuentro de artistas que fuera de allí eran incomprendidos y hasta menospreciados. El Parakultural, que era clausurado casi de forma semanal o cuyos ingresos iban en su mayor parte para pagar coimas y evitar así más cierres, se convirtió en el refugio de una comunidad con sentido de pertenencia.

Humor absurdo y paródico, vanguardia, experimentación, improvisación, desnudos, travestismo, insultos, provocación, interacción permanente (no siempre en los mejores términos) con el público de largos impermeables y raros peinados nuevos rompiendo las convenciones y la cuarta pared. Todo eso y mucho más se permitía (y se cultivaba y se incentivaba) en las performances de en general no más de diez minutos que cada artista proponía: una escena, una improvisación, un “work in progress” para cumplir un ritual catártico y expresivo.

Frente a la Bienal alfonsinista, el Parakultural organizó la Para-Bienal con todos los rechazados, los desclasados, los descastados. Pero más allá de que El Para siempre se recicló, se reinventó, no gustaba a Toxicomanía a la Iglesia ni al establishment en general. El poderoso sindicato de porteros (SUTERH) fue comprando todos los edificios aledaños hasta que, ya en pleno desmadre en tiempos de menemismo, se quedó finalmente con el de Venezuela 336. La ley del más fuerte. Capitalismo salvaje. Fue el fin de una era y de un sueño de independencia y libertad. El adiós a los '80.




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COMENTARIOS

  • 29/03/2021 21:17

    Los limados que se hacían llamar "artistas under"

  • 20/03/2021 17:02

    Alli en el sotano de Venezuela la vi por primera vez a Verónica LLinas enfundada en un mameluco plateado brillante cantando una canción en homenaje al Pijo..como ella lo llamaba. Para recordarlo y amarla para toda la vida....

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