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Crítica de “Scorched Earth” (“Verbrannte Erde”), película del alemán Thomas Arslan (sección Panorama) - #Berlinale2024
Catorce años después de In the Shadows, el director de Brothers and Sisters (1996), Dealer (1998), A Fine Day (2001), From Far Away (2005), Vacation (2007), Gold (2013) y Bright Nights (2017) presentó la segunda parte de una trliogía a la que todavía le queda una última entrega.
Scorched Earth (Verbrannte Erde, Alemania/2024). Guion y dirección: Thomas Arslan. Elenco: Mišel Matičević, Marie Leuenberger, Alexander Fehling, Tim Seyfi y Bilge Bingül. Fotografía y edición: Reinaldo Pinto Almeida. Duración: 101 minutos. En la sección Panorama.
Quizá era una de las películas más esperadas de la Berlinale: una pieza situada en Panorama, una sección que en los últimos años ha quedado arrinconada en la programación, sin funciones de prensa, y ubicada normalmente lejos de Potsdamer Platz, lugar inhóspito pero centro neurálgico del festival.
El título es Scorched Earth, y su director es Thomas Arslan. La premisa prometía: la película recuperaba al protagonista y el universo de la que, al menos según mi opinión, es la mejor obra de Arslan, In the Shadows / Im Schatten. En aquel film, Arslan seguía a Trojan, un ladrón del que apenas sabíamos nada, y del que en realidad nunca sabremos gran cosa. In the Shadows era una película sobre la acción, profundamente deudora (como el mismo Arslan me reconocó en su momento en una entrevista) del cine de Don Siegel. Como aquel, a Arslan no le interesaba aquí la construcción psicológica del personaje, sino su eficacia.
Como In the Shadows, Scorched Earth es una película de acción, en el sentido de que los gestos, el movimiento, el nervio, rigen las imágenes. Arslan recupera a Trojan (Mišel Matičević). De nuevo, no sabemos qué ha sido de él en este tiempo, de dónde viene, qué ha hecho en los 12 años que han pasado desde la historia anterior. Apenas entendemos que ha vuelto a Berlín y que necesita dinero. Se pone así a trabajar de nuevo. Y de hecho es así como Arslan presenta a su personaje, irrumpiendo en una mansión de donde sustrae unos relojes de lujo. Como sucedía en In the Shadows, Arslan propone un viaje hacia una fatalidad que no está exenta de una cierta absurdidad. Ya desde el comienzo de la película, nada sale como debería: el negocio de los relojes se tuerce cuando el comprador quiere quedarse tanto con los objetos robados como con el dinero. Esta primera parte es solo una exposición, a pequeña escala, de lo que sucederá luego cuando Trojan acepte un golpe mayor, el robo de un cuadro para un avaricioso comprador.
Curiosamente, el cuadro que tiene que robar Trojan es La mujer en la ventana, una pintura de Caspar David Friedrich, adalid del romanticismo, y de la expresión de los sentimientos a través del paisaje. El protagonista de Scorched Earth no dice nada, solo se expresa mediante su profesionalidad y parece exento de cualquier emotividad.
El retrato del mundo del crimen se presenta así lejos de la épica que rige habitualmente el género del thriller. Scorched Earth es una película tensa, pero su vocación es anticlimática. Ni la escena del robo en el museo, ni los encuentros entre Trojan y su compañera con el esbirro del comprador que no quiere pagar suceden desde la pirotécnica. Scorched Earth es un globo desinflado, y curiosamente en eso está su grandeza, en la manera que Arslan trabaja sobre la acción. Este gusto por la acción por encima de la emoción lleva a la película a un terreno sumamente plástico, el de las sombras, las luces en la noche, el movimiento, los gestos.
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