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Crítica de “Super Happy Forever”, película del japonés Kohei Igarashi (sección Giornate degli Autori) - #Venecia2024
El realizador de Hold Your Breath Live a Lover (2014) y Takara, la nuit où j’ai nagé
(codirigida en 2017 con el francés Damien Manivel) inauguró la sección paralela más importante de la mostra con una bella, dulce y melancólica película.
Super Happy Forever (Francia, Japón/2024). Dirección: Kohei Igarashi. Guion: Kohei Igarashi y Koichi Kubodera. Elenco: Hiroki Sano, Yoshinori Miyata, Nairu Yamamoto y Hoang Nhu Quynh. Fotografía: Wataru Takahashi. Edición: Keiko Okawa, Kohei Igarashi y Damien Manivel. Música: Daigo Sakuragi. Duración: 94 minutos. En la sección paralela Giornate degli Autori (película de apertura).
Es probable que Sano y Miyata no conozcan el dicho que asegura que “no conviene volver al lugar donde uno fue feliz”. O, si la conocen, hacen caso omiso porque estos dos amigos vacacionan en el mismo lugar que visitaron cinco años atrás. Por la falta de vitalidad y entusiasmo, por una apatía mezclada con tristeza, está claro que el hotel de la ciudad japonesa de Izu donde se hospedan funciona como el combustible que enciende la mecha de la nostalgia en Sano (Hiroki Sano).
El muchacho pregunta a todas las personas que se le cruzan si de casualidad encontraron una gorra roja que perdió… en su primera visita. Pero ese no es el motivo de su estado de ánimo: la verdad es que aquella vez, y en ese mismo hotel, conoció a la que sería su novia, quien acaba de fallecer, tal como les cuenta a dos compañeras de un seminario (llamado como el título del film) a las que reencuentra junto a su amigo vacacionando en ese lugar.
A partir de esa revelación, y mientras Sano y Miyata (Yoshinori Miyata) separan sus caminos vacacionales, la película de Kohei Igarashi viaja hasta aquel pasado cercano para narrar, desde el punto de vista de Nagi (Nairu Yamamoto), cómo fue que conoció a esos amigos y los primeros pasos del romance. Habrá también un par de personajes con peso en esa trama del pasado.
Podría pensarse que una película sobre el duelo tendrá un tono mortuorio. Pero Super Happy Forever apuesta por la liviandad, con sus escenas siempre soleadas y un modo de filmar los diálogos –casi todos triviales– que por momentos recuerda al cine del coreano Hong Sangsoo. No hay gravedad ni grandes disquisiciones sobre el sentido de la vida en esta película ligera como brisa de verano, tan dulce como melancólica.
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