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Crítica de “Babygirl, deseo prohibido”, película de Halina Reijn con Nicole Kidman, Harris Dickinson y Antonio Banderas
El segundo largometraje de la directora neerlandesa de Muerte, muerte, muerte (Bodies Bodies Bodies) es una audaz y muy actual exploración del poder y la sexualidad que le valió a Kidman el premio a Mejor Actriz en la Mostra de Venecia y una nominación al Globo de Oro, entre varios otros reconocimientos.
Babygirl, deseo prohibido (Babygirl, Estados Unidos/2024). Guion y dirección: Halina Reijn. Elenco: Nicole Kidman, Harris Dickinson, Antonio Banderas, Sophie Wilde, Esther McGregor, Vaughn Reilly y Victor Slezak. Fotografía: Jasper Wolf. Edición: Matthew Hannam. Música: Cristobal Tapia de Veer. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 114 minutos. Apta para mayores de 16 años. Salas: 54.
Pasé durante los 114 minutos de Babygirl por muy disímiles sensaciones y estados de ánimo: desde fascinación y admiración hasta fastidio e incomodidad. Ya transcurridas cinco horas desde la proyección matinal lo que prima es un reconocimiento hacia una película que provoca, que se mete con temas muy actuales desde perspectivas y formas no demasiado transitadas por el cine contemporáneo. Es un film que -intuyo- interesará más en general al público femenino, aunque el desconcierto que seguramente generará entre los hombres es también un buen síntoma: hay mucho para sentir y pensar a partir de este trabajo firmado y filmado por la guionista y realizadora Halina Reijn.
Es casi imposible iniciar el análisis sin hablar de Nicole Kidman. No solo porque es la estrella que con su presencia garantizó la factibilidad de la película sino por lo osado de la elección. Y, otra vez, la audacia no proviene tanto de los varios desnudos que hace a sus 57 años sino por las tremendas exigencias expresivas, las dimensiones e implicancias psicológicas y morales de su personaje.
Kidman es Romy, CEO de una poderosa compañía propia a-la-Amazon llamada Tensile Automation que se dedica al comercio electrónico con un uso cada vez más intensivo de robots en la distribución de mercaderías. La primera secuencia es ya por demás incisiva y perturbadora. La vemos manteniendo un encuentro sexual con Jacob (Antonio Banderas), su marido desde hace 19 años y con quien tiene dos hijas adolescentes. Ella finge un orgasmo, pero al toque se va al baño para masturbarse mirando porno en la computadora.
Si desde el minuto uno apreciamos que hay en Romy mucho de insatisfacción, fingimiento y fantasías no cumplidas la cuestión se torna aún mucho más compleja, secreta y peligrosa cuando ella inicia un affaire con Samuel (Harris Dickinson, visto en Beach Rats, La garra de hierro, El triángulo de la tristeza y Blitz), un pasante mucho más joven que acaba de sumarse a la compañía.
No conviene adelantar nada de cómo se desarrollan los hechos, pero la película de Reijn se mete con las distintas vertientes del erotismo y la sexualidad (con su costado perverso y sus aspectos divertidos) que van desde lo consensuado hasta la dominación y sumisión, el control y la manipulación.
Así como El graduado en los años '60 y 9 semanas y media en los '80 sintonizaron con un espíritu de época, Babygirl es un film que pone en cuestión varias de las problemáticas en estos tiempos de corrección política, cancelación y movimiento #MeToo porque aquí quien tiene un lugar de poder es la mujer, pero es una eventual denuncia del varón la que podría destruir la carrera de una ejecutiva que es considerada modélica por sus empleadas. La inversión, en este caso, funciona de maneras inquietantes.
Como todo film que juega siempre al filo, que transita por la cornisa, hay varias escenas que están al borde de lo ridículo, de lo patético, de generar vergüenza ajena, pero casi siempre Reijn y Kidman salen airosas de los desafíos que se proponen para concretar, en definitiva, un film decididamente cuestionador y transgresor.
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