Críticas
Estreno en cines
Crítica de “El conjuro 4: Último ritos” (“The Conjuring: Last Rites”), película de Michael Chaves con Vera Farmiga y Patrick Wilson
El director de La maldición de La Llorona (2019), El conjuro: El diablo me obligó a hacerlo (2021) y La Monja 2 (2023) regresa con su cuarto aporte a la más exitosa franquicia de terror, que ya recaudó más de 2.100 millones de dólares a nivel global y fue vista por casi 9 millones de espectadores en los cines argentinos.
El conjuro 4: Último ritos (The Conjuring: Last Rites, Estados Unidos/2025). Dirección: Michael Chaves. Elenco: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Mia Tomlinson, Ben Hardy, Steve Coulter, Rebecca Calder, Elliot Cowan, Kíla Lord Cassidy, Beau Gadsdon, John Brotherton y Shannon Kook.. Guion: Ian Goldberg, Richard Naing y David Leslie Johnson-McGoldrick. Fotografía: Eli Born. Edición: Elliot Greenberg y Gregory Plotkin. Música: Benjamin Wallfisch. Distribuidora: Warner Bros. (New Line). Duración: 135 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Tras El conjuro (2013), de James Wan (1.085.000 entradas); Annabelle (2014), de John R. Leonetti (740.000 tickets); El conjuro 2 (2016), también de James Wan (1.785.000 espectadores); Annabelle 2: La creación (2017), de David F. Sandberg (1.200.000); La Monja (2018), de Corin Hardy (1.160.000); La maldición de La Llorona (2019), de Chaves (450.000); Annabelle 3: Viene a casa (2019), de Gary Dauberman (860.000); El conjuro 3: el diablo me obligó a hacerlo (2021), de Chaves (330.000); y La Monja II (2023), de Chaves (1.280.000), llega el décimo aporte a este “universo” iniciado 12 años atrás y que, al menos en cuanto a las entregas de El conjuro (o a su dupla protagónica), tiene sabor a despedida. Y está bien que así sea.
Mucha (demasiada) agua ha corrido bajo el puente de esta franquicia creada por James Wan con múltiples desprendimientos (de Annabelle a La Bruja), pero el corazón, la esencia ha sido desde siempre la saga de El conjuro y, más puntualmente, los personajes de Ed y Lorraine Warren, inspirados en dos investigadores de lo paranormal que existieron en realidad. El matrimonio interpretado por Vera Farmiga y Patrick Wilson se convirtió ya en un clásico del género, dos seres queribles a los que acompañamos en cada una de sus batallas contra lo demoníaco y lo sobrenatural.
Pero El conjuro 4 es un compendio de varios de los problemas que han ido minando la eficacia, la potencia y la audacia de la saga. No está mal, tiene su encanto y sus buenos sustos, pero es demasiado larga (135 minutos), derivativa y oscilante, y -quizás para sintonizar con estos tiempos- se ha vuelto cada vez más cursi, sentimental y conservadora.
Tras un prólogo ambientado en 1964, en el que Lorraine casi pierde a su beba en un complicado parto en la que se perciben presencias inquietantes, la acción salta hasta 1986 (pronto escucharemos She Sells Sanctuary, de The Cult; Things Can Only Get Better, de Howard Jones; y Let's Dance, de David Bowie). Esa beba nacida de forma milagrosa es hoy Judy (Mia Tomlinson), una veinteañera que les presenta a sus padres a su novio Tony Spera (Ben Hardy), un ex policía con quien además planea casarse pronto, para perplejidad del “guardabosques” Ed, quien además sobrelleva un precario estado de salud por crecientes problemas coronarios.
Ed y Lorraine están retirados hace tiempo y se dedican a dar conferencias con muy escasa repercusión (hay un simpático chiste con Los Cazafantasmas), pero antes de dar las hurras (¿serán a la larga Judy y Tony quienes heredarán la saga?) se meten a pedido del padre Gordon (Steve Coulter) con un último caso de posesión diabólica en Pensilvania. En el seno de la destartalada casona de los Smurl, una típica familia de clase media, hay una joven llamada Heather (Kíla Lord Cassidy) que sufre en carne propia los efectos de un viejo y muy particular espejo (no conviene entrar en spoilers).
Chaves es un director con oficio, pero está lejos de ser un “autor” dentro del género y lo suyo es trabajar los materiales sin demasiado riesgo, yendo siempre a lo seguro. Así, más allá de las implicancias emocionales que la saga sigue generando con su ya largo recorrido y del indudable carisma de su pareja protagónica, El conjuro se ha ido amoldando a las fórmulas más transitadas del género y lo que alguna vez fueron películas distintivas y sorprendentes hoy se suman en varios aspectos a la marea de convencionales novedades del terror.
PD: Vale la pena quedarse para los créditos finales, que incluye mucho material de archivo sobre la vida real del matrimonio Warren, y una escena que podría marcar la continuidad de la saga.
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