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Dos críticas de “Niñato”, de Adrián Orr
Ganadora de la Competencia Internacional del último BAFICI, esta ópera prima española nos acerca a la intimidad de una familia tan disfuncional como en el fondo querible con la crisis social en el trasfondo.
Niñato (España/2017). Guión, fotografía y dirección: Adrián Orr. Elenco: David Ransanz, Luna Ransanz, Oro Ransanz y Mía Ransanz. Guión: Ana Pfaff. Distribuidora: Zeta Films. Duración: 72 minutos. Apta para todo público. Salas: 8 (Village Recoleta, Cinemark Palermo, BAMA Cine Arte, Arte Multiplex Belgrano, Showcase Norte, Village Pilar, Cinema Paradiso de La Plata y Cines Del Centro de Rosario)
Especie de secuela y ampliación de su elogiado cortometraje Buenos días resistencia (visto en el BAFICI 2013), la ópera prima del madrileño Orr describe la cotidianeidad de David (David Ransanz) y sus tres hijos: Mia, Oro y Luna. Este pelado de 34 años no tiene un trabajo fijo, vive en casa de sus padres, es músico de rap (lo vemos cantar, componer y grabar), se ocupa como puede (como le sale) de la crianza de unos pequeños que no parecen prestarle demasiada atención (uno de ellos directamente suele taparse los oídos) y están más pendientes de la X-Box, y además tiene una novia que está a punto de irse al exterior por una beca de al menos un año. Documental ficcionado o ficción con fuerte impronta documental, Niñato habla de una sociedad gris y desangelada, que no ofrece demasiados estímulos ni oportunidades.
Orr apela a una cámara en mano y a una cercanía que por momentos remite al estilo dardenniano. El resultado, en ese y otros sentidos, es tan potente como devastador. El frío invernal que cala los huesos de sus criaturas y esa lluvia omnipresente transmiten y contagian una carga melancólica que desgarra el corazón. De todas formas, la película gambetea con astucia el golpe bajo, el patetismo y el sentimentalismo. La dinámica familiar, como todas, tiene sus irrupciones de humor (como cuando uno de los chicos demuestra sus habilidades para el hip hop), pero la sensación de desencanto todo lo invade y sintoniza con estos tiempos de crisis crónica en España. DIEGO BATLLE
Reseña 2, por Violeta Kovacsis
En la presentación de Niñato durante el Festival de Cine Europeo de Sevilla, el director Adrán Orr dijo que, con la cámara, los momentos ordinarios se convierten en extraordinarios. Mientras miraba una de las primeras secuencias de la película, en que la cámara se instala en la habitación de tres niños pequeños, que se resisten a levantarse de la cama y vestirse, pensaba en esas palabras de Orr. Ese momento, que debería ser un instante pero que se convierte en una espera larga, en la lucha del adulto para lograr que los pequeños se levanten, entre la penumbra de la madrugada, cobra un carácter extraordinario, pese a tratarse de una escena determinada por una absoluta cotidianidad.
Los tres niños son Oro, Luna y Mimi. Junto a ellos, está David, un rapero treintañero, apodado Niñato, que vive junto a sus padres y hermana, y que no tiene empleo. En este contexto, que poco a poco vamos descubriendo, Niñato cuida de sus hijos. Orr ficcionaliza la realidad: los personajes se interpretan a si mismos y la paciencia del cineasta tanto en los tiempos de rodaje (estuvo con la familia Ransanz durante años, primero para su corto Buenos días resistencia y, ahora, con Niñato) como en los planos confieren un aura realista a la representación. La cercanía a los personajes y los tempos dilatados, la cercanía también entre aquello que vemos y la realidad de los actores, convierten Niñato en una suerte de reto para el cineasta, que evita cruzar la línea que lo llevaría al voyeurismo.
Orr cierra el encuadre sobre sus personajes. Así, el piso en el que viven parece todavía más pequeño, mientras las voces resuenan en off. En este sentido, se toma su tiempo a la hora de ir dilucidando los vínculos entre el núcleo familiar: los abuelos, la hermana, los hijos y David. Todos ellos forman una organización implacable, en que las labores se reparten, en que la madre de David le lava la ropa; en que él va a buscar a sus hijos al colegio al mediodía, para evitar así pagar el comedor escolar; y en que los dos hermanos conversan sobre cómo abordar las rabietas cada vez más constantes de Oro. “¿Me puedes comprar unos tampax?”, dice por ejemplo en off la hija a la madre. El encuadre cerrado potencia este uso del fuera de campo. Del espacio, apenas vemos algunas cosas, como las paredes del apartamento, garabateadas por los niños, grafiteadas por el adulto que no quiere crecer, o raídas por el tiempo.
Cuando Oro comienza una suerte de huelga infantil a la hora de hacer los deberes, David debe dejar de hacer honor a su apodo y ejercer su estatus de adulto y de padre. Así se compone este retrato generacional en tiempos de crisis, esta brecha que ha precipitado nuevas formas de cuidado y de convivencia –los abuelos como sostén familiar–. En el fondo, aunque son películas distintas, Niñato comparte con Tierra firme, la película de Carlos Marqués-Marcet, el retrato de una generación de treintañeros que navega sin empleos, dependientes de los padres; la dificultad a la hora de asumir las responsabilidades de la edad adulta; y la necesidad de recurrir a otros modelos familiares. En Niñato, sin embargo, la luminosidad que por momentos asoma en Tierra firme da paso a la penumbra y al frío. En todo caso, la luminosidad se encuentra en los gestos de los niños
Entrevista al director Adrián Orr en OtrosCines/Europa
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Excelentes las criticas de Diego y Violeta.......es de esas pelis que su concepto expresivo inusual subyuga a muchos cinéfilos. Una cámara pegada a las nucas acompaña respetuosamente y sin interferir, la cotidianidad, sin asperezas, de un padre y sus tres hijos: sus dias son simples y sin mayor hilván de dramaticidad, a la pesca de la conmiseración de los espectadores, que las rabietas por la realización de la tarea, el rendimiento escolar o los chicaneos entre hermanos. Es la simple vida de quienes se tienen que amoldar a su realidad familiar y de paso, a las exigencias del medio: todo sugerido y sin ningún subrayado. Tanta parquedad informativa, lejos de confundir, enfatiza los elementos puramente afectivos y de responsabilidad filial que los une y sensibiliza y dota al relato, decididamente observacional y veraz, de una poesía humana muy especial y cero manipuladora. Pero esta concepción del cine también tiene sus bajones: de los cuatro espectadores de la función de las 14 hs, dos de ellos se retiraron separadamente promediando la proyección.