Críticas
Cine argentino en salas
Dos críticas de “Suerte de pinos”, película de Lorena Muñoz
Tras varias películas a gran escala como Gilda, no me arrepiento de este amor y El Potro, lo mejor del amor, Muñoz vuelve a un registro similar al de Yo no sé qué me han hecho tus ojos con un notable film premiado en el BAFICI 2025, en el que indaga en hechos traumáticos de sus ancestros en España.
Suerte de pinos (Argentina-España, 2025) Dirección y guion: Lorena Muñoz. Fotografía: Iván Gierasinchuk. Edición: Fernando Vega. Sonido: Emiliano Blain. Música: Pedro Onetto. Producción: Esteban Mentasti, Horacio Mentasti, Felicitas Raffo, Belén Bernuy Casas y Bárbara Fernández Annovelli. Distribuidora: Lucía Tebaldi. Duración: 92 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas: del 11 al 18 de septiembre (Cine Arte Cacodelphia, Cineclub Hugo del Carril de Córdoba, Espacio INCAA Unicen de Tandil, Espacio INCAA Centro Cultural Cotesma de San Martin de los Andes y Espacio INCAA Orestes Caviglia de Tucumán); del 18 al 24 de septiembre (Cine Arte Cacodelphia, El Cairo de Rosario, Cine América de Sante Fe y Cine Teatro Helios de Palomar); del 25 de septiembre al 1 de octubre (Cine Arte Cacodelphia yEspacio INCAA La Plata - Cine Municipal Select).
CRÍTICA 1, por Diego Batlle
Luego de varias películas a gran escala, Lorena Muñoz recupera un tono más personal (íntimo) con un documental en el que de alguna manera retoma ciertas búsquedas de Yo no sé qué me han hecho tus ojos, un a esta altura ya clásico que rodó hace más de dos décadas junto a Sergio Wolf.
Pese al desinterés de su madre, la directora viaja a Salduero, un pequeño pueblo cercano a Burgos, en la provincia de Soria, donde en 1954 un hombre mató de forma premeditada, a sangre fría, a dos mujeres (una de ellas era su propia esposa), que resultaron ser la bisabuela y la tía abuela de Muñoz.
La realizadora se encuentra con el rechazo de funcionarios políticos y judiciales, de vecinos que 70 años después siguen adhiriendo a un pacto de silencio (allí todos son parientes cercanos o lejanos) con un nivel de hostilidad que impregna al relato de un tono conspiranoico.
Pero, poco a poco, Muñoz va encontrando testimonios, recuerdos, rastros, documentación y hasta una película, La laguna negra (1952), de Arturo Ruiz Castillo, que se rodó en el mismo pueblo poco antes del doble femicidio y que de alguna manera parece anticipar los hechos.
Muñoz contiene a quienes se animan a hablar a cámara, pero también se expone, se emociona, se quiebra y -como muy buena cineasta que es- construye un relato que resulta lírico y detectivesco a la vez. Bello, desgarrador y contundente, político en su cuestionamiento de la herencia del franquismo y en una mirada feminista que jamás cae en la bajada de línea aleccionadora, Suerte de pinos es una oda a la memoria, a la obstinación por filmar lo que muchos han negado y tapado. El cine como bálsamo, como redención, como un arma de justicia poética y real.
CRÍTICA 2, por Ezequiel Boetti
Lorena Muñoz viene de incursionar en el sector más industrial del cine argentino con las biopics musicales Gilda, no me arrepiento de este amor y El Potro, lo mejor del amor, además del documental para Netflix María Soledad: El fin del silencio, sobre el crimen de María Soledad Morales. Para los habitués del BAFICI, sin embargo, su nombre es indisociable de lo que alguna vez fue el Nuevo Cine Argentino gracias a la codirección junto a Sergio Wolf de Yo no sé qué me han hecho tus ojos, film estrenado en la edición de 2003.
Si allí la dupla proponía, a la manera de una novela detectivesca, encontrar a la cantante Ada Falcón, cuyo rastro se había perdido largas décadas atrás, en Suerte de pinos Muñoz también indaga en el pasado, aunque aquí es uno mucho más íntimo, ya que involucra a su propia familia.
La directora viaja hasta un pequeño pueblo del norte de España donde hace 70 años ocurrió un doble femicidio en la plaza pública y a la vista de decenas de testigos. Las víctimas no eran otras que su bisabuela y su tía abuela, mientras que el asesino era la pareja de esta última, quien quería vengar una infidelidad. La ley de entonces avalaba ese comportamiento mediante un castigo de un puñado de años de cárcel sólo en caso de muerte. Caso contrario, la pena era de destierro.
Documental en primera persona con Muñoz ubicándose en el rol de detective que en Yo no sé qué me han hecho tus ojos encarnaba Wolf, Suerte de pinos propone varios niveles de lectura. Opera, por un lado, como el registro del choque entre lo urbano con lo rural (imposible no acordarse de As Bestas, de Rodrigo Sorogoyen) y del presente democrático con los vestigios del franquismo. Por otro, es una película sobre un pacto de silencio tácito entre casi todos los sectores de la comunidad: si las autoridades prefieren olvidar alegando que se trata de una publicidad negativa y la Justicia no permite filmar la causa porque no considera a Muñoz una “parte interesada”, varios de los vecinos, que en muchos casos tienen lazos sanguíneos con el victimario, prefieren no hablar o ignorarla.
Muñoz es una visitante indeseada y mirada de reojo por casi todos, lo que tiñe a buena parte de Suerte de pinos de un aire incómodo y tenso, casi paranoide, del que se despoja en su último tercio. Es allí, con la lectura susurrante de la causa por la realizadora y un montaje que muestra los lugares citados en el presente, que la película nuestra una faceta doliente a la vez que sanadora.
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