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Finalizó el 4° Cortópolis: Buen cine con respuesta masiva

Por Ezequiel Boetti
Este sábado 20/10 culminó en la ciudad de Córdoba este cada vez más interesante festival de cortos latinoamericanos que tuvo a Noelia, de María Alché, como uno de los triunfadores, y talleres dictados por Martín Rejtman (foto) y Nicolás Prividera. Más de 1.500 participantes en los cuatro días de muy diversas actividades. 

Publicada el 21/10/2012

Los estrenos comerciales en Buenos Aires de Hipólito, De caravana y El invierno de los raros hace casi un año, consolidaron ante los porteños un movimiento artístico cocinado a fuego lento pero constante: el cine cordobés. La cantidad y el equipamiento de las escuelas de cine locales y el furor de los cineclubes y espacios alternativos permiten explicar el fenómeno. Pero solo en parte, ya que eso se complementa con la proliferación de festivales y muestras cinematográficas: actualmente existen trece eventos dedicados a la producción audiovisual en esta provincia. Entre ellos, está el Festival Latinoamericano de cortometrajes Cortópolis, cuya cuarta edición culminó el sábado 20/10 en el Pabellón Argentina de la universidad local, con la ecuatoriana Océano sólido y la argentina Noelia como principales ganadores en la categoría documental y ficción, respectivamente. En la clausura también se vieron los trabajos realizados por tres grupos de jóvenes bajo la tutela de Martín Rejtman.

Lo primero que sobresale es la notable calidad técnica y formal del conjunto. Aun en la diversidad artística y en la irregularidad propia de gran parte de las Competencias de cualquier festival, los films se escuchaban bien y se veían mejor. Incluso aquellos confeccionados a lo largo de la semana que duró el taller dictado por el director de Rapado fueron por demás atendibles en ese sentido. Eso acentúa una tendencia observada en los últimos años, con grandes picos en los films de animación. Así, Cortópolis podría servir, ante todo, como validación de la rotura definitiva de la acepción del cortometraje como “ensayo” o “borrador” de un largo, o de un mero ejercicio académico de estudiantes de cine para, en cambio, empezar a confirmarse como una entidad con estilos y lenguajes propios: desde la experimentación de Ezequiel Salinas en :etad kadok hasta el enfoque personal y familiar de Teresa Arredondo en Días con Matilde, pasando por la apropiación genérica de la comedia de Salón Royale o los peores vicios del latinoamericanismo for export de la colombiana 200 minutos, el cortometraje se despliega saludable, variado -en formas y calidad- y en plena reverberación. En medio de ese panorama, vale la pena detenerse en algunos films vistos en estos últimos días.

El primero es el ganador en el apartado documental. Da la sensación de que hay una distancia enorme entre la concepción larval de Océano sólido y lo que finalmente fue. Los subtítulos aclaran que Tomás Astudillo se subió a un trasatlántico carguero con dos objetivos: el de volver a su Ecuador natal después de un largo periodo de estudio en Bélgica, y el de contar cómo es la vida de los marineros en ultramar. El problema surge en esta segunda parte, cuando ninguno de ellos -al final lo harán sólo dos- esté dispuesto a prestar su testimonio a cámara. Astudillo decide pegar un volantazo ante la eventualidad de lo imprevisto articulando la narración mediante unos subtítulos omnipresentes que le permiten desplazar el eje original a sus experiencias. Lo que no estaría del todo mal, ya que no es infrecuente que un documental asiente sus méritos justamente en aquello no pautado, a no ser porque la improvisación sobre la marcha se percibe. Esto se manifiesta sobre todo en el recurso de los subtítulos y en su falta de correspondencia con lo que se ve en pantalla. Así, si las imágenes -bellas y por momentos hipnóticas- están fascinadas por la tensión entre el poderío artificio de la máquina y la magnificencia de la naturaleza (el cruce del Canal de Panamá es quizás el máximo ejemplo de eso), el relato se empecina en centralizarse en una suerte de bitácora de viaje. O de un proyecto que finalmente nunca fue. 

Otro film centrado en las experiencias personales es Días con Matilde. Al igual que en la inminente Sibila, que se estrenará en Capital el 1°/11 y de la que se habló aquí durante el Festival UNASUR), la chilena Teresa Arredondo continúa desandando sus recuerdos y reconstruyendo su pasado, en este caso con el reencuentro con su casi nonagenaria abuela en el país trasandino. Escritora y poetisa, Matilde Ladrón de Guevara vive recluida de la sociedad en un pequeño departamento, sola y sin ninguna otra ocupación aparente más que la de esperar su propio deceso. 
Filmada con una cámara en mano por la propia Arredondo, forma que extrema la subjetividad del dispositivo, el film (re)construye el progresivo acercamiento entre dos personas cuyo lazo está menos en las vivencias presentes -hacía varios años que no se veían- que en los recuerdos de un pasado en común. Recuerdos que, por si fuera poco, la memoria de Matilde se empecina en esfumar. Así, a lo largo de los primeros minutos vemos cómo la directora procura recuperar la confianza perdida por los avatares del tiempo hasta alcanzar, en la segunda mitad del film, un grado de intimidad y sinceridad extraordinario (“Pienso que tendría que haberme muerto hace mucho tiempo y todavía sigo viva”, “varias veces pensé en suicidarme, pero nunca lo intenté”), construyendo así una parábola que va de la nostalgia por un pasado irrecuperable a la tristeza crepuscular por la inexorabilidad de la muerte, hecho patentizado en el momento en que Matilde entrega varias de sus prendas a la nieta. 

Como en éstas últimas, la subjetividad también es el gran tema de Noelia. Primer trabajo de la hasta ahora actriz María Alché (La niña santa), la película muestra las vivencias de una adolescente obsesionada con el registro cotidiano de su vida. Pero lo que retrata está lejos de la normalidad de la era 2.0, sino que empieza a inventar vínculos familiares con personas a las que no conoce, a inmiscuirse en departamentos ajenos, en hoteles, siempre con su cámara en mano. Notablemente actuado por Laila Maltz, la protagonista pone en juego no sólo el verismo del dispositivo cinematográfico, sino de aquello que ese dispositivo muestra. No es casual, entonces, que el jurado integrado por Roger Koza, Nicolás Prividera y la escritora y realizadora chilena Verónica Quénse haya fundamentado su premio destacando que el film “indaga al mismo tiempo en la estructura de la subjetividad tanto del personaje como del espectador”. Y de eso justamente se trata el cine.
 
A continuación, la lista de premios y los fundamentos del jurado. 

Categoría Cine Documental

Mención: Pero la noche, de Gretel Marín Palacio, Cuba, 2012: “El jurado ha decidido dar una mención a Pero la noche, película de Gretel Marín Palacio, por apostar a una forma novedosa de representar una experiencia comunitaria vinculada con el deseo (y la economía), en el contexto de una sociedad aún no del todo abierta y tolerante frente a ciertas elecciones de sus miembros”.

Premio oficial: Océano sólido, de Tomás Astudillo, Ecuador, 2012: “Por su retrato de una realidad laboral poco conocida y misteriosamente paradigmática de nuestro tiempo (el tiempo perdido de los marineros filipinos en un carguero en viaje de Europa a Latinoamérica), a través de una búsqueda cinematográfica capaz de interrogar esa experiencia tan singular como universal”. 

Categoría Ficción

Mención: Kálakalá, de Zipi, Argentina, 2012: “El jurado quiere distinguir a la película Kálakalá, de Zipi, porque sus procedimientos formales (decisiones de registro, concepción del sonido, estrategias de distanciamiento para comunicar una experiencia íntima y política) sugieren la necesidad de pensar lo experimental como fuente de inspiración de nuevas formas más allá de la distinción entre ficción y documental”. 

Premio oficial: Noelia, de María Alché, Argentina, 2012. “Debido a la consistencia de su puesta en escena, al sólido trabajo de sus intérpretes y a un guión obstinado en cuestionar la verosimilitud del registro fílmico e indagar al mismo tiempo en la estructura de la subjetividad tanto del personaje como del espectador”.

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