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Nanni Moretti: “Tengo las mismas inseguridades y angustias que cuando hice mi primera película”
Por Diego Batlle
Entrevista al notable intérprete y realizador italiano ante el estreno de Mia madre en Argentina.
Un domingo a las 10 de la mañana no parece ser el momento ideal para una entrevista, pero en Cannes cada minuto cuenta y ese fue el horario fijado para el encuentro con Nanni Moretti, uno de los directores, guionistas, productores y actores más notables del cine italiano de las últimas cuatro décadas, en la terraza de la disco Silencio (así, en español), que seguramente había despedido a sus últimos clientes noctámbulos apenas un rato antes.
Puntual y con evidente signos de cansancio (la noche previa había sido la función de gala en el festival con alfombra roja incluida), Moretti llegó a Silencio para hablar de Mia madre, su más reciente película y también una de las más personales y conmovedoras de su carrera.
Si bien regala muchos momentos de humor encantador y una mirada despiadada sobre el mundillo del cine, Mia madre tuvo como punto de partida un hecho trágico: en 2010, mientras estaba terminando Habemus Papa, la mamá de Moretti enfermó y luego murió. El dolor y la locura, con las fuertes contradicciones íntimas ante la exigencia descomunal que implica liderar un rodaje en el marco de una profunda crisis personal, son el eje de las desventuras de Margherita (Margherita Buy), curioso alter-ego femenino elegido esta vez por el director.
Para quienes -como este cronista- ya han entrevistado a Moretti varias veces en Cannes (fue su séptima participación en la competencia oficial, donde ganó como mejor director en 1994 por Caro diario y la Palma de Oro en 2001 por La habitación del hijo), Nanni no es en persona muy diferente del personaje tragicómico, querible, neurótico y obsesivo a la vez, que aparece en muchas de sus películas.
Como ocurre siempre antes de cada entrevista, explica al mozo de turno que debe traerle “por separado” varios expresos en una jarra, otra con leche caliente y espumosa y una taza vacía para que sea él quien defina cuál es la combinación perfecta para los cafés que irá saboreando durante el reportaje.
“Para mí venir a Cannes es un placer, un orgullo, un deber y una gran oportunidad para presentar y vender mis películas a todo el mundo. Competí por primera vez en 1978 con Ecce bombo y ya fui dos veces jurado, en 1997 y 2012 (la última como presidente). A esta altura hago cualquier cosa que ellos me pidan”, se sincera el creador de Aprile, El caimán y Habemus Papa - El psicoanalista del Papa, todos films también lanzados en la muestra que en mayo de cada año se realiza en el paradisíaco enclave la Costa Azul francesa.
Amable, analítico y reconcentrado (piensa bastante antes de dar cada respuesta), Moretti casi no mira al entrevistador. Con los ojos muchas veces cerrado y la cabeza hacia abajo, trata de construir con esfuerzo el mejor concepto posible. Una extraña mezcla de generosidad y dificultad para conectar con su ocasional interlocutor.
-¿Por qué eligió a una mujer para interpretar a un personaje que tiene tanto de usted?
-Margherita es definitivamente mi alter-ego. Desde el principio, cuando era apenas una idea de guión, ya tenía en claro que la protagonista debía ser una mujer. Sabés que no tengo problema en aparecer en pantalla, que no me resulta difícil reírme de mi mismo ni ser duro y autocrítico, porque lo soy todo el día, todos los días, pero me parecía mucho más interesante el punto de vista femenino para esta historia.
-Ya son tres películas seguidas en las que sólo se reserva un papel secundario cuando antes era el protagonista casi excluyente de sus películas ¿Por qué ese cambio?
-A esta altura de mi vida me resulta agotador ser protagonista de mis propias películas. Cuando tenía 20 o 30 años tenía otra energía… En los últimos tres films, El caimán, Habemus Papa y Mia madre, pude contar con actores extraordinarios para los papeles principales. Cuando le contaba a mis amigos que iba a hacer una película sobre un Papa que se sentía inadecuado, que estaba deprimido, todos me interrumpían y agregaban “que sos vos”. Y yo jamás pensé en hacer ese personaje.
-Mia madre trabaja sobre varias realidades: la de una cineasta, la de una mujer en crisis con su madre y con su hija; y, en un sentido más amplio, la de la sociedad italiana con sus problemas laborales y morales ¿Por qué esa mezcla?
-Me gusta trabajar diferentes conflictos y niveles de lectura. Y no sólo eso: también mezclé realidad con recuerdos, sueños y fantasías. Me gusta que cuando un espectador vea una escena no entienda bien si es real o parte de un elemento onírico. En la escritura y en el montaje trabajé mucho sobre esos diversos planos de percepción. Lo del cine dentro del cine es otro estrato que me interesaba incluir.
-¿La madre del film es parecida a su propia madre?
-No sé cómo ha hecho Giulia Lazzarini, una actriz de teatro casi desconocida en cine, para conectar con aspectos muy íntimos de mi verdadera madre sin haberla visto jamás. Es realmente impresionante. Mi madre fue una profesora de colegio secundario romano Ennio Quirino Visconti, nunca tuvo una vinculación demasiado fuerte con el cine. El proceso de escritura fue doloroso, sobre todo en la primera versión, porque surgió de una experiencia real muy intensa. Sin embargo, ya en el rodaje sólo me conmoví una vez: cuando la nieta reacciona de una manera tan impactante en el momento en que su madre le avisa que la abuela ha muerto.
-La película trabaja sobre tres generaciones de mujeres: la abuela, la madre y la hija adolescente ¿Le costó sumergirse en ese universo de códigos femeninos?
-No soy un experto en relaciones entre mujeres, pero quería trabajar las diferencias entre lo que pasa entre la madre y la hija, donde todo está muy dificultado, trabado, y lo que ocurre entre la abuela y la nieta, con una conexión directa, franca, sin filtros, mucho más simple y nítida. Otra cosa que tenía muy en claro es que no quería que la exploración de este tránsito doloroso fuese un ejercicio de sadismo hacia el espectador.
-La película está llena de observaciones incisivas sobre la trastienda del cine e incluye referencias a Stanley Kubrick ¿Por qué?
-Las referencias a Kubrick que hace Barry Huggins, el actor estadounidense que interpreta John Turturro, tienen que ver con su carácter mitómano. Tenía que contar que había sido convocado por un gigante del cine. Con respecto a la película que dirige Margherita dentro del film, quería que no fuese alla Nanni Moretti sino que tuviese un fuerte sesgo social. Ella es una mujer que no logra nuca estar en paz con ella misma, con una vida privada caótica y no quería que la película dentro de la película funcionara como un espejo de su propia crisis. Por eso, necesitaba que al menos su film fuese muy sólido y estructurado.
-Llama la atención tanta incertidumbre en la protagonista cuando usted ya tiene una larga y exitosa carrera ¿Sigue sintiendo tanta inseguridad?
-Tengo las mismas dudas, inseguridades y angustias que cuando hice mi primera película. Muchos colegas aseguran que con los años, cuanto más filman, se vuelven más fríos y profesionales, que apelan a la experiencia y sienten todo más rutinario. A mí no me ocurre eso. En el proceso de escritura soy más autocrítico, mucho más duro conmigo que cuando era joven e irreverente, y por eso ahora todo me lleva más tiempo.
-¿Por qué el protagonista de la película en la ficción es un actor norteamericano y por qué eligió a Turturro?
-Para mí no hay tanta diferencia entre las nacionalidades. Por un lado estamos los actores y por el otro… la gente (se ríe). Quería a un actor no naturalista. A Turturro ya me lo había encontrado en Cannes, en Nueva York, había algo de familiaridad que me daba algo de confianza. Además, tiene cierta relación con la sociedad italiana, dirigió un documental sobre la canción napolitana, es -como yo- actor y director de cine, entiende fácil y rápido. Le di bastante margen para la improvisación. Todo el diálogo sobre Kevin Spacey, por ejemplo, fue idea suya…
-Con tres películas italianas en la competencia oficial de Cannes (la de Matteo Garrone, la de Paolo Sorrentino y la suya) se habló de un resurgimiento del cine italiano. Sin embargo, usted suele ser muy duro con la realidad de su país ¿Cómo analiza esta coyuntura?
-Si tomás el hecho de manera aislada parecería un gran momento, pero no lo es. No es el resultado de un sistema que funciona sino de esfuerzos individuales. No estamos atravesando un presente más sólido y serio que en los últimos años. El cine italiano sigue siendo considerado como algo marginal, de poca importancia, a diferencia de Francia, donde es prioridad gubernamental. Somos dos países vecinos, pero con una concepción casi opuesta sobre el cine y la cultura en general. Todo lo que rodea al cine italiano, desde la legislación hasta el clima de la industria, es bastante deprimente. Y ojo que no es sólo culpa de los políticos. La sociedad en su conjunto está muy distraída con cosas menores y efímeras como para preocuparse en serio por la cultura.
(Esta nota fue publicada en el diario La Nación del domingo 2/8/2015)
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