Reivindicación del grotesco

Esta transposición de la obra teatral de Julio Chávez apuesta al absurdo, al exceso, a la exageración y el desborde, pero -al contrario de lo que se podía suponer- el debutante Edi Flehner (un veterano de la publicidad) logra un resultado más que estimulante con este retrato de las contradicciones entre la gente de campo de bajos recursos y la neurosis porteña de clase media.

Rancho aparte (Argentina/2008). Dirección: Edi Flehner. Con Leandro Castello, Luz Palazón y Mercedes Scápola. Guión: Edi Flehner, basado en la obra teatral de Julio Chavez. Fotografía: Javier Julia y Hernán Bouza. Música: César Lerner. Edición: Juan Carlos Macías. Dirección de arte: Mariela Rípodas. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 90 minutos. Antes de escribir sobre Rancho aparte debo hacer una confesión que, ya verán, no es simple ejercicio de narcisismo o egolatría: no me gusta el grotesco. Mi "paladar" cinematográfico siempre estuvo más cerca del realismo, del naturalismo, de películas que apuestan más a la credibilidad y a la empatía que a la exageración, al desborde, por momentos casi al ridículo. No soy, por lo tanto, un fanático de comedias de gran éxito en la línea de Esperando a la carroza y la teatralidad en la pantalla es algo que logra irritarme con enorme facilidad.

¿Por qué esta introducción? Porque esta opera prima de Flehner (un veterano de la producción y del cine publicitario) es, precisamente, un grotesco basado en una obra escrita por el siempre talentoso Julio Chávez.

Tuve, por lo tanto, que hacer un enorme esfuerzo para vencer los prejuicios y rechazos casi automáticos que tengo frente a propuestas como ésta. Pero, y aquí reside el gran mérito de Rancho aparte, el mal humor inicial, las ganas de salir despedido de la butaca del Cinemark Palermo luego de la primera secuencia y reencontrarme con una mañana soleada, fueron de a poco mutando hacia la curiosidad primero y hacia cierto interés (no digo fascinación) por lo que allí se estaba contando y por cómo se lo estaba contando. Esta paulatina mejoría continuó una vez terminada la proyección y hoy, al sentarme a escribir frente a la computadora, mi sensación sobre la película es todavía más positiva que cuando la terminé de ver.

¿De qué se trata esta obra de Chávez adaptada y filmada por Flehner? De las diferencias sociales, culturales y regionales no sólo en un país como la Argentina sino en el mismo seno de una familia.

El viejo Tulio (Leandro Castello) y su sobrina Susana (Mercedes Scápola) son expulsados por el dueño de un rancho de paredes de barro y piedra en el pueblo de Nogolí (San Luis Cine es coproductor del proyecto) y, con lo poco que tienen -unos trastos viejos, el mate y el salamín-, se mudan a Buenos Aires, más precisamente caen de improviso en el departamento de Barrio Norte que tiene Clara (gran trabajo de Luz Palazón), hermana de Tulio y tía de Susana, una mujer solitaria y maniática que vive acompañada de sus productos light, de la televisión, de sus obsesiones y de su limpieza.

No es difícil advertir en la propuesta del film las contradicciones entre tradición y modernidad, entre el campo y la ciudad, entre la clase popular y la clase media, entre la inocencia del interior y la neurosis porteña, pero -por suerte- ni Chávez ni Flehner se manejan con blancos y negros sino que prefieren los grises, esos matices que permiten que no haya nadie del todo bueno ni del todo malo, que podamos comprender la lógica de cada uno de los personajes, más allá de que luego la compartamos o no.

El film juega permanentemente al absurdo, se sostiene en implacables (aunque por momentos grandilocuentes) monólogos y no logra revertir en varios pasajes la artificialidad, la teatralidad del relato original. Hay flashbacks que agregan poco y escenas (como la del tren blanco de los cartoneros) decididamente innecesarias, pero -repito- aunque Rancho aparte esté lejos de ser my cup of tea reconozco que tiene unos cuantos méritos (el primero de ellos: haberme interesado). Así, aunque no soy del palo, intuyo que a aquellos espectadores más afectos al grotesco, esta película puede resultarles una experiencia muy estimulante. Del ridículo, dicen, no se vuelve. Del grotesco, parece, sí.