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Veinte años después

Una visión tardía del film Cinéfilos a la intemperie permite seguir reflexionando sobre los cambios en la cinefilia local, el estado de la crítica y el paso del tiempo.
Publicada el 12/08/2008

Estaba ordenando el escritorio y me encontré con un DVD que Carlos O. García me dio en un pasillo durante el último BAFICI, aunque la película se dio en el festival hace un par de años. Cinéfilos a la intemperie fue filmada por el propio García y Alfredo Slavuztky entre 1989 y 1990, pero se montó recién en 2005 y su existencia posterior fue casi tan invisible como la que sucedió a su rodaje: no se transformó siquiera en una película de culto. Es cierto que se trata un film inasible. Por un lado, varios de sus protagonistas murieron o desaparecieron de la luz pública. Pero, sobre todo, da toda la impresión de ser una película de una minoría, sobre una minoría y para una minoría. "Este film documenta el estado de la cinefilia argentina hacia fines del siglo XX", dice la caja, y la verdad es que su tema no resulta en principio apasionante y hasta es probable que no lo sea.

Esto es así por dos razones, una buena y otra mala. La mala (o la buena, depende desde donde se mire) es que la cinefilia nacional era ya entonces, hace veinte años, una pasión crepuscular. Mucho antes de lamentos como aquellos de los que nos ocupamos en la columna anterior, en esa época ya se hablaba del cine como de una batalla perdida, como una pasión sin esperanzas, amenazada por el cierre de las salas, la muerte de los grandes maestros, la ineptitud de sus discípulos, la pobreza de la cinematografía local y el desinterés de los consumidores. De hecho, la visión más pesimista entre los críticos actuales resulta más optimista que la que deja traslucir la película, filmada en el momento en el que aficionados y sociólogos empezaban a coincidir en que al cine le quedaba poca vida. 

Pero la otra razón es muy curiosa. Aunque hay argumentos para sostener que se trata de un documental (los personajes hablan de su infancia en el cine, de sus directores preferidos, de sus rutinas y de sus obsesiones), Cinéfilos a la intemperie es más que nada un juego inteligente planeado por Rodrigo Tarruella y los realizadores. Consiste en simular una serie de entrevistas y dejar que los entrevistados reaccionen frente a la cámara con distintos grados de complicidad -desde la respuesta solemne al guiño intencionado- mientras se juega, al mismo tiempo, a otro juego que consiste en hacer una película. Es decir a elegir locaciones, plantear un travelling, disponer las figuras en el cuadro, disfrutar del aire libre. El resultado es muy raro. Por un lado, aparece Adolfo Aristarain diciendo más o menos lo que ha repetido en docenas de entrevistas, el filósofo Alberto Delorenzini hablando de cosas muy difíciles o Tito Vena mostrando sus homéricas recopilaciones de datos. Pero también se lo ve a Edgardo Cozarinsky con una inexplicable rosa en la mano (¿la de Coleridge, de la que hablaba Borges?) o a Tarruella, deambulando con una planilla que pretende ser una encuesta o tal vez un guión y haciendo comentarios tan amables como sarcásticos frente a las respuestas de sus interrogados. Lo que más llama la atención y le da su tono a la película es lo distendidos que están los invitados, como si hablaran desde una burbuja en el más allá, como si quisieran -en palabras de Jorge Acha- dejar un mensaje para los antropólogos del año 3000.

Los cinéfilos de fines de los 80 parecían gente de buen humor: hasta Jorge García resulta un tipo bien dispuesto. Pero, de todos modos, la película sería otra sin la participación de Acha, que interpreta el juego como nadie y produce un par de intervenciones geniales, seriamente desopilantes. En una de ellas, se asiste al siguiente diálogo:

Acha: El cine es perjudicial, en general el arte es perjudicial. Es parte de la involución, del fracaso del hombre. Las cucarachas no hacen más arte, tal vez lo hicieron en alguna época hasta que encontraron la forma en la que tenían que vivir.

Tarruella: Pero las cucarachas cucarachean, no pueden hacer otra cosa.

Acha (imperturbable): No te creas, me parece que decidieron hacer un poco menos para poder vivir más. El arte es una señal de que el hombre no ha podido alcanzar lo que debía alcanzar y entonces lo recrea.

Artista plástico y cineasta experimental de Miramar, Acha filmó tres largometrajes (Hábeas corpus, Standard, el inconcluso Mburucuyá) que nunca se estrenaron comercialmente, pero dejaron una impresión notable entre quienes tuvimos la suerte de verlos. Cinéfilos a la intemperie sugiere que nunca le prestamos suficiente atención al personaje.

En otra escena, preguntado por el miedo en el cine, dice que lo aterrorizan las películas familiares, los cumpleaños y los casamientos porque la muerte está allí presente como nunca. Especialmente, dice:

“Cuando alguien saluda así a cámara, así como lo hago yo en este momento, ahí cagó: eso es jugar con la muerte y es peligrosísimo.”

Acha murió unos años más tarde, cuando apenas tenía cincuenta. También murieron Tarruella, Vena y Edgardo Chibán, gran cinéfilo salteño. Los otros están invariablemente más viejos, incluido un columnista de este sitio. Hay una gran melancolía en la película que se transmite a todos los que conocimos a sus personajes. Pero también, casi milagrosamente, prevalece otra sensación: la alegría de un juego para muchachos grandes que nunca dejaron de ser niños y nos hablan desde una noble y despreocupada inocencia, una inocencia que se revela de otra época a pesar de que no es tanto el tiempo transcurrido. Ese es el secreto que, sin duda, no escapará a los antropólogos del próximo milenio.

COMENTARIOS

  • 17/08/2008 21:31

    Quintín, siguen tus homenajes y reivindicaciones a Tarruella. Me gustaría escribas más profundamente sobre él, cómo era, de qué escribía, cómo se nutría, cómo influyó en vos y en todos aquellos que formaron parte de la primera etapa de El Amante, por qué no hay nuevos "Tarruellas", etc, etc. Sería muy enriquecedor.

  • 14/08/2008 20:09

    La cinefilia es un culto al clasicismo, a la melancolía, a la historia del cine (y a la personal). Y la columna, más allá de que está escrita por un cinéfilo pero desde afuera (desde la no pertenencia a esa época y a ese círculo) también tiene una carga nostálgica. Y diria que es casi mortuoria, porque como bien dicen casi todos han muerto y los que eran pibes entonces hoy son veteranos de mil batallas como Jorge García o Sergio Wolf (por qué no lo nombras, Quintin?). En fin, para mí, más allá de los homenajes, habría que empezar a discutir sobre qué es hoy la (nueva) cinefilia.

  • 14/08/2008 13:14

    En contraste con ese reconocimiento de la cinefilia como "pasion crepuscular", los muchachos de EL AMANTE (comandados por Gustavo Noriega en plan Dorian Gray) siguen titulando "sigue el mejor momento del cine argentino" (?). Solo porque estrenaron Trapero y Martel? (el primero con una pelicula sobrestimada hasta lo imposible) Me imagino el titulo cuando estrene Llinas: "Recontrasigue el mejor momento del cine argentino". Dejense de joder...

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