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Entrevista a Roberto Porta, director de “Pequeño manifiesto en contra del cine solemne” (Cinéfondation) - #Cannes70
Argentina también estará representada en la competencia dedicada a cortometrajes de escuelas (en este caso de la Universidad del Cine) con este film que se burla de ciertos clichés de las películas de arte a partir de la historia de dos jóvenes (Juan Games y Ayelén Espíndola) que se conocen y pasan una noche juntos.
-¿Cómo fueron tu formación y tus trabajos previos?
-Comencé estudiando Ciencias Exactas y, ya un poco más grande, me cambié a dirección de cine. Más que nada me dediqué a posproducción (montaje y color), pero logré filmar un par de cortos entre los que están Jorge, que fue seleccionado para el 30º Festival de Mar del Plata, y ahora Pequeño manifiesto en contra del cine solemne.
-¿Cómo surge la idea de este nuevo corto?
-La verdad es que surgió luego de ver muchas películas pseudo-artísticas que termina siendo muy parecido entre sí. A mí me gusta mucho el cine que (podría pensarse que) estoy criticando, pero lo que en realidad cuestiono es cuando se hace por copia, por reflejo. Que un plano largo se piense erróneamente que es glorioso simplemente porque es largo. Las fórmulas no sólo están en Hollywood y, cuando algo funciona en festivales o con la crítica, también lo vemos mil y un veces reproducido.
-La película cuestiona cierto esnobismo, cierta pretenciosidad y ciertos lugares comunes del cine de autor y de la intelectualidad cinéfila, pero al mismo tiempo denota un conocimiento de ciertos cánones del tema ¿Tenés una formación cinéfila, te interesa el cine de autor? ¿Cuáles serían tus principales referentes a nivel de dirección?
-No me considero en absoluto un cinéfilo. Pienso de hecho que, aunque es necesario ver mucho para conocer y aprender, es también necesario liberarse un poco e intentar construir algo propio. Si uno es una enciclopedia del cine siempre va a tender instintivamente a ir hacia lo que conoce, o al menos esa es mi opinión. No encuentro pecado en no haber visto toda la filmografía de Hitchcock o de cualquier otro director consagrado. Con respecto a lo que a mi me interesa, aprecio lo que tiene una marca muy fuerte y muy propia. Por ejemplo, películas como Una paloma sentada en una rama reflexionando sobre la existencia, de Roy Andersson; Tabú, de Miguel Gomes; Kynodontas, de Yorgos Lanthimos; El club, de Pablo Larraín; y Synecdoche, New York, de Charlie Kaufman.
-La película plantea un juego dialéctico entre esos carteles que ocupan todo el plano casi como del cine de agitación y unas escenas ficcionales muy graciosas y ligeras ¿Cuáles eran las principales búsquedas a partir de esta estructura?
-La idea principal era tomar una historia muy tonta (chico y chica pasan la noche juntos) y contarla de las maneras más típicas del cine súper serio. Mostrar lo trivial de forma solemne. Las placas que interrumpen de ese modo, como bien decís vos, van más a la parte de manifiesto, de enunciar reglas (o contra-reglas) con mucha violencia, mucho ruido (con el pequeño prólogo del principio se entiende más, ya que antes de agregarlo no quedaba muy claro hacia dónde apuntaba el corto). Y, finalmente, la combinación de ambas cosas apuesta a la comedia: se anuncia con pitos y bombos una escena absolutamente irrelevante.
-¿Qué expectativas tenés con esta selección para el principal festival del mundo y cómo sigue la trayectoria del corto y de tu carrera con próximos proyectos?
-Para ser sincero, encuentro casi irreal que esté sucediendo esto. No sé si tengo una expectativa muy clara, pero sé que es el comienzo de un sueño. Es un gran incentivo para seguir adelante con más cosas y con un poco de suerte es algo que me puede ayudar a conseguirlas, algo que mueve desde adentro y desde afuera. Pienso pronto comenzar a trabajar en mi primer largometraje, aunque no quiero dejar de hacer cortometrajes porque es algo que me encanta y dan muchas oportunidades de ejercitarse como realizador.
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