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Crítica de “Verano 1993”, de Carla Simón
Con el auspicio de OtrosCines.com se estrena en 9 salas de la Argentina una de las óperas primas más galardonadas de los últimos años (fue distinguida en festivales como los de Berlín, BAFICI, Málaga y Londres, así como en las últimas entregas de los Premios Goya, Feroz, Fénix y Gaudí). Se trata de una sensible y emotiva historia autobiográfica sobre el dolor, la ausencia y las segundas oportunidadas narrada desde el punto de vista de una encantadora niña de 6 años (ese prodigio actoral que es la pequeña Laia Artigas).
Verano 1993 (Estiu 1993, España/2017). Dirección: Carla Simón. Elenco: Laia Artigas, Bruna Cusí, David Verdaguer y María Paula Robles. Guión: Carla Simón, y Valentina Viso. Fotografía: Santiago Racaj. Música: Pau Boïgues y Ernest Pipó. Edición: Didac Palou y Ana Pfaff. Distribuidora: Maco Cine. Duración: 97 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas: 9 (Arte Multiplex Belgrano, Atlas Patio Bullrich, Cinema City General Paz, Lorca, BAMA Cine Arte, Showcase Norte, Showcase Córdoba, Cinema Paradiso de La Plata y Cines Del Centro de Rosario).
Los padres de la directora Carla Simón murieron a causa del virus HIV cuando ella era muy pequeña y, si bien el SIDA nunca se nombra en la película, está claro que en aquellos tiempos (1993) había tanto prejuicio como desconocimiento respecto del tema.
La película está narrada desde el punto de vista de Frida (Laia Artigas), una niña de seis años que -tras la muerte de su madre- va a vivir con sus tíos Esteve (David Verdaguer) y Marga (Bruna Cusi) y la aún más pequeña y encantadora prima Anna (Paula Robles) en un aislado entorno rural cerca de Barcelona. Los abuelos y amigos de la familia la visitan algunos fines de semana, pero en el día a día -y sin entender demasiado lo que ocurre- la protagonista debe enfrentar una nueva realidad.
Artigas -un dechado de expresividad y matices- alcanza a trasmitir toda la angustia, la desolación, la incomodidad, el malestar, la ira, la dureza y las sucesivas transformaciones de una niña marcada por una tragedia que no sabe cómo procesar. Cuando finalmente puede llorar, es probable que ningún espectador deje de acompañarla en esa explosión desgarradora que más que sufrimiento es una manera de aflojar y liberar tanto dolor contenido.
Con la cámara siempre cerca y a la altura de la pequeña heroína, con una capacidad de observación no demasiado habitual para que ningún detalle, gesto o mirada reveladora se le escape, Carla Simón hace gala de un aplomo infrecuente en una operaprimista. Pero, más allá de los aciertos formales y en la dirección de actores, lo que hace de Verano 1993 una pequeña gran película es el pudor, el recato, la forma en que elude casi todos los golpes bajos y las tentaciones demagógicas que este tipo de historias suelen ofrecer.
Bella y sensual, esta narración intimista y veraniega lidia con la muerte sin regodearse en el dolor, pero tampoco resulta banal o simplista. El haber encontrado el tono justo, ese que es capaz de seducir al público sin tomarlo de rehén, es el principal mérito de una directora (que tiene algo de Lucrecia Martel y Mia Hansen-Løve) a la que habrá que prestarle mucha atención en sus futuros trabajos.
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Pulsión de vida. Gigante maravilla.
La película se basa en la niñez de la directora Carla Simón que a los 7 años (en 1993) quedó huérfana luego de la muerte de su madre como consecuencia del sida. La niña Frida se deberá ir de la ciudad de Barcelona a un pueblo rural alejado, para vivir con sus tíos, convirtiéndose en la hermana mayor de su prima, otra niña de solo 3 años La película va de menor a mayor apoyándose en el mirada de Frida que durante la primera media hora de la película casi no habla. Luego habrá más información para el espectador y aparecerá el contrapunto entre la generación de los abuelos, apegados a la religiosidad del franquismo, y los padres que vivieron los años del destape con sus excesos que, en este caso, terminaron en tragedia. Es todo un mérito de la directora lograr que un tema tema sensible no se convierta en una película para llorar y es una decisión muy acertada del casting haberle dado el papel central a la niña Laia Artigas que hace acordar a la maravillosa Ana Torrent en CRÍA CUERVOS Un debut más que aceptable de Carla Simón, directora a la que habrá que seguir (7/10)
Bella película. La directora da una clase magistral de como contar una historia dura, conmovedora, sin caer en obviedades, lugares comunes o golpes bajos. (por un momento mientras la miraba pensé lo que podría haber sido en manos de tipos como Iñarritu o Lee Daniels). Párrafo aparte para la dirección de actores, fenomenal trabajo de la niña protagonista, pero también del resto del elenco. En fin, una perlita imperdible
Cuando la vi en BAFICI escribi lo siguiente, en caliente, en el foro Sensibilidad exquisita para acompañar a una criatura de 7 años que acaba de perder a su madre y debe comenzar su vida nueva con sus tios y en un lugar lejano a su domicilio en Barcelona Pero lo realmente notable es como esa criatura se pone al hombro todo lo conmovedor, sensible y bello sentido de esta obra. Esta chica es de una inteligencia interpetativa increíble y señala tambien las virtudes de la directora. Muchas veces a los adultos nos cuesta ponernos en el lugar del otro y afloran ciertas necedades que pueden marcar a fuego el futuro sensible de una criatura... pero siempre se aprende de los errores. Muy recomendable y con destino de algún premio.