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Dos textos sobre “Las hijas del fuego”, de Albertina Carri
Ganadora del último BAFICI, la nueva película de la directora de Los rubios y Cuatreros es una de las propuestas más radicales, políticas y provocadoras del cine argentino de los últimos años.
Las hijas del fuego (Argentina/2018). Guión y dirección: Albertina Carri. Elenco: Disturbia Rocío, Mijal Katzowicz, Violeta Valiente, Rana Rzonscinsky, Canela M. e Ivanna Colonna Olsen.. Fotografía: Inés Duacastella y Soledad Rodríguez. Edición: Florencia Tissera. Sonido: Mercedes Gaviria. Dirección de arte: Flora Caligiuri. Duración: 115 minutos. Apta para mayores de 18 años. Salas: en el Gaumont (Rivadavia 1635), todos los días, a las 22.45, y los sábados, a las 23.59; y en el MALBA (Figueroa Alcorta 3415), los sábados 3, 17, 24 de noviembre y 1º de diciembre, a las 24.
TEXTO 1, por Griselda Soriano y Luciana Calcagno (publicado originalmente en una columna de El Club de las Cinco)
Podríamos decir que el premio que recibió Las hijas del fuego en el BAFICI implica, al igual que la película, una toma de posición no sólo estética sino también política. En ambos casos, el riesgo no es un mérito menor: si a priori suponíamos que a estas alturas una película así no iba a “escandalizar” a nadie, basta con leer algunas de las críticas que se escribieron al respecto -o recordar los chistecitos y comentarios de pasillo- para verificar la incomodidad que despertó en unos cuantos. Una incomodidad que podríamos pensar vinculada a la falta de herramientas para dar cuenta de lo que se había visto, en el mejor de los casos, o al prejuicio, el machismo y la lesbofobia, en el peor. No estamos diciendo, por supuesto, que la película tenga que gustarle a todo el mundo; hablamos, más bien, de las dificultades para pensarla y abordarla en sus propios términos. Tampoco queremos decir con esto que el único “mérito” de la película sea el riesgo que Albertina Carri -una directora ya consagrada hace rato pero que nunca se queda quieta- eligió correr al filmar Las hijas del fuego, una road movie porno lesbo-feminista: la película merece los debates que provocó y seguramente va a seguir provocando.
¿Road movie porno lesbo-feminista? Sí, Las hijas del fuego es todo eso y más; es una película abiertamente política, y hasta podríamos decir militante, que abraza de lleno el que acaso sea el género más despreciado de la historia del cine: la pornografía. Tal vez allí hayan empezado las dificultades: la película se asume como porno sin reparos ni vergüenza y juega con el género y lo reformula pero no reniega de él; de ahí que tanto los elogios que intentan separarla del género como los ataques que insisten con que “eso no es cine” se empantanen de la misma manera.
Dos chicas se reencuentran en Tierra del Fuego y emprenden un viaje en una camioneta robada; a medida que atraviesan el país, se van sumando más y más compañeras a un recorrido en que los vínculos sexuales y afectivos se abren y se ramifican sin cesar y los cuerpos se vuelven, como se escucha en una escena, “territorio y paisaje ante la cámara”. Y es que Las hijas del fuego es una película autoconsciente: una de las protagonistas es directora de cine y quiere filmar, por primera vez, una porno; en su voz se encarnan las preguntas que, podemos imaginar, deben haber dado origen a la película que estamos viendo (y no es la primera vez que Carri juega con la pornografía: no olvidemos sus cortos Barbie también puede eStar triste y Pets).
Pero no es ahí, en esas reflexiones explícitas, donde debe buscarse el trabajo más profundo que la película lleva a cabo con el género, porque éste está dado no tanto por las palabras de la narradora como por el modo en que se va construyendo una manera de mirar que está en las antípodas del porno mainstream. La pregunta, como siempre, es cómo representar: ¿cómo representar los cuerpos, el sexo, el goce, la diversidad, la disidencia?
Si bien hay algo aquí de la estructura dramática del género -¿qué son esas aventuras en la ruta y esos encuentros justicieros con unos hombres horribles (unos hombres horribles, no todos los hombres) sino parte de la misma fantasía que envuelve todo?-, cuando se trata de representar los encuentros sexuales la película lo reinventa y toma su propio camino. No hay nada aquí del esquema básico de las escenas de sexo explícito de la pornografía heteronormativa promedio; esto es, la reiterada penetración -más o menos violenta, según el caso- del cuerpo femenino, la mirada puesta en los genitales y la casi total indiferencia ante el goce (o más bien la falta de) de la mujer; una mujer que, además, debe cumplir con ciertos cánones de belleza. Aquí la cámara a veces toma distancia y a veces se acerca a otros detalles; los cuerpos (uno, dos, tres, cuatro, cinco o todos los que se quiera) son diversos, y el encuentro entre ellos no se basa en el ejercicio del poder sino en el encuentro entre pares y en la exploración de placeres surtidos. Los vínculos sexuales y afectivos que se establecen entre las protagonistas de Las hijas del fuego se alejan, en un mismo volantazo, de los choques mecánicos de cuerpos-objetos de la pornografía “estándar” (reducidos a un “inserte esto aquí”), de las representaciones del lesbianismo pensadas para los hombres y también de la idea de amor romántico monógamo como justificación del placer; en sus relaciones hay una búsqueda que la película a la vez provoca y retrata (la pornografía siempre se ubica en un territorio indefinido entre el documental y la ficción, y la película de Carri incorpora esto con sensibilidad y belleza) en la que la confianza, el juego, el disfrute y la alegría de estar juntas priman por sobre cualquier idea de conquista del cuerpo ajeno.
Y todo eso es, como decíamos al comienzo, una toma de posición no sólo estética sino también política. Porque se busca transformar modos de representación hegemónicos; porque se elige representar la diferencia no desde el sufrimiento sino desde el goce, y, sobre todo, porque si hay una idea que atraviesa la película de principio a fin, tanto dentro como fuera de la pantalla, es la idea de comunidad. Por una parte, el relato disuelve el protagonismo individual para construir un potente colectivo, tan unido como diverso; pero además la película está atravesada por múltiples referencias e intertextos que crean lazos con la historia reciente del cine argentino, y filmada por un equipo técnico conformado por mujeres, del que los créditos dan cuenta de manera horizontal. Forma y contenido, adentro y afuera, refuerzan la misma idea: la de una corriente imparable que no deja de crecer y en la que, con suerte, también quedarán envueltos los espectadores (sea cual sea su orientación sexual, porque esa diferencia no es, no debería ser, en sí misma, un obstáculo para vincularnos con lo que vemos en pantalla; ¿o acaso las mujeres no hemos aprendido a identificarnos con una infinidad de representaciones que nos excluyen?). Esta idea, presente en el cine de Carri ya desde Los rubios -en la que Albertina recordaba el pasado al mismo tiempo que afirmaba sus raíces en los lazos del presente- fue tal vez la declaración de principios más contundente de la Competencia Argentina: construir una comunidad todavía es posible.
TEXTO 2, por Ezequiel Boetti
El catálogo del BAFICI ya había avisado: “Las hijas del fuego es una de las películas más provocativas de toda la programación”, se lee en la sinopsis. El último trabajo de Albertina Carri es un OVNI inclasificable que se mueve entre el ensayo personal, el alegato político y social, la pornografía y las road movie para cuestionar con desfachatez y explicitud las convenciones sociales y culturales alrededor del cuerpo.
Tiene sentido que una película sobre los límites de la libertad haya sido filmada por la directora (y podemos incluir también a los hombres) más libérrima y anárquica del cine argentino. “El problema no es la representación de los cuerpos; el problema es cómo esos cuerpos se vuelven paisaje ante la cámara”, dice Carri en off en una de las escenas iniciales. La frase funciona como carta de intenciones de una realizadora que durante casi dos horas acompañará a una pareja de mujeres en un viaje desde la Patagonia hasta la ciudad.
Lo mismo que Carri piensa una de las protagonistas, una directora de cine que se reencuentra con su novia en Ushuaia después de un largo viaje y tiene el proyecto de hacer una película porno. Ambas inician a bordo de una camioneta un recorrido liberador y contestatario cuyo combustible es el deseo, lo pulsional, la búsqueda de placer y la puesta en abismo de los cánones sexuales.
Gordas, flacas, lindas, feas, blancas, negras, todas las mujeres que se van incorporando al viaje se hermanan en enredos apasionados y de una efervescencia inimaginable para el cine argentino promedio. Carri filma el sexo con la cámara bien cerca de los cuerpos para captar en detalle los fluidos y el contorneo de esas mujeres entregadas al goce. Lo hace con una visceralidad absoluta, apostando por una explicitud que funciona como gesto provocador un acto de rebelión a las imposiciones.
Con Érica Rivas y Cristina Banegas en roles de reparto y a cargo de apuntalar actoral y dramáticamente el film, Las hijas del fuego se resiente a medida que las escenas sexuales aumentan su potencia. Primero de a dos, después de a tres, después de a cuatro… Imposible saber si era el efecto buscando o no por Carri, pero la acumulación de esos encuentros genera una sensación de agobio y reiteración muy similar a la de las películas porno que cuestiona, aquellas donde los cuerpos pierden especificidad para volverse “paisaje ante la cámara”. Así, el resultado es una experiencia tan única y fascinante como agotadora y excesiva. Una película que gustará más o menos, pero que difícilmente nos deje indiferentes.
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"Las hijas del fuego" es una película conmovedora, muy a tono con el tsunami feminista que se ha dado últimamente en la Argentina y especialmente en Bs As. Si bien es cierto que es un manifiesto político-cultural mi comentario se restringirá casi totalmente a lo cultural, ya que no quisiera entrar en debates que, a mi entender, eluden el dilema político fundamental del momento en la Argentina. En el plano cultural, Las Hijas. . . resulta una aplanadora provocativa de deseos de vida y sexuales, fuerzas arrolladoras, frescura, idealismo y optimismo. Lo cual para mi y mi compañera, adultos mayores, pasada la hora y media ya sonaba algo monótona, repetitiva y demasiado larga. Sin embargo, estas jóvenes nos enseñaron algunas cositas sobre juegos sexuales y sus artefactos. Curiosamente, yo terminé defendiendo la peli ante mi compañera, aunque a ella le haya imapctado positivamente. Sin duda tiene mucho de género porno, en clave femenina, aunque no despojada de ternura, cariño, afecto y demás sentimientos relacionados. Esto sí le da un giro nuevo al porno. En síntesis: una peli que da para hablar, reflexionar, etc. Un final demasiado alargado e injusto para el espectador y una escena de sexo en una iglesia demasiado provocativa para los tiempos que corren. Eso sí: enhorabuena que las hijas del fuego estén vivas, transmitiendonos sus goces y enseñanzas mediante el cine.
Un estreno interesantísmo y muy fuera de lo común. Semejante -se me ocurre- a cuando se estrenó La noche. Pero ¿por qué las dos únicas salas de exhibición programan en un único horario nocturno? ¿No hay reclamo por parte de las productoras?
La vi en el último BAFICI y en caliente, valga la expresión, escribi lo siguiente en el Foro de lectores: Hoy en la función de prensa, por primera vez, completamente colmada. Tal vez porque el cine de Carri es una garantía de revulsión y a contramano de facilidades estéticas, conceptuales e ideológicas: su obra anterior es un ejemplo de esa provocación en el mejor sentido del término. Aqui en Las hijas....me parece que se da todos los gustos en la transgresión a toda esa concepción pacata de la vida y elabora una apasionante exaltación y celebración de la libertad para el disfrute de los sentidos, que en definitiva, es lo que puede hacer feliz a las personas. A tal fin pergeña un film porno -intelectual y poético pero también con esa cierta rabia que caracteriza a esta directora- y se vale de una road-movie lésbica que comienza en Usuhaia y que en el trayecto van sumando otras mujeres que escenifican interminables momentos de sexo explicito grupal. Se suman finalmente a esta cuidadisima producción con técnicos de primera, actrices de valor como Cristina Banegas, Erica Rivas y Sofia Gala para dar sustento a esta obra que dará lugar a odios y amores como corresponde a las vanguardias de los sentimientos.