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Crítica de “Battle Angel: La última guerrera”, de Robert Rodriguez
Este ambicioso proyecto liderado durante mucho tiempo por James Cameron finalmente llega a las pantallas con la dirección del creador de El mariachi, Del crepúsculo al amanecer, Mini espías y La ciudad del pecado.
Battle Angel: La última guerrera (Alita: Battle Angel, Estados Unidos/2019). Dirección: Robert Rodriguez. Elenco: Rosa Salazar, Christoph Waltz, Jennifer Connelly, Mahershala Ali y Keean Johnson. Guión: James Cameron, Laeta Kalogridis y Robert Rodriguez, basado en la novela gráfica de Yukito Kishiro. Fotografía: Bill Pope. Música: Junkie XL. Edición: Stephen E. Rivkin e Ian Silverstein. Distribuidora: Fox. Duración: 122 minutos. Apta para mayores de 13 años. En versión 2D y 3D (doblada y subtitulada). Salas: 297.
Más de 26 años pasaron desde que Robert Rodriguez rodó su ópera prima El mariachi con 7.500 dólares hasta que dirigió Batlle Angel: La última guerrera con... ¡200 millones!. Más allá de la descomunal diferencia de presupuesto, se trata de un proyecto que durante más de dos décadas estuvo en la órbita de James Cameron, quien finalmente quedó como productor y coguionista.
El film arranca con un original logo de la 26th Century Fox, ya que esta distopía con espíritu de cine clase B basado en el popular manga de Yukito Kishiro está ambientada en 2563 (300 años después de “La Caída”, según nos informan). Es que, tras ese cataclismo, el planeta ha sido arrasado y Iron City -donde transcurren los hechos- se ha convertido en una ciudad sórdida y derruida donde además se acumulan los desechos de Zalem, una urbe flotante exclusiva para los más poderosos que se puede ver con solo alzar la cabeza y mirar al cielo (una idea similar a la de Elysium, de Neill Blomkamp).
Precisamente en medio de las montañas de basura el científico Ido (Christoph Waltz) encuentra la cabeza y el torso aún con vida de una joven que -cirugía mediante- son unidos a un cuerpo cibernético para así conformar a Alita, la guerrera del título interpretada por Rosa Salazar (vista hace poco en Bird Box: A ciegas). La heroína no sabe nada de su pasado, pero de a poco irá recuperando algunos recuerdos y desarrollando sus portentosas capacidades físicas en un film que combina drama familiar, ciencia ficción, comedia negra, una subtrama romántica (con el galán rebelde Hugo que encarna Keean Johnson) y, claro, unas cuantas escenas de acción.
Ninguno de los múltiples aspectos del film desentona, pero tampoco se destacan particularmente en las dos horas de esta suerte de mixtura entre Pinocho y Rollerball que fascinan por su despliegue de efectos visuales cortesía de la compañía Weta Digital y el aporte del talentoso director de fotografía Bill Pope para construir ese universo futurista y apocalíptico, pero extraña un poco más de riesgo y sorpresa en su narración.
(Esta reseña se publicó previamente en el diario La Nación del 14/2/2019)
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