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Crítica de “Ya no estoy aquí”, de Fernando Frías de la Parra
Violencia, desarraigo y angustia adolescente se combinan en este potente film mexicano que se exhibe de manera exclusiva en la Sala Lugones
Ya no estoy aquí (México-Estados Unidos/2019). Guion y dirección: Fernando Frías de la Parra. Elenco: Juan Manuel García Treviño (Derek) y Xueming Angelina Chen. Fotografía: Damián García. Edición: Yibrán Asuad y Fernando Frías de la Parra. Duración: 105 minutos. En la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530), del jueves 27 de febrero al martes 3 de marzo, siempre a las 19 (6 únicas funciones).
El director de Rezeta y de la elogiada serie de HBO Los Espookys se centra en su segundo largometraje en la historia de Ulises Samperio, un adolescente de 17 años que vive en las colinas de Monterrey e integra (lidera) Los Terkos, un grupo que combina la cultura Cholo con su amor por la vieja música colombiana y su pasión por el baile. Tras la muerte de su hermano y en medio de unos violentos enfrentamientos entre pandillas dedicadas al tráfico de drogas, se ve obligado a huir de urgencia y radicarse en la no menos decadente zona de Jackson Heights, en el Queens neoyorquino.
Mientras añora su tierra, a sus amigos, a su música y a su danza, nuestro querible antihéroe (siempre con vestimentas y peinados extravagantes) comienza a comunicarse de a poco (él no habla una palabra de inglés) con Lin, una inmigrante de 16 años de origen chino que se siente atraída por el particular universo personal de Ulises.
Entre pegadizas cumbias y vallenatos, bellas coreografías de baile y una sensibilidad que le permite eludir el pintoresquismo, el guionista y realizador Fernando Frías de la Parra concibe una película de iniciación, de desarraigo y desamparo en un mundo globalizado, multicultural y cosmopolita que en ciertos momentos puede ser fascinante, pero en muchos otros resulta hostil, sórdido y desgarrador.
(Esta reseña fue publicada previamente en el diario La Nación del 27/2/2020)
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YA NO ESTOY AQUI, de De la Parra Resulta fascinante no solo esa coreografia de los bailes y también, porque no, del lenguaje para describir esa juventud de espacios bajos de la sociedad que le ponen toda la garra para la alegría en ese contexto amenazante alrededor de las drogas y violencias adjuntas. El personaje es de una gran empatía por su figura y la calidad de sus movimientos que parecen surgidos de su original y ancestral identidad.