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Críticas de “Fireball: Visitors from Darker Worlds”, de Werner Herzog + “Notturno”, de Gianfranco Rosi - #TIFF20 / #Venezia77
Dos modelos de documentales que, aunque no se ubican entre lo mejor de las filmografías de sus respectivos realizadores, ofrecen valioso acercamientos a sus muy disímiles temáticas: los meteoritos y Medio Oriente, respectivamente.
-Fireball: Visitors from Darker Worlds (Reino Unido-Austria-Estados Unidos/2020), de Werner Herzog y Clive Oppenheimer. Duración: 97 minutos (en la sección TIFF Docs y próximamente en Apple TV+).
Un documental menor de Werner Herzog es mejor que los más inspirados de la inmensa mayoría de sus colegas, pero Fireball: Visitors from Darker Worlds, nuevo trabajo a cuatro manos con el profesor en vulcanología de la Universidad de Cambridge Clive Oppenheimer (ya habían hecho Hacia el Infierno / Into the Inferno en 2016), es de los menos personales y audaces de su notable carrera. Es como un partido discreto de Messi, que igual meterá algún gol o una asistencia brillante.
Analogías futboleras aparte, este documental aborda un tema en el que Sergio Wolf ya había incursionado en El color que cayó del cielo: los meteoritos. Con un nivel de producción impresionante, las cámaras (y los drones) de Herzog y Oppenheimer recorren medio planeta (de la India a la Antártida, pasando por Noruega, Corea del Sur, México, Siberia, Irán, Italia, Francia y los Estados Unidos) para reconstruir historias, mitos y leyendas de los mayas, de los pueblos originarios de Australia o de las tribus de Papúa Nueva Guinea, los tributos de musulmanes y budistas, y entrevistar a minerólogos, arqueólogos, matemáticos y astrónomos que han analizado a fondo, de manera obsesiva, la actividad de los asteroides, los meteoritos y los cuasi cristales.
Más allá de aportar su inconfundible voz en off y su particular sentido del humor, Herzog cede esta vez el protagonismo a Oppenheimer y el resultado es un documental didáctico y por momentos pintoresquista, que se ve con agrado, pero que se perderá en medio de otros títulos mucho más valiosos e inquietantes de la obra del inefable, curioso e infatigable realizador alemán.
-Notturno (Italia-Francia-Alemania/2020), de Gianfranco Rosi. Duración: 100 minutos (en la sección Masters de Toronto y presentado también en la Competencia Oficial de la Mostra de Venecia).
Rosi ganó el Oso de Oro en Berlín 2016 con Fuocoammare (Fuego en el mar) y el León de Oro de Venecia 2013 con Sacro GRA. A la Mostra regresó con Notturno, documental rodado durante tres años en la candente región fronteriza entre Irak, Kurdistán, Siria y Líbano que le valieron tres premios de jurados paralelos.
Acercarse (y reivindicar) al humanismo que persiste en medio del horror (guerra, aniquilamientos, miserias y las múltiples secuelas que en todos los terrenos dejó el dominio de ISIS) es una tarea noble que el director italiano cumple con creces. El problema es que lo hace en muchos casos con imágenes suntuosas, sofisticadas, hiperestilizadas que contrastan con la degradación social imperante. Es decir, cada plano analizado por separado es de una belleza subyugante, pero la sensación es que este retrato hubiese merecido un poco más de urgencia y visceralidad y no tanto regodeo en la calidad de la imagen y el sonido.
Rosi se sumerge en la problemática de Medio Oriente no desde la alta política sino mostrando la cotidianeidad de unas madres que sufren en el lugar donde sus hijos fueron masacrados, de un joven que sale cada madrugada a buscar trabajo o de un pescador que navega con su bote mientras en el fondo se vislumbran incesantes bombardeos.
Hay momentos de genunina emoción y otros en los que los dispositivos utilizados lucen forzados, como cuando el realizador obliga a un niño tartamudo a explicar unos dibujos sobre ISIS que ya eran suficientemente expresivos. Así, entre hallazgos y traspiés, se construye este nuevo trabajo de uno de los documentalistas más prestigiosos del cine contemporáneo.
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