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Crítica de “I Am Greta”, documental de Nathan Grossman sobre Greta Thunberg - #TIFF20 / #Venezia77
Más allá de su claro carácter hagiográfico, este acercamiento a la meteórica carrera de la joven activista medioambiental sueca que impactó al mundo en los dos últimos años tiene varios aspectos tan valiosos como fascinantes.
I Am Greta (Suecia/2020). Dirección: Nathan Grossman. Duración: 97 minutos (en la sección Special Events de Toronto y en la sección oficial -fuera de competencia- de Venecia).
En 2018 Greta Tintin Eleonora Ernman Thunberg era una quinceañera que portaba sola un precario cartel llamando a una huelga escolar contra el calentamiento global. Por entonces una ilustre desconocida, empezó a ser seguida por la cámara de Nathan Grossman. Hoy, apenas dos años más tarde, la adolescente es, a los 17, una celebridad mundial, una de las figuras más influyentes del mundo en materia de cambio climático.
I Am Greta puede ser acusado de muchas cosas (principalmente de ser un documental “oficial”), pero tiene múltiples aspectos que lo hacen magnético: para empezar, la figura de la propia Greta, una chica con Síndrome de Asperger a la que vemos dar combativos y provocadores discursos en ámbitos institucionales como las Naciones Unidas y ante mandatarios como Angela Mekel, conversar con Arnold Schwarzenegger o mantener una hilarante charla de trastienda con Emmanuel Macron (“soy una nerd”, le dice, y el premier francés estalla en carcajadas).
La extraña figura del padre (que la cuida, pero también funciona como una especie de manager), sus ataques de angustia (la vemos meter la cabeza en la almohada y admitir que sufre demasiada presión), su incansable actividad que la lleva a descuidar su alimentación, el trato propio de una rockstar que se le dispensa en casi todos los ámbitos (no precisamente por parte de Donald Trump, Vladimir Putin y Jair Bolsonaro) y su inmensa popularidad entre los adolescentes (y no solo adolescentes) en los distintos rincones del planeta hacen de I Am Greta un documental íntimo (con home movies de su infancia incluidas) y épico (con cruce del Atlántico a bordo de un velero) a la vez.
¿Que falta distancia crítica? ¿Que hay demasiada voz en off de la propia Greta como para vehiculizar el relato? ¿Que quedan muchos aspectos humanos y políticos por analizar? ¿Que, más allá de algunos discursos, hay poca información sobre el tema en cuestión como el calentamiento global? Todo eso puede ser cierto y podría ser motivo de nuevos acercamientos tanto a su figura como a la problemática medioambiental. Pero, como primer retrato de alguien que siguió bien de cerca el surgimiento y súbito apogeo de esta adolescente y describe desde adentro las nuevas formas de activismo social, el trabajo de Grossman resulta atrapante y valioso a la vez.
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