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Crítica de “True Mothers”, de Naomi Kawase (Competencia Oficial) - #68SSIFF
La directora de Shara, Suzaku y El secreto del bosque construye una de las películas más accesibles, cristalinas y emotivas de su carrera. Parte de la selección de Cannes 2020, compite en San Sebastián tras su paso por Toronto.
True Mothers (Asa ga Kuru, Japón/2020). Dirección: Naomi Kawase. Elenco: Hiromi Nagasaku, Arata Iura, Aju Makita y Miyoko Asada. Guion: Naomi Kawase y Izumi Takahashi, basado en la novela de Mizuki Tsujimura. Fotografía: Yuta Tsukinaga y Naoki Sakakibara. Edición: Tina Baz y Yoichi Shibuya. Duración: 139 minutos. En Competencia Oficial.
En los últimos años la cineasta japonesa se había metido en un laberinto íntimo (entre místico y espiritual) que había generado películas siempre valiosas, pero en muchos casos algo caóticas y un poco fallidas. True Mothers, sin ser una obra maestra, resulta uno de los trabajos más convincentes y accesibles de toda su filmografía.
Es cierto que en sus 139 minutos hay material de sobra (como una subtrama policial en la segunda mitad que quita más de lo que agrega), pero en líneas generales estamos ante una(s) historia(s) de una sensibilidad y un humanismo desbordantes.
La primera parte de True Mothers está concentrada en la historia de Satoko (Hiromi Nagasaku) y su marido Kiyokazu (Arata Iura), una pareja de larga data (la narración pendula de forma permanente entre presente y pasado) que no ha podido tener hijos pese a probar con diversos tratamientos médicos. La posibilidad de la adopción surge, entonces, como una alternativa viable.
Más tarde la narración pondrá el foco en Hitari (Aju Makita), una adolescente de 14 años que queda embarazada y -ante la vergüenza de sus padres frente al escarnio social- es enviada a una especie de retiro en un lugar paradisíaco manejado por una suerte de ONG llamada Baby Baton para que curse allí su embarazo y luego el bebé sea entregado en adopción.
Con una puesta elegante y una profundidad poco habitual en el cine contemporáneo, Kawase se toma todo el tiempo necesario para que conozcamos las realidades y personalidades opuestas de Satoko y de Hitari, la madre adoptiva y la biológica de Asato. Cuando ambos universos se encuentran la situación colapsa: Hitari contacta a Satoko y asegura de forma bastante agresiva ser la mamá del niño. ¿Quiere recuperar la custodia o solo reestablecer el contacto? ¿Simplemente quiere plata? ¿Es amor genuino, culpa, desesperación o necesidad?
Más allá de algunas indecisiones y ramificaciones innecesarias, la directora resuelve la película de una manera admirable y reconfortante. En línea con cierta mirada crítica a cuestiones de su propia sociedad, dominada por las diferencias de clase, que han desarrolado varios realizadores japoneses (sobre todo el cine de Hirokazu Kore-eda), Kawase construye un film tan inteligente como conmovedor.
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