Crítica de “tick, tick... BOOM! ”, de Lin-Manuel Miranda, con Andrew Garfield (Netflix)

El creador de éxitos como Hamilton y En el barrio debuta como director con esta transposición del musical autobiográfico de Jonathan Larson (Rent).

 

tick, tick... BOOM! (Estados Unidos/2021). Dirección: Lin-Manuel Miranda. Elenco: Andrew Garfield, Alexandra Shipp, Robin de Jesús, Joshua Henry, Mj Rodriguez, Bradley Whitford, Tariq Trotter, Judith Light y Vanessa Hudgens. Guion: Steven Levenson, basado en el musical de Jonathan Larson. Fotografía: Alice Brooks. Edición: Myron Kerstein y Andrew Weisblum. Música: Jonathan Larson. Duración: 121 minutos. Disponible en Netflix desde el viernes 19.

No es spoiler decir que Jonathan Larson murió en 1996, con apenas 35 años, porque es algo que una voz en off nos lo informa en el inicio mismo de la película. Larson falleció pocas horas antes del estreno de Rent, que se convertiría en uno de los mayores éxitos comerciales, de crítica y de premios de la historia de Broadway.

Pero tick, tick... BOOM! no es sobre Rent sino que se remonta unos años antes, más precisamente al 26 de enero de 1990, pocos días antes de que Larson (aquí interpretado por Andrew Garfield) cumpliera 30 años, ocho de los cuales se los había pasado escribiendo un musical futurista y bastante experimental llamado Superbia.

Lo que la película de Lin-Manuel Miranda cuenta es todo lo que hay detrás (o mucho antes) de un éxito. Porque Larson, como casi todos los artistas del mundo, sufrió decenas, cientos, miles de decepciones, rechazos o meros elogios que no desembocaban en nada concreto, mientras subsistía a duras penas atendiendo mesas en una cantina. tick, tick... BOOM! es, entonces, la crónica de muchos fracasos, ansiedades, angustias. Y de un amor imposible con una bailarina (Alexandra Shipp). Y de amigos que mueren de SIDA. Y de lo difícil que es sobrevivir en Nueva York.

Aunque suene a excusa y lugar común, tick, tick... BOOM!, con su detrás de escena del mundillo artístico, sus monólogos entre ingeniosos y emotivos, sus lucidas coreografías, sus guiños cómplices, sus cameos, sus homenajes e incluso con sus clichés y lugares comunes es un buen producto para los fans del género. Porque Andrew Garfield está muy bien tanto en lo actoral como en el terreno musical y porque la historia de alguien que luchó toda su corta vida para triunfar y murió poco antes de su consagración es inevitablemente conmovedora. Lin-Manuel Miranda sale más que airoso de su primera incursión detrás de cámara con el homenaje a uno de sus ídolos y referentes. Los gustos hay que dárselos en vida porque, como bien dice la película, nunca se sabe cuánto tiempo nos queda.


Más información:

Crítica de Hamilton 

Crítica de En el barrio (In the Heights) 

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