Críticas
Estreno en cines
Crítica de “El jardín del deseo” (“Master Gardener”), película de Paul Schrader con Joel Edgerton y Sigourney Weaver
Estrenada en la Competencia Oficial de la Mostra de Venecia 2022, la penúltima película de Paul Schrader (en el Festiva de Cannes 2024 acaba de presentar Oh, Canada) cierra una muy valiosa trilogía iniciada con El reverendo (First Reformed, , 2017) y El contador de cartas (The Card Counter, 2021).
El jardín del deseo (Master Gardener, Estados Unidos/2022). Guion y dirección: Paul Schrader. Elenco: Joel Edgerton, Sigourney Weaver, Quintessa Swindell, Esai Morales, Eduardo Losan, Amy Le y Victoria Hill. Música: Devonte Hynes. Fotografía: Alexander Dynan. Edición: Benjamin Rodriguez Jr. Distribuidora: Impacto Cine. Duración: 111 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas: 13 (Multiplex Belgrano, Cinépolis Recoleta, Cinépolis Houssay, Cinépolis Pilar, Lorca, Cine Arte Cacodelphia, Atlas Patio Bullrich, Cinema Paradiso de La Plata, Ocean de Necochea, Showcase Norte, Showcase Córdoba, América de Santa Fe y Cines del Centro de Rosario).
Con la magnífica El jardín del deseo, Paul Schrader completa lo que, por el momento, figura como una trilogía sobre la fuerza redentora del amor en tiempos de oscuridad. Un corpus fílmico que, en todo caso, no funciona a partir de la continuación de un relato, sino mediante la iteración de un mismo relato. Como en El reverendo (First Reformed) y El contador de cartas (The Card Counter), el cineasta estadounidense acomete aquí un nuevo ejercicio de “cine trascendental” sostenido sobre una puesta en escena ordenada y austera, un tratamiento narrativo minimalista y una fe acérrima en el poder de la catarsis fílmica. Todos estos rasgos, que aparecen disgregados por toda la obra de Schrader –desde su guion para Taxi Driver hasta películas como Gigoló americano / American Gigolo o Mishima: Una vida en cuatro capítulos–, reaparecen en El jardín del deseo depurados hasta el extremo.
Para componer sus más recientes exploraciones del alma humana, Schrader ha enlazado sus historias de culpa y perdón con temáticas de candente actualidad: en El reverendo, el pánico que inspira la crisis climática; y, luego, en El contador de cartas, las heridas que ha provocado en la psique estadounidense su amoral lucha contra el terrorismo global. Ahora, en El jardín del deseo, ese marco contemporáneo se diluye para desplegar la universal historia de redención del personaje encarnado, con gran contención, por Joel Edgerton: un jardinero que intenta enterrar su violento pasado bajo una cotidianidad espartana.
Para perfilar la odisea moral de su personaje, Schrader echa mano de sus maestros: el Robert Bresson de Diario de un cura rural resuena en el cuaderno en el que el protagonista escribe a diario; el japonés Yasujirō Ozu se manifiesta en la parquedad y ordenamiento escénico del film; y hay incluso un pequeño guiño al danés Carl Dreyer cuándo el éxtasis sexual de una joven afroamericana (Quintessa Swindell) se hermana con el recuerdo de la hierática Maria Falconetti en La pasión de Juana de Arco.
El jardín del deseo es la obra de un cineasta que cabalga, pletórico, a lomos de una segunda juventud; un artista que no tiene miedo a llevar al extremo más abstracto sus preceptos cinematográficos. Rigor y libertad podrían ser las palabras que mejor describen el nuevo trabajo de Schrader, quien construye el momento más catártico del film echando mano de unos efectos digitales nada discretos, y que le pone a un agente de policía una camiseta con el lema “We Should All Be Feminists”. Menos interesado que en otras ocasiones por la idea de la crisis de fe, y más concentrado en el camino de su protagonista hacia el descubrimiento del amor, Schrader compone en El jardín del deseo una de sus películas más luminosas.
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