Festivales
Diario del festival 3 - La maestría de Gus Van Sant y Gianvito se consagra como DJ
Quintín también cayó rendido frente a Paranoid Park, el nuevo (y desolador) relato adolescente del genial director estadounidense de Mi mundo privado, Los últimos días y Elefante, mientras que por la noche se deleitó con la excelente selección musical que hizo en un bar-disco el director John Gianvito (en la foto, aporreando las bandejas durante la performance), cuya radical opera prima The Mad Songs of Fernanda Hussein se pudo apreciar en la edición 2001 del BAFICI.
La gran paradoja del cronista es que necesita estar allí donde suceden los acontecimientos, pero también necesita tiempo para relatarlos. Si uno se queda en el hotel escribiendo, se pierde lo que pasa en el mundo. Y si quiere estar en el mundo, no escribe. Así es como vamos un día atrasados con este diario.
Habíamos dejado a Q listo para salir rumbo al Gartenbaukino para ver Paranoid Park, la película de Gus Van Sant. Mucha gente, como ocurre en la Viennale cada vez que dan una de esas películas americanas glamorosas. Van Sant ha hecho una carrera muy especial, de la marginalidad a Hollywood y de Hollywood a una prestigiosa independencia. Sus últimas tres películas lo colocan entre los directores más requeridos por los festivales y esperados por su audiencia. Van Sant empezó haciendo películas abiertamente gay, pero en el último tramo de su carrera su interés por los adolescentes varones (las mujeres no tienen demasiado lugar en su cine) adquirió una dimensión cósmica, mucho más universal, en la que se conectan la rebeldía, la incertidumbre y la violencia en una atmósfera dominada por la música y los patines. Van Sant es posiblemente el mejor intérprete de esa nueva cultura de la que hablaba Gorin, de ese mundo juvenil que ha dejado atrás al cine.
Cuando Lester, Truffaut o Bogdanovich hacían películas sobre adolescentes en conflicto con su circunstancia, los protagonistas no podían evitar ser proyectos de adultos, seres en tránsito hacia la edad madura. En cambio, la ajenidad de los personajes de Van Sant se ha hecho permanente, definitiva. En Mi mundo privado, el conflicto entre los dos protagonistas pasaba exactamente por allí: uno era un outsider absoluto, el otro se convertirá con el tiempo en un burgués. Era un conflicto mucho más clásico que los que atraviesan Elefante, Los últimos días y Paranoid Park. Ahora no hay siquiera conflicto, porque los personajes viven en otro mundo, un espacio que no comparten con los adultos, un espacio que obedece incluso a distintas reglas físicas y que está marcado visualmente por la música y el deslizamiento de los skateboards.
En sus últimas películas, la inadaptación de los protagonistas se da silenciosamente en el centro del sistema, especialmente en ese núcleo simbólico de la vida americana que es el High School. De hecho, el defasaje ocurre de modo cada vez más sutil. El protagonista de Paranoid Park se diferencia muy poco de sus compañeros: no se lleva del todo mal con sus padres ni sus compañeros, tiene una novia, no lee el diario ni le interesan las cuestiones políticas y su centro de interés en la vida es la tabla de patinar. Sin embargo, sueña secretamente con algo diferente, con algo oscuro, peligroso y liberador. Es otra gran película, de un irresistible misterio y un estilo cinematográfico que se desliza sin esfuerzo, con la elegancia de los skaters.
Tras un breve paso por el hotel, donde comprobó que F seguía muy estropeada, Q partió rumbo a otra misión. Las noches de la Viennale transcurren para muchos de los invitados en el Zentrale, un espacio en el extraño edificio que alberga también al cine Urania. El Zentrale es una mezcla de bar y discoteca en la que los DJ son rotativamente los directores invitados al festival. Por supuesto, no es la clase de lugar que gente de otra época como F y Q frecuentan, pero esta vez uno de los DJ era alguien muy especial, nuestro amigo John Gianvito. Gianvito es un personaje extraordinario, cuyo primer largometraje, The Mad Songs of Fernanda Hussein, tuvimos la suerte de estrenar en Buenos Aires. Era una película subversiva sobre la primera guerra del Golfo. Gianvito es políticamente radical, pero a esa condición une otras igualmente extremas como su cinefilia, su devoción por la música y su inusual bondad: es lo más parecido a un santo que hemos conocido en el mundo del cine (y en el mundo en general).
Q estaba seguro de que la selección de música de JG iba a ser extraordinaria y así fue. Transcribimos a continuación el programa de canciones, con algunos datos adicionales que ignorábamos.
1. Crazy Horse, por John Trudell. Trudell era un militante de los derechos de los indígenas. Un día manos anónimas, aunque se sospecha que el FBI estuvo involucrado, quemaron su casa y en el incendio murieron su mujer y sus hijos. Trudell pasó a la clandestinidad y reapareció años más tarde como estrella de rock, sin que mucha gente pudiera conectar a ambos personajes.
2. Come una pietra scalciata, por Artículo 31. Esta es la versión en italiano de Like a Rolling Stone de la película de culto Masked & Anonymous que escribió y protagonizó Bob Dylan (gran película, nunca logramos llevarla al BAFICI).
3. This Note’s For You, por Neil Young.
4. Old Clash Fan Fight Song, por Johnny Clash. El nombre del intérprete mezcla a Johnny Cash con The Clash y la música también.
5. Shock + Awe, por Neil Young (le gusta NY a Gianvito).
6. Walker (Poor Fellah), por Patti Smith.
7. Some Kind of Love, por The Velvet Underground. VU es el grupo favorito de JG.
8. Disorder in the House, por Warren Zevon. Este le partió la cabeza a Q. Es el último disco de WZ, ya muy enfermo y poco antes de morir. Bruce Springsteen toca la guitarra.
9. Ballad of the Skeleton. Acá canta (¿canta?) Allen Ginsberg y tocan Paul McCartney, Philip Glass y Lenny Kaye.
Aplausos.
Reproducido -con permiso de los autores- de La Lectora Provisoria.
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