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Ahora vienen por nosotros: C5N en desmedro de Canal 7

El penoso cambio de frecuencia que sufrió la mejorada emisora estatal y la privilegiada ubicación de la goza la mediocre nueva señal de noticias de Daniel Hadad son un síntoma contundente de las actuales prioridades en la TV local.
Publicada el 14/08/2007
En los últimos treinta años, el Canal 7 fue muchas cosas. Fue varias veces (con varios gobiernos o, nada eufemísticamente, con varias "administraciones") el canal oficial. Fue, menos veces, un canal público. Fue un canal al que se le intentó borrar el pasado, quizás por ignominioso, o quizá por demasiado prestigioso, o por demasiado cultivado, llamándolo "ATC". Fue la plataforma y la pantalla para mostrarse sin mostrar su verdadero rostro de quienes estaban detrás de los negocios privados aseados por el agua (un poco más) purificada del Estado. Fue el único canal que llegaba a todo el país...

Fue, también, un sinónimo de la lucha por los medios de comunicación y del debate entre las empresas y el Estado. Así, el canal fue pasando de manos y criterios casi como un pretexto, como un botín de discusión o un síntoma de las calamidades nacionales. Se discutió si su programación y directivos debían decidirse de modo parlamentario. O se discutió si, siendo el único canal público que quedaba, debía concesionarse como los otros, y de paso, concedérselo al dueño del diario Ambito Financiero, Julio Ramos, que había quedado excluído, poco antes, del reparto de los otros canales y radios estatales a grupos multimediáticos. Algunos, incluso, llegaron a pensar en convertirlo en un museo de la televisión por sus equipamientos (y empleados) antiguos, o bien en un museo o demostración tangible del estado desmesurado, capaz de producir "elefantes blancos".

Lo cierto es que un país donde el promedio de abonados o "colgados" al cable es tan elevado -al punto de superar cómodamente a cualquiera de los otros países latinoamericanos-, que desde este mes haya sido corrido de la grilla hasta pasar la frontera imaginaria del "número 12" implica casi una privatización. Y, para peor, de modo silencioso, sin que nadie participe de la decisión, sin que medie ninguna información, como se suele proceder con los negocios que se saben oscuros, en una política de hechos consumados muy frecuentes en los gobernantes y su relación/dilapidación con y de los patrimonios públicos. No debiera extrañar a nadie, en realidad, si se piensa en que la extensión temporal de las frecuencias de TV y radio y la falta de interés en una ley de radiodifusión ofrecieron una prueba del desdén oficial por el tema.

Pero en Argentina se cultiva la esquizofrenia con pasión, y este cambio resulta más escandaloso e increíble porque ocurre al mismo tiempo que sus mejorías notorias. Mejoró su servicio de noticias, volviéndolo (un poco) más autónomo e las necesidades de los funcionarios que en cercanos tiempos pasados. Por otro, hubo incorporaciones como la de Los videos de Peter Capusoto, que recupera una idea extraordinariamente inteligente al descubrir que en el Estado en que está el canal la menesterosidad productiva debe convertirse en premisa artística. Y finalmente, hubo un giro enorme en su área de cine -ahora supervisada por Alejandro Fernández Mouján y Pablo Reyero-, con programas que recuperan lo más sorprendente o nunca visto en TV del cine del pasado (Filmoteca), o lo mejor del cine del presente (Ficciones de lo real), mientras que otros aggiornaron su selección (como El cine que nos mira), en panorama más que amplio. Van estos elogios siempre que tratemos de olvidarnos de esa evidente imposición oficial que es el programa El cine por asalto, conducido por Cristina Mucci y el amante de Bergman y Antonioni, José Pablo Feinmann, un militante del cine de entretenimiento, que sigue negando toda otra manifestación cinematográfica ocurrida con posterioridad a su infancia y hablando de los directores del Hollywood clásico, al punto que hay quien sostiene que será el futuro programador de las retrospectivas del Festival de San Sebastián…

De modo complementario, a la conversión del canal abierto en canal de cable, el flamante C5N, capitaneado por Daniel Hadad, ocupó su lugar en la grilla de canales, ubicándose en uno de los primeros lugares, en un lugar "de canal de aire".  El enroque de canales (se aleja Canal 7 para dejar paso a C5N) no deja dudas de la operación política que lo anima. El C5N licúa lo político y el nivel de discusión de un modo increíble, convirtiéndose, quizás, en el canal de noticias más acrítico de que alguien tenga memoria. La ecuación económica es desprejuiciada, alevosamente visible: uno o dos decorados, los mismos conductores y las mismas nuevas ideas viejas que prohijó en su paso por Canal 9… Sería gracioso si no fuera patético, que presente como novedad los "zócalos" (los pies de imagen, en la jerga televisiva) y el video-wall y el tipo de iluminación de la CNN. Ahora le faltaría poder conseguir aunque sea la predisposición profesional de los periodistas de la CNN, pero, bueno, Hadad debe pensar que eso llega con el tiempo, aunque es cierto que los que contrató son los mismos que estaban en Canal 9 y el tiempo no les proveyó de aquello que carecían naturalmente. No hay una sola investigación periodística propia y singular, ni un solo formato periodístico nuevo (vuelven "los el 9": Gerardo Rozin, Marcelo Longobardi), con la paradoja de un decorado que se abstiene de incluir lo real. Probablemente, ése haya sido el acuerdo con los funcionarios. Ya bastante realidad tenemos…

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