Críticas
Reestreno en cines
Crítica de “El cadáver de la novia” (“Corpse Bride”), película de animación de Tim Burton y Mike Johnson
A 20 años de su lanzamiento original (llegó a los cines argentinos el 13 de octubre de 2005), regresa a las salas locales justo para Halloween este notable film en stop-motion con el sello del mejor Tim Burton.
El cadáver de la novia (Corpse Bride, Estados Unidos/2005). Dirección: Tim Burton y Mike Johnson. Voces: Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Emily Watson, Tracey Ullman, Paul Whitehouse, Joanna Lumley, Albert Finney, Richard E. Grant, Christopher Lee, Michael Gough y Jane Horrocks. Guión: John August, Caroline Thompson y Pamela Pettler. Fotografía: Pete Kozachik. Música: Danny Elfman. Edición: Jonathan Lucas. Diseño de producción: Alex McDowell. Producción presentada originalmente por Warner Bros. Duración: 76 minutos. Apta para todo público (se recomienda a los menores la compañía de una adulto). Reestreno en cines: 30 de octubre de 2025.
(Esta reseña se publicó por primera vez en el diario La Nación y la recuperamos tal cual apareció originalmente)
Pese a que la animación digital, íntegramente construída con diseños informáticos, está arrasando con lo poco que queda de la artesanal, el estreno –la semana última– de Wallace y Gromit: la batalla de los vegetales y, ahora, de El cadáver de la novia demuestran que el tradicional trabajo de manipulación manual con muñecos propio de la stop-motion todavía sigue produciendo una reacción emocional y momentos de lírismo que las nuevas tecnologías por sí solas no pueden alcanzar.
Claro que no se trata solamente de conservar una construcción y un estilo old-fashioned (tanto Wallace y Gromit como El cadáver de la novia sacan muy buen provecho de ciertos aportes del más moderno cine digital) sino de explotar toda la sensibilidad, la imaginería visual, la visión personal de artistas como Peter Lord o, en este caso, del gran Tim Burton.
Dueño de un mundo propio que reivindica el lugar de aquellos que en apariencia no encajan dentro de las reglas aceptadas por la sociedad, el creador de El hombre manos de tijera y la reciente Charlie y la fábrica de chocolate combina en El cadáver de la novia elementos que, en primera instancia o en manos de otro artista, parecerían incompatibles: a partir de una tradicional leyenda rusa del siglo XIX, Burton construye una sátira sobre la aristocracia inglesa de la época victoriana, con sus corsets, su obsesión por mantener las apariencias y su costado represivo. El resultado es una hilarante, prodigiosa y cautivante mixtura entre el espíritu de los cuentos de hadas, las fábulas infantiles, las macabras historias de fantasmas del cine de terror, los grandes musicales o el pequeño music-hall, y la comedia basada en el poder del gag físico y del diálogo absurdo.
El cadáver de la novia se centra en las desventuras de Victor (la voz y hasta el look de Johnny Depp en la versión original con subtítulos), un joven que está a punto de casarse con una muchacha inocente, Victoria (Emily Watson), a la que no conoce, en una boda arreglada por los ambiciosos e insensibles padres de ella (Joanna Lumley y Albert Finney), un matrimonio de alcurnia caído en desgracia, y por los progenitores de él (Tracey Ullman y Paul Whitehouse), dos “nuevos ricos” que ven aquí una posibilidad de ascenso social (son simples vendedores de pescado con suerte en los negocios).
Torpe, tímido, atribulado, nuestro antihéroe no resulta el candidato que sus futuros suegros esperaban. Las cosas se complican aún más cuando aparece en escena un posible reemplazante para Victoria como el distinguido Lord Barkis (Richard E. Grant) y cuando un encantamiento fortuito en un bosque termina con el pobre Victor casado con el cadáver de la novia del título (Helena Bonham Carter). La acción, a partir de entonces, salta del mundo de los vivos (presentado en tonos apagados y bastante aburrido) al de los muertos (presentado a todo color y mucho más alegre), en un contrapunto lleno de humor y de hallazgos estéticos.
La acumulación de citas y homenajes –desde la literatura de Edgar Allan Poe y Charles Dickens hasta la clásica épica romántica de Romeo y Julieta, pasando por actores como Peter Lorre, Bela Lugosi y Vincent Price, por el célebre diseñador de monstruos Ray Harryhausen, por el director italiano Mario Bava, o por la estética gótica de la productora inglesa Hammer– no impide que El cadáver de la novia tenga una capacidad poética, sugestiva, ensoñadora, que buena parte del cine moderno parece haber olvidado, como cuando los protagonistas se conocen y se enamoran gracias a unos simples acordes de piano.
Fiel a su espíritu provocador, Burton apuesta siempre a la sorpresa, a un cine imprevisible: así, deja aflorar el humor negro en medio de una atmósfera melancólica y opresiva, trabaja un sentimiento como el del amor perdido en medio de una estructura de comedia musical, o quiebra cualquier convención necrofílica con la irrupción de un espíritu festivo que remite a la celebración que del Día de los Muertos se hace en México y en otras comunidades latinoamericanas.
Más allá de algunos desniveles, de ciertos caprichos no del todo justificados del director, el soporte musical de Danny Elfman, el excepcional diseño de Alex McDowell, la fotografía de Pete Kozachik y el aporte en las voces –siempre, hay que aclararlo, si se accede a la versión subtitulada– de los actores apuntados o del gran Christopher Lee (como el implacable pastor Galswells) hacen de El cadáver de la novia una pequeña gema destinada especialmente a aquellos que disfrutan de la obra de Burton, de la animación con muñecos (en este caso, hechos de acero inoxidable y de siliconas) y, por qué no, del cine a secas.
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