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Crítica de “Flora e hijo” (“Flora and Son”), película de John Carney con Eve Hewson y Joseph Gordon-Levitt (Apple TV+)
Luego de su estreno mundial en el Festival de Sundance, llegó al servicio de streaming de Apple la nueva película del creador de Once (2007), ¿Puede una canción de amor salvar tu vida? / Begin Again (2013), Sing Street: Reviviendo los 80s (2016) y la serie Modern Love (2019-2021).
Flora e hijo (Flora and Son, Irlanda-Estados Unidos/2023). Guion y dirección: John Carney. Elenco: Eve Hewson, Joseph Gordon-Levitt, Orén Kinlan, Jack Reynor, Marcella Plunkett, Paul Reid, Don Wycherley, Amy Huberman y Sophie Vavasseur. Fotografía: John Conroy. Edición: Stephen O’Connell. Música: Gary Clark y John Carney. Duración: 97 minutos. Apta para mayores de 13 años. Disponible en Apple TV+.
El dublinés John Carney debe ser uno de los más eficaces creadores de lo que en la jerga del negocio se conoce como crowd-pleaser, historias pensadas (en muchos casos con nobles y sensibles recursos; en otros, con cierta manipulación y demagogia) para gustar y emocionar como sea. En ese sentido, Flora e hijo (por suerte, con más de lo primero que de lo segundo), no es más que la confirmación de esa infrecuente capacidad. Y, por sobre todas las cosas, se trata de un vehículo para el lucimiento de la también dublinesa Eve Hewson (su carrera, que ya venía en ascenso, tendrá un antes y un después de este trabajo).
Hewson es la Flora del título, una madre soltera que gana lo mínimo como babysitter y cría lo mejor que puede a su muy díscolo y rebelde hijo Max (Orén Kinlan). El pibe, de 14 años, no para de mandarse cagadas (incluidos robos y peleas) por lo que está en la mira de la policía y la Justicia. Ian (Jack Reynor), el padre del chico que supo ser bajista de una banda profesional, no es un monstruo pero sí alguien bastante ausente a la hora de lidiar con los problemas del adolescente.
Y, como la música suele estar siempre en el centro de las películas de Carney (muchas veces con un espíritu entre catártico y sanador), Flora empieza a mantener una relación a distancia con Jeff (Joseph Gordon-Levitt), su profesor de guitarra vía Zoom que vive en Los Angeles y carga con sus propios traumas; y a encontrar en la composición y la creación de videoclips algún tipo de conexión con un hijo que la rechaza e incluso la agrede.
La película pendula entre cierto pintoresco realismo social tan propio de las tragicomedias irlandesas a una veta más ligadas al realismo mágico (cuando la figura de Jeff se “corporiza” en el departamento de Flora), y las siempre encantadoras escenas musicales que Carney saber cómo construir y filmar para que generen el efecto que busca. Puede que su cine tenga algo de fórmula y de cálculo, pero también mucho de encanto y emoción: el arte del crowd-pleaser en toda su dimensión.
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