Críticas
Estreno en cines
Crítica de “Maria Callas” (“Maria”), película de Pablo Larraín con Angelina Jolie
Tras su paso por prestigiosos festivales como los de Venecia, Nueva York y Londres, y de su estreno en Netflix en mercados como el estadounidense, llega el 30 de enero a las salas argentinas esta biopic sobre quien está considerada como una de las cantantes de ópera más brillantes de todos los tiempos.
Maria Callas (Maria, Alemania, Italia, Estados Unidos, Chile/2024). Dirección: Pablo Larraín. Elenco: Angelina Jolie, Pierfrancesco Favino, Alba Rohrwacher, Haluk Bilginer, Kodi Skmit-McPhee, Stephen Ashfield y Valeria Golino. Guion: Steven Knight. Fotografía: Ed Lachman. Edición: Sofía Subercaseaux. Diseño de producción: Guy Hendrix Dyas. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 124 minutos.
A esta altura de su carrera (tiene 48 años), el chileno Pablo Larrain se ha convertido en un experto en biopics en general y en retratos sobre divas en particular. Luego de Jackie (2016), con Natalie Portman como Jackie Kennedy; y de Spencer (2021), con Kristen Stewart como Lady Di; ahora es el turno de Angelina Jolie como Maria Callas. Y, como ocurrió con los dos films previos, el resultado de este acercamiento a la soprano greco-estadounidense (su nombre real era Maria Anna Cecilia Sofía Kalogeropulu) es interesante, vistoso, pero no del todo logrado, con la sensación de que el foco está puesto sobre todo en el lucimiento de las interpretaciones protagónicas y que esas actuaciones son más deslumbrantes que las películas en su conjunto.
En ese sentido, más allá del indudable compromiso, técnica, ductilidad y profesionalismo de Jolie, la película está impregnada de una trascendencia, una pompa, una épica y una solemnidad que no siempre proviene de su construcción formal, de su dimensión dramática y sus hallazgos artísticos sino de un artificio algo forzado, un halo amargo demasiado subrayado, una permanente sensación de autoimportancia incluso en los momentos más triviales (como las relaciones de ella con sus dos fieles asistentes todoterreno interpretados por los italianos Pierfrancesco Favino y Alba Rohrwacher).
El guion de Knight (Negocios entrañables, Promesas del Este y la mencionada Spencer) está lleno de diálogos ingeniosos (“Tu nunca llegas tarde, los demás llegan temprano”, le dicen a Maria cuando se demora en entrar a un ensayo), de filosos, punzantes duelos verbales como los que Callas mantiene con el presidente JFK (Caspar Phillipson), pero también de momentos un poco obvios que Larraín filma de manera ampulosa y recargada.
La película arranca el 16 de septiembre de 1977 (día en que la cantante pasó a la inmortalidad con tan solo 53 años) y luego irá y vendrá en el tiempo, apelando en muchos casos a flashbacks en blanco y negro (otra obviedad) que se remontan a su adolescencia en Grecia (nació en Nueva York pero por un tiempo volvió al país de origen de su familia) o a su tortuosa relación con el manipulador multimillonario Aristóteles Onassis (Haluk Bilginer) y en otros a las entrevistas que un joven cineasta (Kodi Smit-McPhee) le hace durante varios días para una película titulada La Callas: Los últimos días.
Como suele ocurrir con muchas biopics de espíritu trágico, la película dedica muchos más minutos a sus desdichas (cuando los problemas de su voz son cada vez más evidentes, cuando sufre en cada ensayo, cuando lleva ya cuatro años sin actuar y se niega a volver a los escenarios) que a sus épocas de gloria (algo de eso se percibirá recién en el material de archivo que acompañan los créditos finales).
Si el entramado, el pendular de la trama no siempre es del todo convincente, la ambientación y la fotografía sí son prodigiosas. En este sentido, Larraín parece haber construido en los últimos tiempos con Ed Lachman (venían de trabajar juntos en El Conde) una sociedad artística que arroja excelentes resultados, como los que el DF estadounidense ya había conseguido junto a Todd Haynes.
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