Festivales
Del lirismo turco a la violencia iraní
Por Javier Alcácer, desde Berlín
Honey, de Semih Kaplanoğlu, y The Hunter, de Rafi Pitts, marcaron fuertes contrastes en una nueva jornada de la competencia oficial de la 60ª edición de la Berlinale.
Poco sabíamos de Honey y de su director, quien tuvo un exitoso paso en 2006 con su película Angel's Fall. Ahora sabemos que se trata de la segunda parte de una trilogía protagonizada por un personaje llamado Yusuf: Milk (2007) narra su vida adulta, en Honey se cuenta su infancia y pronto comenzará el rodaje de Egg, que se ocupará de su nacimiento. De todas maneras, este marco es prescindible para dejarse asombrar por Honey. La película empieza con una breve secuencia en la que un hombre intenta trepar a la cima de un árbol y la rama que sostiene su soga se parte. Luego se comprenderá que aquel personaje es el padre de Yusuf (Bora Altas, de apenas 6 años), ya que el relato luego de aquella secuencia ubica la narración algunos días antes del accidente, con lo cual un hecho que podría haber sido un golpe bajo queda atemperado y, entonces, el director puede explorar sus consecuencias de otra manera.
Todo lo que sucede en Honey se ve a través de la mirada de Yusuf: el relato tiene un logrado equilibro entre el realismo cotidiano de la vida del niño y cierto misterio, en especial en su la relación con el bosque que rodea su casa. El grado de sutileza y sensiblidad de la película no tuvo el mejor de los recibimientos, tanto Variety como Screen la destrozaron; el nefasto Derek Elley escribió que “la gran falla de la película es que el espectador no tiene idea de qué sienten o piensan los personajes, y por lo tanto, pronto se desliga emocionalmente”. Este fragmento sirve como diagnóstico del estado de la crítica internacional.
The Hunter, la película de Rafi Pitts, es hóstil, pesada y, por momentos, de una frialdad insoportable. El director, guionista y actor quiso narrar así esta historia de un hombre (otro ex-presidiario, por cierto, interpretado por el propio Pitts) que pierde a su única hija y a su mujer durante la represión a una protesta callejera. Su única reacción es agarrar su rifle de caza, ir hasta la cima de una colina y dispararle a un auto de policía. A partir de entonces, es perseguido y atrapado en el bosque por dos policías, quienes se pierden cuando intentan llevarlo detenido. Hasta que atrapan al protagonista, la película pareciera ser un relato apolítico de los conflictos sociales de Irán (nunca se ve nada parecido a una manifestación, todo queda fuera de campo), más bien se centra en la alienación de los ciudadanos de Teherán. Luego de una persecución en la niebla, filmada de manera notable, el protagonista es detenido, y el relato cambia; el bosque cobra un protagonismo casi absoluto, mientras salen a la luz los enfrentamientos entre los policías ante la mirada del protagonista, que no habla.
Por la noche, en la sección Berlinale Special tuvo lugar el estreno europeo de True Legend, última película de Yuen Woo-ping, veterano director de películas de artes marciales y coreógrafo de las sagas de Matrix y Kill Bill, sólo para nombrar algunas. Con algunas secuencias en 3D (efecto agregado en la posproducción) la película guarda varios parecidos con El duelo, de Ronny Yu, y ambas están ambientadas en épocas similares, retoman personajes históricos y no dudan en elegir a los extranjeros invasores como el enemigo a destruir. Esta vez Su Can, un guerrero wushu, debe enfrentar a su hermano, que perdió la razón al enterarse de que su verdadero padre fue asesinado por el hombre que lo crío como su hijo. Si bien hay algunas secuencias de pelea interesantes, True Legend no se acerca a clásicos de su filmografía como Last Hero in China. Como curiosidad, cabe destacar la presencia de David Carradine en un pequeño papel y que la película termina siendo una una apología del alcoholismo, desparpajo que le le hace ganar un par de punto de simpatía.
Pero no sólo de Oriente llegan películas que resuelven los problemas a patadas y reescriben la historia con coreografías. La brasileña Besouro, de Joao Daniel Tikhomiroff (vista en Panorama), rescata al personaje del título, una de las leyendas de la capoeira, líder de los negros y luchador contra la desigualdad. Más allá de sus buenas intenciones, Besuoro se aferra a la estructura de la biopic y las escenas de acción, que vienen en dosis pequeñas y espacias, no hacen olvidar el tedio de la acumulación de clisés.
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