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El animador secreto (crónica de otro triunfo argentino)
Un libro sobre Quirino Cristiani, pionero de la animación, permite unas cuantas reflexiones sobre el género y, por qué no, algunas elucubraciones sobre el personaje.
Lo mío es bastante conservador, por no decir reaccionario. Lo admito. Ya no se puede pensar así. Por ejemplo, Emmanuel Burdeau, redactor en jefe de los Cahiers du Cinéma, crítico moderno si lo hay, se dedicó a decir en su blog que la mejor película de la competencia de Cannes 2008 fue una de animación israelí, Waltz With Bashir, de Ari Folman. En el mismo lugar, Burdeau afirma que no hay que hablar más de planos en el cine, que gracias a la tecnología digital hemos entrado por fin en la era de las imágenes. A mí todo me suena raro, pero de hecho parece que nos acercamos a pasos raudos al momento en que una serie de TV, una instalación, un videojuego y una película más o menos tradicional compartirán la ahora extendida categoría llamada "cine" que, por supuesto, incluirá la animación como uno de sus elementos estelares. Por suerte, como soy un crítico retirado, no me va a tocar cubrir ninguna de esas cosas. Ni siquiera tendré que verlas.
Pero uno no se puede librar de todo y menos de los amigos. Hace unos días, Guillermo Piro me regaló un libro que tuvo ocasión de traducir y que se ocupa de la animación o, mejor dicho, de un animador. Tratándose de Piro, deduje que el original era italiano, ya que Piro y Néstor Tirri se reparten la cultura italiana en la Argentina. Casualmente, Tirri figura como revisor técnico del texto, que tiene un nombre larguísimo: Quirino Cristiani, pionero del cine de animación (Dos veces el océano). El autor es el historiador de la animación italiano Giannalberto Bendazzi y el personaje del titulo nació en Italia en 1896, pero llegó a la Argentina en 1900 y fue un pionero del cine nacional en muchos aspectos, en particular en el de los dibujos animados. Cristiani era caricaturista en las publicaciones gráficas, pero en 1916 comenzó también con la animación.
Así, al año siguiente, filmó El apóstol, primer largometraje animado de la historia del cine, mucho antes que Disney. Sí, otro récord mundial para la patria que desconocíamos previamente. Ese no fue el único récord: Cristiani hizo también el primer largo de animación sonoro mundial, Peludópolis, en 1931. Ambos están ejecutados con una técnica propia en base a figuras de cartón recortadas y articuladas. La obra de Cristiani se dispersa luego en trabajos documentales, publicitarios y en sus empresas de servicios, que proporcionaban las copias y el subtitulado a las películas norteamericanas. Su habilidad parece (el testimonio es del propio Cristiani, que no era un testigo muy confiable) haber tenido el reconocimiento del propio Walt Disney cuando visitó la Argentina en 1941 y lo invitó a trabajar para él en California, a lo que Cristiani se habría negado por "estar muy apegado al país". Maestro de las generaciones posteriores (entre otros, de Dante Quinterno), Cristiani se retiró del trabajo creativo en 1943, del empresario en 1961, y murió en 1984 después de haber recibido una pensión vitalicia del gobierno de Videla en 1981.
El libro de Bendazzi es el típico estudio hagiográfico, con muy poco espíritu crítico, que se le suele dedicar a las figuras secundarias del cine. Un problema adicional, en este caso, es que de la obra de Cristiani no ha sobrevivido más que un cortometraje. Tal vez haya sido mejor así, porque más allá de su destreza técnica y de su valor para los historiadores, todo hace pensar que las películas de Cristiani no eran demasiado interesantes. Cristiani era un caricaturista satírico chabacano (en la línea de lo que después daría expresiones como Rico Tipo) que tenía, por ejemplo, un personaje llamado Coquita la bataclana. El libro incluye un par de esas tiras, que se ven adecuadamente dibujadas, pero no muy sutiles y tampoco muy inspiradas.
La otra veta de Cristiani era la caricatura política, un género de extraordinario auge en las primeras décadas del siglo. A partir de esos trabajos fue que el productor Federico Valle lo contrató para El apóstol, una sátira sobre la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen. Filmada doce años más tarde, Peludópolis es más de lo mismo, con el agravante de que allí se exalta el golpe de Uriburu, quien felicitó al realizador en el día del estreno. El libro no permite deducir las opiniones políticas ni la ideología de Cristiani, pero da la impresión de ser un típico artesano del medio cinematográfico nacional, un ambiente bendecido por la creatividad técnica y empresarial más que estética y atravesado, en casi todas sus épocas (estoy tentado de agregar "incluida la actual") por el más rancio conservadurismo. A su servicio, Cristiani parece haber sido un artesano eficaz, pero sin demasiada calidad como artista, como tantos directores de la historia del cine que estarían olvidados de no mediar algún biógrafo oportuno.
La información que proporciona Bendazzi de su personaje es bastante pobre, aunque tuvo la ocasión de entrevistarlo en su vejez. Allí habló del corto que se conserva: la adaptación por encargo de su autor de El Mono Relojero, famoso cuento del plomífero Constancio C. Vigil, el hombre que ha aterrorizado a los chicos del Billiken durante demasiadas generaciones. Uriburu, Vigil, Disney, Quinterno, Videla. Los nombres asociados de un modo u otro a la trayectoria de Cristiani no forman parte de la galería del progresismo. Ese parece el hecho más seguro de su brumosa vida en la pluma de su impreciso biógrafo. Lo más curioso del libro es, sin duda, uno de los apéndices. Allí se resume la historia argentina desde fines del siglo XIX hasta la asunción de Agustín P. Justo en un tono seco y referencias adecuadas, muy lejos de la engolada y ceremonial prosa de Bendazzi.
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Caro Quintin, io amo essere criticato, ma con critiche motivate. Che la mia prosa sia engolada y ceremonial, e che il mio estudio sia hagiografico non lo ha mai detto nessuno fra il 1983 e il 2008. Può darsi che sia così, ma vorrei sapere dove stanno l'agiografia e la cerimonia. Mi fa qualche esempio? Cordialmente, Giannalberto Bendazzi
Para mí la animación no es un género menor, como sí lo es el documental que forma parte del mundo televisivo, salvo honrosas excepciones como las de Werner Herzog, Martin Scorsese, Georges Clouzot o Spike Lee. Me gustó poco cuando Michael Moore se llevó la Palma de Oro en Cannes por "Farenheit 9/11" sólo por una cuestión ideológica porque no tiene nada de realizador cinematográfico. No sé si por esto seré reaccionario. Una serie de TV nunca será cine (salvo que se la lleve a él) y una instalación y un videojuego tampoco. De Quirino Cristiani no he visto nada, pero si cayera en mis manos lo haría, aunque sea por curiosidad.
Quintin, vos no sos un critico retirado, sos un critico agazapado