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El casamiento de Raquel (Rachel Getting Married)
Publicada el 30/11/-0001
Este es un film que empecé detestando y que terminé admirando con reservas. De hecho, creo que lo más fascinante de la última película de Jonathan Demme es su imperfección. Mientras la tendencia actual del cine de Hollywood apunta hacia la redondez del acabado, origen de un cine aséptico, Demme, inspirado por la herencia de Cassavetes (aunque en Venecia críticos y periodistas insistían en revivir el Dogma de Lars von Trier), se atreve a dinamitar ciertas leyes de la ortodoxia actual. El casamiento de Raquel no entiende de arcos dramáticos, ya que se aposenta sin disimulo en un climax perpetuo, un territorio de alto voltaje emocional donde la cámara móvil y orgánica de Demme se entrega a la caza de un momento emoción pura ¿El problema? Resulta terriblemente difícil conquistar el territorio de lo sublime cuando se deja tan poco espacio para la trasgresión ¿Cómo extraer una pulsión fuera de lo común cuando no dejan de sumarse tópicos y clisés? Padres divorciados, un matrimonio interracial en el seno de una familia progresista, un soldado destinado a la guerra de Irak, una adicta al alcohol egocéntrica, un romance con otro ex-alcohólico…
Por momentos, parece que a Demme le importe más agradar al público que desafiarlo, pero poco a poco va abriendo interesantes grietas en el film, desequilibrando las secuencias, desplazando los picos melodramáticos a las esquinas del relato y situando en el centro los ritmos musicales de la celebración nupcial. Por momentos, el guión se disuelve en vívidas expresiones físicas (bailadas) del inconsciente colectivo, aunque siempre termina volviendo a la superficie, casi siempre por culpa del personaje central de la película, a la que da vida Anne Hathaway. Es justamente su lucimiento personal lo que termina restando puntos al conjunto del largometraje. Mientras la mayoría de los actores participa de un interesante juego colectivo, en el que la energía circula por entre sus cuerpos y rostros, la Hathaway se dedica a ser esa “gran actriz con posibilidades de Oscar” que todo espectador ha visto una y mil veces con diferentes rostros. Y así, a pesar de su incapacidad para llevar hasta las últimas consecuencias sus mejores hallazgos, El casamiento de Raquel es un film disfrutable.
Manuel Yáñez Murillo
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