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El cómico radical

Un panegírico sobre la figura de Larry David (uno de los creadores de la exitosa sitcom Seinfeld) y una exaltación de su apuesta más osada y provocativa: la serie de TV Curb Your Enthusiasm.
Publicada el 28/07/2008

Después de mencionarla en varias ocasiones en esta columna, ya va siendo hora de hincarle el diente de lleno a esa maravilla de la pequeña pantalla llamada Curb Your Enthusiasm. Paradigma de la sitcom televisiva moderna, creada para mayor gloria narcisista de su director, “guionista” y protagonista, Larry David, co-creador de Seinfeld (la tele-comedia más popular de los ‘90, y quizás de la historia), Curb... es un logro mayor, que en sus metodologías y resultados remite a las cotas más altas del genio artístico: de Lubitsch a Chaplin, de Kiarostami a Cassavetes, de Pedro Costa a Albert Serra. Comparativas que requieren, por supuesto, una explicación.

Son muchos los motivos que hacen de Curb... un objeto audiovisual deslumbrante, adictivo, arrollador y delirante. Partiendo de su premisa argumental: un avispado juego metalingüístico en el que Larry David, que se interpreta a sí mismo, ve frustrado su intento de regreso al mundo de la stand-up comedy después del aplastante éxito de Seinfeld (salto en abismo que remite, por ejemplo, al mecanismo de avance de La trilogía de Koker, de Kiarostami). Podría apelarse también al naturalismo sobre el que sustenta formalmente la serie, rodada con dos cámaras al hombro, en localizaciones reales, sin público en directo ni risas impostadas. Y habrá quien goce por encima de todo con el temerario abordaje que realiza David al universo de lo políticamente incorrecto, aunque su arma no es la sátira más grotesca (estilo Sacha Baron Cohen, el Ben Stiller-director o las series de animación Family Guy, Los Simpson o South Park), sino más bien un dispositivo de “ataque con camuflaje”. David sitúa a su alter-ego ficcional en el seno de la clase acomodada de Los Angeles como si se tratara de un caballo de Troya, listo para dinamitar desde el interior las costumbres, tradiciones y normas más esenciales del sentido común educado en el marco social.

Observado desde la distancia, Larry David no desentona entre sus compañeros del club de golf, los altos ejecutivos de las cadenas televisivas y sus amigos de la profesión (Ben Stiller, Ted Danson, Martin Scorsese o David Schwimmer, todos ellos guest stars del show). Sin embargo, para comprender la auténtica naturaleza del personaje, el caos en el que vive sumido, debe observarse de cerca su depurado egoísmo, su temperamento irascible, su falta de escrúpulos y su absoluto inconformismo. Estamos ante el arquetipo del misántropo enfrentado a la paradoja del éxito social, un combate de la mayor altura cómica entre el ser humano, los principios de la diplomacia y los modales. Así, un profundo sentimiento de incomodidad e incomprensión planea sobre el personaje de David, aunque en una misma proporción resplandece su orgullo irreverente, su negativa a acatar lo establecido, exquisitamente condensada en un gesto sublime que utiliza el personaje para manifestar su disconformidad. Así, cuando el pacto social recomendaría un resignado gesto afirmativo de cortesía, David prefiere rebelarse mediante una expresión mínima y consistente: arqueo de cejas, pequeña ascensión de nariz y pómulos, sutil sonrisa de desagrado y (como guinda del pastel) un característico “naaah”, que según la intensidad de desacuerdo puede derivar en “naagh”, o incluso “nieegh”. Breve, contundente, punzante, inclemente… el “naaah” de David es primo hermano de la inolvidable “patada hacia atrás” con la que Charlot se deshacía de sus perseguidores, o que lanzaba al vacío como símbolo absoluto de su desafío al orden social (un gesto que fascinaba a André Bazin y que analizó con maestría en numerosas ocasiones: “…en el estilo y la utilización tan frecuente y personal de la patada hacia atrás radica el reflejo de una actitud vital”).

Aunque si hay un aspecto que condensa a la perfección el genio de David, es su maestría a la hora de concebir la estructura narrativa de sus gags. En este caso, el valor añadido de la comedia no radica tanto en su grado de fisicidad, ni tan siquiera en el dominio del tempo o en la eficacia de la ejecución (que suele ser excelsa). La brillantez del conjunto se manifiesta sobretodo en la inteligencia de su arquitectura narrativa, su capacidad para elaborar en paralelo una serie de gags que estallan al unísono, de forma orgásmica, al final de cada capítulo. David renuncia al chiste fácil y trabaja el gag con paciencia, mesura, claridad y transparencia, consiguiendo aquello que Bazin atribuía a Chaplin, la capacidad de generan dos oleadas de carcajadas, la del shock y la del reconocimiento del genio. Se trata de gags que pueden ser vistos una y otra vez ya que “la forma cómica y el valor estético nada deben al factor sorpresa. Éste, agotado en la primera visión, cede el sitio a un placer mucho más delicado que consiste en la espera y el reconocimiento de la perfección”. Para asentar dicha idea, vale la pena atender a las palabras de Larry Charles, productor ejecutivo de Curb... y director de los capítulos más políticamente incorrectos de la serie, que define a Larry David como “una persona muy paciente cuando se trata de trabajar la comedia. Confía tanto en la eficacia de sus gags que no le importa descartar situaciones o líneas de diálogo increíblemente divertidas si cree que estas pueden difuminar o minar la resolución final que él tiene en mente”.

Y si de alguien es deudor David en lo referente a su arquitectura cómica, ese es Ernst Lubitsch. En el libro Conversaciones con Billy Wilder, de Cameron Crowe, hay un pasaje revelador en el que Wilder explica que él y Charles Brachett no daban con la manera de retratar el proceso de enamoramiento entre Ninotchka y el mundo capitalista. Estaban completamente atascados. Pero entonces Lubitsch, que estaba al tanto del problema, apareció gritando: “¡El sombrero, es el sombrero!”. Se refería, claro, al sombrero con el que va topando Ninotchka a lo largo de la película, primero despreciado por la Garbo por sus extravagantes connotaciones capitalistas (“¿Cómo puede sobrevivir una civilización que permite a las mujeres llevar eso en sus cabezas?”), pero finalmente admirado y utilizado por la actriz/personaje con clase, estilo y sofisticación. “Cuando se trabajaba con Lubitsch, siempre rondaban ideas así”, comentaba Wilder.

No hay ningún sombrero en Curb..., pero sí la camisa de un amigo muerto, una muñeca decapitada, una ensalada con pocas gambas, unos palos de golf de diseño exclusivo o un antiguo piloto kamikaze japonés (todavía vivo), entre muchos otros personajes y objetos que funcionan como rieles por los que circulan los gag a través del episodio, algo que puede extenderse al conjunto de una temporada (cada una de ellas –seis hasta el momento- compuesta de diez episodios de media hora). El caso más impactante en este sentido es el uso de la figura de Michael York en la tercera temporada, la mejor de las seis realizadas. (Atención, se desvelan secretos. Spoiler alert) Durante los nueve primeros capítulos, las apariciones de York son discretas, simplonas, incluso aburridas. Da la impresión que el flemático actor británico está fuera de lugar en el desarrollo de la acción, siempre serio, incómodo y ridículo. Sin embargo, en la última secuencia del último capítulo, mi preferido de toda la serie, la figura de York emerge con la fuerza de un vendaval para gritar a los cuatro vientos: ¡fuck, turd, fat, cunt, piss, shit… and balls! Hay que verlo para creerlo. (Fin del spoiler)

Si este factor, el de la arquitectura narrativa, podría llegar a considerarse una herencia, el método de concepción y rodaje de la serie sólo puede catalogarse como revolucionario. De partida, Curb... no se filma con un guión al uso, sino que éste se sustituye por unas pocas páginas con indicaciones acerca de las secuencias y tramas que componen el capítulo. Luego, a partir de ese breve tratamiento escrito, parecido a nivel conceptual al trabajo de gente como Lisandro Alonso o Albert Serra, se improvisan todas las escenas. Se inicia así un proceso de búsqueda y descubrimiento que pone de manifiesto una metodología work in progress en toda regla, abierta a las emociones del momento y a la penetración del azar en el curso narrativo. Para cada situación, se parte de cero y cada escena se va construyendo poco a poco, a partir de ideas que surgen espontáneamente y que se van fijando en la acción, hasta que poco a poco se va dando con la armonía, el ritmo y la forma. Lo único que separa este método del de Pedro Costa es que aquí no se va en busca del plano final: buscado, trabajado, encontrado y finalmente cerrado. Los montadores Steve Rasch y Jon Corn explican que hay ocasiones en las que David da con una frase que dice una única vez y que no vuelve a repetir en las siguientes improvisaciones. Sin embargo, esa es la que queda en el montaje final. Se trata de una forma orgánica todavía más arriesgada e imprevisible. Para tener una idea de la cantidad de trabajo que hay detrás de cada capítulo sólo hay que atender a las palabras de Rasch, que explica que  al llegar a la segunda temporada, una vez le tomaron el ritmo al show, “empezamos a rodar 30 minutos por cada uno que utilizábamos, y cuando llegamos a la quinta, el ratio había subido hasta los 40 minutos”.

Los resultados del proceso de improvisación son numerosos y delirantes. Un buen ejemplo podemos encontrarlo en el capítulo The Terrorist Attack (episodio 5, temporada 3) en el que Larry y Cheryl, su mujer, son advertidos por una buena amiga del peligro de atentado terrorista durante el fin de semana en Los Angeles. Justo después de que la amiga abandone la casa se produce un diálogo memorable en el que Larry plantea la posibilidad de marchar de la ciudad (y aprovechar para jugar a golf) mientras Cheryl se queda atendiendo sus actividades benéficas. Ante el descontento de ella, Larry suelta perlas como: “Me parece un poco egoísta que quieras que perezcamos los dos”. Todo ese diálogo no constaba en las notas/indicaciones para del episodio.

Larry David, como su colega Jerry Seinfeld, es uno de los últimos exponentes de la gran tradición de cómicos judíos de la escena norteamericana. La que va de Lenny Bruce a Woody Allen pasando por Mel Brooks, Christopher Guest o John Stewart, por nombrar a unos pocos. Una herencia que David ha modernizado y llevado a nuevas cotas de experimentación. A la postre, es imposible obedecer el imperativo que da título a la serie, con Larry David es imposible reprimir, controlar o dominar el más absoluto entusiasmo.

N. de la R.: Curb Your Enthusiasm se puede ver los lunes, a las 22, por HBO (horario de Argentina).

COMENTARIOS

  • 11/08/2008 13:14

    Para quienes disfruten de seinfeld hay un libro editado en Argentina llamado Super Seinfeld. Es un libro excelente.

  • 5/08/2008 19:53

    Larry David es un verdadero grande del humor norteamericano y merecía una columna de este nivel. Me muero por ver lo que él y mi amado Woody Allen hicieron juntos para el cine.

  • 5/08/2008 16:29

    Me considero un fanatico de Larry David, vi la serie por primera vez en USA, y tengo las seis temporadas. Lamentablemente, dos de cada tres personas a las que le presté la serie me la tiró por la cabeza. Eso me dejó en claro que no es un humor popular. Por eso, primer Ricardo, te aconsejo que veas otra cosa.

  • 4/08/2008 23:58

    Excelente elogio de un genio.<br /> Este es el articulo que siempre quise ver escrito sobre Seinfeld y nunca encontré. Es tan bueno el analisis de, apartir de este momento, el amigazo Manuel que se puede proyectar a un analisis de Seinfeld y mas allá! Por lo tanto aplauso doble. Asi debe ser un elogio, no una simple acumulación de baba, sino un momento de reconocimiento (volver a conocer y conocer algo más) e iluminación.<br /> Bravo carajo!!!<br /> Saludos y vuelva pronto<br /> <br /> PD: El primer Ricardo necesita dejar de mirar Friends...

  • 30/07/2008 14:47

    Comparto mi admiración por Larry David, aunque soy todavía más fanática de Seinfeld (porque también adoro a Jerry) que de Curb Your Enthusiasm. Excelente columna!

  • 30/07/2008 9:10

    Al "otro" Ricardo: quería utilizar contigo el mismo insulto que usás con Larry David y el mismo desprecio para la inteligente prosa de Manuel, pero no voy a caer tan bajo. Curb es una obra maestra del humor y Yáñez uno de los mejores columnistas de cine y TV que yo he leido en años. Mis felicitaciones y -a pesar de estos giles- sigamos disfrutando del gran Larry David. Me intriga mucho saber cómo quedó la nueva película de Woody Allen filmada en Nueva York con protagónico de David.

  • 29/07/2008 23:22

    Nunca fue necesaria tanta palabrería, tanta apelación a nombres de culto, tanta demostración de conocimiento teórico y académico para justificar a alguien tan pe[l]otudo...

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