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Entrevista a Celia Rico Clavellino, directora de “Viaje al cuarto de una madre”: “Películas como esta demuestran que las cosas están cambiando”

Por Diego Batlle
Este jueves 11 se lanza en los cines argentinos -con el auspicio de OtrosCines.com- esta ópera prima con Lola Dueñas y Anna Castillo. Dialogamos con esta multipremiada cineasta española.

Publicada el 07/07/2019

Desde su estreno mundial en el último Festival de San Sebastián -donde Celia Rico Clavellino ganó el Premio de la Juventud y una mención especial en la competencia New Directors- Viaje al cuarto de una madre, film que describe la intensa relación entre una hija (Anna Castillo) que intenta independizarse de su angustiada y posesiva madre (Lola Dueñas), no paró de recibir reconocimientos en los más variados ámbitos. Antes de que la entrañable y sensible película llegue a las salas locales, charlamos con esta realizadora sevillana nacida en 1982 sobre esta notable carta de presentación.

-La película es muy íntima, tiene un fuerte sesgo autobiográfico y hasta se rodó en parte en tu pueblo natal. ¿Cómo surgió y se fue desarrollando la idea de narrar esta historia madre-hija que en tantos aspectos es muy cercana a tu experiencia de vida?

-Vivo a 1.000 kilómetros de mis padres, me entristece no tenerlos cerca y, a la vez, nada me reconforta más que sentirme lejos. La película nace de esta contradicción y de cuestionarme mi papel como hija. Hay un elemento muy personal, el de la costura, a partir del cual fui construyendo al personaje de la madre (Lola Dueñas), costurera de profesión, como mi propia madre. Mi mamá siempre me ha cosido vestidos y los ha hecho con ilusión y cariño. Muchas veces los he lucido orgullosa, pero otras no me han gustado tanto y se han quedado guardados en un armario. Pensé que en esta anécdota de los vestidos estaba contenida esa contradicción de la que hablaba más arriba y que, si seguía tirando del hilo, podría escribir una historia sobre si es posible o no corresponder al amor de una madre, si es posible o no querer bien, sin que eso signifique renunciar a uno mismo o sobreproteger al otro. El universo de la costura me permitía explorar todas estas cuestiones tan complejas a través de pequeños gestos; esos que, a mí parecer, muestran nuestra forma de estar en el mundo.




-El film tiene algo claustrofóbico, endogámico en la relación entre una madre que está demasiado pendiente de su hija (porque no puede desarrollarse en lo personal) y la joven que intenta como puede huir de esa situación. ¿Cómo trabajaste desde el guión y la puesta en escena esa tensión?

-A Estrella le cuesta aceptar que la vida de Leonor ya no le pertenece y Leonor ya no encuentra en su madre el referente que necesita. Este es un dilema insalvable, universal, que siempre se resuelve del mismo modo: antes o después, los hijos se marchan de casa. Decidí acotar casi toda la acción al territorio íntimo de la casa para mostrar este dilema en la forma en la que una madre y una hija habitan un espacio compartido por obligación. Por eso las habitaciones de ambas están enfrentadas espacialmente, para obligarlas a encontrarse continuamente en un pasillo -esa tierra de nadie- donde se contemplan como si fueran las dos caras de un espejo. Pensé en la casa -refugio y a la vez cárcel- como el escenario de un trayecto lleno de reflejos y simetrías. En la primera parte de la película, la hija es protagonista y compartimos su punto de vista. Su madre es una figura en segundo termino, siempre presente, haciendo visible la difícil tarea de la hija: marcharse, dejarla sola, abandonar el plano. En la segunda parte, cuando la hija ya se ha ido, la madre ocupa su lugar, el primer término, el nuevo punto de vista. La madre es ahora la protagonista y Leonor, ausente, se hace presente a través de un fuera de campo para recordarnos cuál es ahora la dificultad de su madre: aceptar que su hija ya no la necesita.


-La película -como decías- transcurre en buena parte dentro de una casa y con solo dos actrices en pantalla, por lo que prácticamente el éxito artístico del proyecto dependía de la interacción entre ellas ¿Cómo fue en ese sentido el trabajo con dos intérpretes notables y distintas entre sí en lo generacional como Lola Dueñas y Anna Castillo?

-Trabajar con ellas ha sido una de las experiencias más bonitas de todo el proceso y con la que más he aprendido. A pesar de la diferencia generacional, ambas tienen muchas cosas en común. Las dos son extremadamente inteligentes y sensibles, consiguen profundizar en las emociones de sus personajes y a la vez interpretarlos como si nada pasara, buscando una naturalidad llena de matices. Este tipo de trabajo, tan sutil y tan difícil, era necesario para conseguir el tono delicado que buscábamos y para generar en el espectador la sensación de estar asistiendo a algo cotidiano, nada grave. Al fin y al cabo, todos los hijos se marchan de casa. Trabajaron como dos equilibristas, encontrando la justa medida, rellenando los silencios con miradas, calibrando siempre las propias emociones para ocultarlas o mostrarlas en relación al momento en el que se encontraba el personaje que tenían enfrente. Para ello, era fundamental que se miraran y reconocieran en la otra hasta mimetizarse. Durante la preparación pasaron mucho tiempo juntas y crearon una relación muy parecida a la de la película. Fue un proceso que ambas afrontaron desde la generosidad y el cariño mutuo. Y gracias a eso, en la pantalla se siente la química y el amor que hubo entre ellas. También fue muy importante el vínculo conmigo y con mi propia madre. Pasamos mucho tiempo las cuatro juntas (mi madre enseñó a coser a Lola Dueñas) y eso les dio a las actrices un marco real -la relación que yo tengo con mi madre- a partir del cual empezar a construir a Estrella y a Leonor e ir incorporando luego otras cosas, propias o sacadas del guion. Por ejemplo, Lola decidió engordar para ganar peso físico. Esto le sirvió para sentir la carga de la responsabilidad de ser madre, ya que ella no lo es en la vida real.




-Desde su presentación en el Festival de San Sebastián 2018 la película no paró de recibir premios y nominaciones. ¿Cómo viviste este largo proceso, qué sensaciones te dejó y cómo crees puede incidir en la continuidad de tu carrera?

-Todo este proceso ha sido sorprendente y a la vez revelador. Cuando yo escribía esta historia en la soledad de mi cuarto no estaba muy segura de si algo tan personal podría interesarle a alguien. He acompañado la película en todas las proyecciones que me han sido posibles, en mi país y en muchos otros, desde Europa a Latinoamérica, desde Corea a Estados Unidos. Y las reacciones y comentarios son siempre un regalo: el público se identifica con los personajes, se emociona y sale de la sala enternecido, con una sonrisa y ganas de llamar a sus madres para decirles que las quieren. Además, la película ha atraído a todo tipo de público, el cinéfilo y el no tan cinéfilo, el adulto y también el joven. Esto ha sido una gran satisfacción para todas las personas que hemos trabajado en la película. Los reconocimientos y los premios nos han dado una enorme visibilidad, teniendo en cuenta que no contábamos con un gran presupuesto para la promoción. La nominación a los Goya hizo posible que la película volviera a tener una segunda vida en las salas de cine y mucha más gente pudiera verla. A nivel profesional, espero que este recorrido sirva para que, en adelante, pueda poner en marcha nuevos proyectos. Aunque en esta profesión, nada ni nadie te garantiza un futuro. Hay que trabajar duro cada día y tener un poco de fe, es la única manera.


-Esta es un película que, por muchos motivos, solo podría haber escrito y dirigido una guionista y realizadora. ¿Cómo analizás la situación de la mujer dentro del cine español contemporáneo y, también, de la producción más independiente y arriesgada en relación con el mainstream de tu país?

-Formo parte de una generación que no ha encontrado suficientes referentes en los que proyectarse. Cuando estudiaba, pocas veces aparecía el nombre de una directora mujer. Y en la cartelera comercial era -aún hoy lo es- muy difícil encontrar películas dirigidas por mujeres. Así, ¿cómo podía una joven estudiante imaginarse en ese lugar, eternamente relegado a los hombres? Talento femenino siempre ha habido, no es algo nuevo, pero ha faltado confianza en las mujeres para ocupar cargos de liderazgo, no solo en el cine, en cualquier ámbito. Hoy, en mi país y en tantos otros, las cineastas están demostrando que sus películas interesan; están siendo premiadas en muchos festivales de prestigio y el público las aplaude. Es motivo de alegría y hace pensar que las cosas están cambiando, pero los datos en España demuestran que aún estamos lejos de la equidad: tan solo el 20% de las películas estrenadas el año pasado estuvieron dirigidas por mujeres. En cuatro años, el balance medio de crecimiento de la representatividad de mujeres en el sector ha sido de un 3%. Además, según un informe realizado por CIMA, la asociación de mujeres cineastas, los presupuestos de las películas que dirigen las mujeres son un 50% más bajos que las que dirigen los hombres.






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COMENTARIOS

  • 11/07/2019 17:18

    Nada más ni nada menos que una pequeña joyita del cine. Dos mujeres, madre e hija,frente a frente o conectadas, destilan toda la simpleza y al mismo tiempo complejidad de la vida: el duelo, la soledad, las búsquedas, las frustraciones, el cariño y cosiguiente sometimiento. Son momentos muy intimistas y expresados con increíble calidez por una mano maestra de la dirección en los climas cotidianos y especialmente, el trabajo de los actores. Es inútil decir algo sobre las actrices... llevan a los espectadores a la congoja más sanadora que pensar se pueda.

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