Críticas
Los Simpson - la película, de David Silverman
La reivindicación del poder subversivo del humor
Para aquellos que pensaban en esta primera incursión de la popular familia en el cine como un simple capítulo de televisión estirado, la respuesta es una película hecha y derecha, con toda la acidez y el despiadado espíritu satírico que convirtieron a la serie en un clásico de la cultura popular de las últimas dos décadas.
Las predicciones pesimistas se presentaban bajo la forma de un capítulo televisivo estirado hasta el hartazgo o bien a partir de ciertos cambios de tono narrativo y/o ligados a las técnicas de animación (idea que podría resumirse en la frase "esto es cine, hay que darle al público algo más grande, más excitante"). Nada de eso ocurre en Los Simpson - la película, una de las comedias más divertidas de los últimos años y un importante empujón para el propio show televisivo que, aunque lejos del agotamiento total, ha comenzado a dar algunas muestras de cansancio, más que lógicas luego de tantos años de continua exposición.
Como es costumbre, la cosa marcha más o menos bien -normalmente, sería la expresión precisa- en Springfield, hasta que algunas inquietantes profecías surgen de la boca del abuelo Simpson en plena oración en la iglesia del pueblo. Al mismo tiempo, los peligros ante la creciente contaminación del lago cercano no parece ocupar la mente de ninguno de sus habitantes, con la excepción, claro está, de Lisa y de un nuevo vecino con posibilidades de convertirse en su primer amor. Ambos hechos convergerán inevitablemente cuando Homero descargue en las aguas los desechos digestivos de su nueva mascota, un cerdo que a los ojos de su amo posee actitudes y habilidades algo más que humanas. Ante el desastre tóxico desatado en la zona, el gobierno norteamericano decide cortar por lo sano y aislar Springfield con un gigantesco domo translúcido, puntapié inicial para una serie de aventuras dentro y fuera de la semiesfera, con toda la banda Simpson transformada en fugitivos de la justicia y enfrentando, al mismo tiempo, una inesperada crisis familiar.
Expuesto de esta forma, el resumen sinóptico suena esquemático y previsible: familia en aprietos debe luchar contra los demonios internos y externos para volver a reunirse emocionalmente hacia el final del relato (y de paso salvar al mundo, es decir, Springfield). Pero allí descansa en gran medida el éxito del film: a diferencia de tanto cine de animación reciente, adicto al hiperrealismo 3D y a constantes inyecciones de ironía canchera, necesarias para ocultar ciertas carencias creativas, el equipo de dibujantes y guionistas comandado por David Silverman -director de una veintena de capítulos de la serie- se entrega plenamente a la animación tradicional y, fundamentalmente, a los valores de los cánones narrativos clásicos. En otras palabras, contar una vieja historia como si fuera la primera vez.
Por supuesto, las referencias al mundo exterior existen -allí está, por ejemplo, un más que posible Arnold Schwarzenegger como presidente de los Estados Unidos- pero nunca son utilizadas como recurso para el chiste intertextual automático sino como otro elemento satírico propio del mundo de fantasía que vemos desarrollarse ante nuestro ojos (Los Simpson siempre fue, antes que nada, una gran sátira social y política). Deslizándose con una gracia envidiable por encima de la trama, el film ofrece una verdadera catarata de gags -muchos de ellos visuales y deudores del slapstick, otros tantos verbales- de absoluta pertinencia para la historia y perfecto tempo cómico (la imagen de Bart gritando, con un sostén negro en la cabeza simulando sendas orejas de roedor, "soy la mascota de una corporación maligna", merece figurar entre las frases cinematográficas del año).
Verdadera película familiar, en el sentido de que puede ser disfrutada por todos los miembros de la familia por igual, Los Simpson - la película le hace honor a su legado y a las expectativas previas, al tiempo que vuelve a demostrar que la confianza en el poder subversivo y curativo del sentido del humor es mucho más fuerte que miles de moralejas y lecciones de vida. ¡La inteligencia al poder!
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