Debates

Las películas de calidad necesitan salas de calidad

Publicada el 30/11/-0001

Desde hace años me resulta un misterio la razón por la cual no existe un circuito de salas de arte y ensayo en las más importantes ciudades argentinas (Buenos Aires, Córdoba y Rosario, mínimamente), tal como sí los hay no sólo en París, Nueva York o Madrid sino también en capitales del Tercer Mundo, como San Pablo y Río de Janeiro. Desde hace unos meses se viene anunciando, para antes de fin de año, la creación de un complejo dedicado a estrenar esa clase de cine. La ubicación, en pleno barrio de Constitución, no parece la mejor, aunque quienes están involucrados en él la defiendan a capa y espada. Esperemos que funcione, teniendo en cuenta que la concepción del proyecto (varias salas de cine bien equipadas, y junto a ellas un barcito, una librería y un videoclub) parece la indicada.

Y, si tiene éxito, ojalá sean muchos los que quieran imitar la experiencia, en lo que podría llamarse “efecto Lave-Rap” (o efecto paddle, si se prefiere un símil algo más antiguo). Es así como podría llegar a constituirse, de acá a unos años, ese circuito de arte y ensayo cuya falta se siente crudamente desde hace una década. Si digo una década es porque me estoy refiriendo a un fenómeno muy concreto: el de la miniexplosión de consumo de cine de arte en Argentina, que reconoce a los 160.000 espectadores de El sabor de la cereza como piedra fundacional, dando pie luego al suceso de películas como La ceremonia, Madre e hijo o La manzana. Y, en fecha más reciente, la increíble repercusión que tuvo El arca rusa, o la muy buena asistencia que recogieron El hijo y El niño, de los hermanos Dardenne. Pero conviene tener en cuenta que estos fenómenos no necesariamente generan una continuidad infinita: las fidelidades del gran público a esta clase de material no equivalen a contratos sin fecha de expiración. El ejemplo más claro de esta clase de deserción lo ofreció, entre fines de los 90 y comienzos de este siglo, la concurrencia en progresiva disminución que acogió a las películas de Abbas Kiarostami estrenadas con posterioridad a El sabor de la cereza.

De hecho, si ahora se estrenara, por poner un ejemplo, la extraordinaria Rosetta, de los hermanos Dardenne, nadie podría garantizar que vuelva a ser un éxito como las anteriores: la cautividad del público tiene sus límites. Ni soñemos con que una película tan ardua y poco narrativa como la catalana Honor de cavallería (que acaba de recibir abucheos y protestas, cuando se exhibió en el Festival de Mar de Plata) llevaría ríos de público a una sala de arte y ensayo. ¿Saben en cuántas salas se estrenó en París esa misma película, el miércoles de la semana pasada? En seis. Más o menos lo mismo que Los suicidas o Hamaca paraguaya. O sea que ni siquiera en la capital internacional de la cinefilia se abraza el cine de arte como se lo hacía en los años 60 o 70.

Hablando de cine argentino, las menguantes cifras de público que vienen obteniendo los estrenos englobables en lo que suele llamarse “cine de calidad” (con Nacido y criado como máximo exponente reciente) señalan que hay ahí un asunto prioritario que cualquier sala de arte y ensayo debería atender, generando bocas de salida que permitan revertir la tendencia. Se dirá que las reglamentaciones que el INCAA puso en funcionamiento a mediados del año pasado, y que aseguran una salida decente para cualquier película argentina, representan ya una protección adecuada para el cine off-Bañeros 3 o Patoruzito. Y que con ese paraguas abierto, igual los estrenos argentinos de la segunda mitad del 2006 fueron un fracaso. Pero es allí donde se hace más necesaria la existencia de circuitos de cine de arte: está comprobado que esa clase de salas forman públicos fieles (el caso de la sala Lugones, para poner un ejemplo próximo), y que la confianza de ese público en la programación genera fenómenos de sinergia que se extienden a todos los títulos que allí se exhiben. Siempre y cuando se programe de forma coherente, claro. Eso es algo que empezará a verse en cuestión de meses, cuando la primera experiencia piloto empiece a funcionar en Argentina.

 

COMENTARIOS

  • SIN COMENTARIOS

DEJÁ TU COMENTARIO